Análisis de Nier

Contra viento, marea y funcionarios de correos con la mano muy larga, os traemos por fin el análisis de Nier, ese juego de Cavia editado por Square Enix del que os hablamos por primera vez en mayo del año pasado. Más tarde supimos que el juego iba a tener dos versiones en Japón, bautizadas como NieR: Gestalt (Xbox 360) y NieR: Replicant (PS3). La única diferencia realmente significativa entre ambas versiones es el aspecto del protagonista: un tipo joven, delgado y andrógino en Replicant y una masa de músculos cuarentona en Gestalt. A Europa y Estados Unidos únicamente nos ha llegado una versión para ambas consolas, Gestalt, en teoría la más adecuada al público occidental.

Desde el primer momento pensé que Nier iba a ser un juego de acción pura y dura, al estilo de God of War, Devil May Cry y compañía. De hecho, seguía pensándolo mientras ponía el disco en la consola y me repantingaba en el sofá de mi habitación del vicio con mi mejor pijama, dispuesto a machacar todo lo que se moviese durante las próximas 6-8 horas. Me equivocaba. Nier es realmente un action-RPG de pies a cabeza, con su experiencia, sus niveles, su enorme inventario de objetos, sus tiendas. Además, tiene algunos elementos que recuerdan a la saga Zelda (incluso se permiten alguna coña al respecto) y un sistema de combate accesible. Tampoco tiene la duración que esperaba, sino que se va prácticamente hasta las 20 horas si se juega sin entretenerse demasiado y no quiero ni pensar en cuántas si te dedicas a hacer todas las misiones secundarias y sacar los diferentes finales.

Vayamos al lío. El argumento de Nier comienza en un futuro cercano, en una gran ciudad que aparece en ruinas y cubierta de nieve. En un supermercado abandonado y medio derruido, vemos a un padre que cuida de su hija enferma. Tras algunos combates que nos sirven de tutorial, el argumento salta unos mil años en el tiempo y nos muestra aparentemente al mismo padre y la misma hija enferma en un mundo de aspecto medieval plagado de restos de una civilización anterior: la nuestra. El mapa del juego está dividido en los pueblos, las mazmorras y las grandes extensiones de terreno entre ambos. Al principio desplazarnos puede ser un poco tedioso, pero con el tiempo podemos acelerar las cosas usando barcos y montando en enormes jabalíes con una manejabilidad escasa. No son Epona, pero se parecen bastante. 

Técnicamente Nier no es ninguna maravilla. Sus gráficos están quizá un poco por debajo de la media de esta generación y nuestro personaje principal es horriblemente feo. Esto es más una cuestión de diseño, pero me lo llevo aguantando ya unos cuantos párrafos y os prometo que no podía más. Si la alternativa a los personajes de sexualidad dudosa es esto, que viva la androginia. Lo que sí me ha parecido muy curioso es que el aspecto general del juego, sobre todo en lo que se refiere a algunos escenarios, recuerda muchísimo a Ico y Shadow of the Colossus. Los colores presentan ese aspecto ligeramente desaturado, con ese bloom lighting que se puso tan de moda hace unos años. Si a eso le unimos grandes praderas, muchas ruinas, molinos de viento, lenguas extrañas y enemigos que son sombras, el parecido es más que evidente.

Una cosa curiosa de Nier es que el juego alterna entre la vista normal donde podemos controlar la cámara y moverla libremente, y vistas laterales y cenitales. Las primeras se usan sobre todo al entrar a casas, aunque también tendremos que usarlas en alguna anecdótica fase de plataformas. Las segundas son más habituales, y generalmente las encontramos en las mazmorras cuando entramos a habitaciones reducidas en las que la cámara normal sería un caos. Además de estos cambios de perspectiva, hay algunas partes del juego que no se juegan, sino que se leen: tenemos texto blanco sobre fondo negro y una historia que se va desarrollando y que nos pide una respuesta. A vece se trata de adivinanzas, otras veces tenemos que tomar decisiones… Estas fases literarias tienen algún punto gracioso, como que los personajes critiquen lo que el narrador omnisciente dice sobre ellos, pero aparte de eso son un estorbo que rompe el ritmo del juego.

Donde sí destaca el juego desarrollado por Cavia es en la música. Su banda sonora, compuesta por Keiichi Okabe (Tekken 6, Glass Rose), no tiene muchas pistas, pero las que tiene son todas perfectas y siempre muy adecuadas al momento. El juego nos ofrece desde melancólicas melodías corales a canciones algo más alegres tocadas con guitarra o tristes notas de piano. YouTube está repleto de las canciones del juego, así que os bastará con una búsqueda para comprobarlo, pero os dejo aquí y aquí con un par de las canciones que más se escuchan a lo largo de la aventura.

La mecánica del juego es muy básica. Tenemos una historia principal que va avanzando a medida que recorremos el mundo siguiendo las marcas de nuestro útil mapa y un montón de misiones secundarias que la gente de las distintas ciudades nos va encargando a cambio de dinero. En la historia principal normalmente acudimos a la típica mazmorra repleta de enemigos y nos adentramos hasta encontrarnos con el jefe de turno. Una vez vencido el bicho, algo que suele requerir diferentes estrategias, aunque no especialmente elaboradas, obtenemos un nuevo poder mágico para Weiss, el libro que nos acompaña en nuestra aventura.

Esos poderes mágicos complementan a nuestras armas cuerpo a cuerpo (espadas ligeras, espadas pesadas y lanzas) y entre ellos tenemos un poco de todo: desde una lanza mágica hasta espinas que salen del suelo y empalan a nuestros rivales pasando por un disparo continuo de bolas de energía al más puro estilo shmup (hay algunas zonas que homenajean claramente al género). Usar estos podres mágicos gasta nuestra barra de MP, que se va recuperando ella sola con el tiempo y también al matar enemigos.

Tanto nuestros ataques físicos como mágicos pueden potenciarse si dejamos pulsado el botón correspondiente, aunque así quedamos a merced de nuestros enemigos que, aunque no son muy listos, sí son muchos y muy pesados. Un acierto de los desarrolladores es que podemos elegir qué poderes asignamos a los botones superiores del mando. Normalmente nos cubrimos con L2 y esquivamos con R2 (en Xbox 360 imagino que lo harán los gatillos correspondientes), y L1 y R1 quedan libres para que nosotros elijamos qué poderes asignamos a cada uno. Hay poderes que funcionan especialmente bien contra determinado tipo de enemigos, así que es conveniente ir variando en función de lo que necesitemos en cada momento.

A lo largo del juego nos irán dando palabras (sí, palabras) que podremos equipar en nuestras armas, magias y habilidades y que potenciarán nuestro ataque, defensa y otro tipo de atributos. Esas palabras, unidas a las nuevas armas que adquiramos y a cómo las mejoremos, más nuestras subidas de nivel, marcarán la evolución de nuestro protagonista. 

Además de nuestras armas y de la magia de Weiss, a lo largo del juego contaremos también con el apoyo de otros dos personajes: Kainé, una chica que reparte hostias como panes, suelta más tacos que un camionero borracho y viste con tacones y lencería, y Emil, un niño algo blandengue y sensible que al principio convierte en piedra todo lo que mira y que en la segunda parte del juego sufrirá una inesperada transformación. La ayuda de estos dos NPC’s no será decisiva, aunque sí servirán para distraer a las hordas de enemigos, que no es poco.

Uno de los aspectos más importantes de Nier es la recogida de materiales y objetos, que nos sirven para mejorar nuestras armas y también para cumplir las misiones que nos encargan. Esos materiales podemos comprarlos en las tiendas que hay en cada pueblo, conseguirlos eliminando a los enemigos apropiados o localizando unos puntos brillantes que hay repartidos por todo el mapeado. La dificultad de Nier es entre escasa e inexistente. Siempre te dicen qué es lo que tienes que hacer a continuación y morir suele deberse más a una serie de catastróficas desdichas que a que el juego sea realmente exigente. Además, cuando morimos podemos continuar desde puntos de guardado automático que suelen estar muy cercanos, aunque para grabar la partida de forma permanente tenemos que localizar unos buzones mágicos. Tampoco los puzzles, por llamarlos de alguna manera, suponen demasiados problemas. En general consisten en mover cajas para alcanzar lugares más elevados o apartarlas de en medio para poder abrir puertas. Nada destacable.

En general Nier no es un mal juego. Se disfruta mientras se está jugando porque si te dejas llevar es como un paseo: no pide demasiado del jugador y sus mazmorras son tan breves que no llegan a aburrir o desesperar. Sin embargo, casi todos los puntos interesantes de la historia, que los hay, están comprimidos ya casi al final y el resto del argumento es algo pobre. La relación que se establece entre los cuatro personajes principales es aceptablemente interesante y tiene algunos diálogos destacables (en especial cuando el juego se ríe de sí mismo) pero la amistad entre individuos con problemas, el sacrificio, la venganza, etc. son cosas que ya hemos visto tantísimas veces que a estas alturas nos aportan más bien poco. Si el envoltorio en el que se presentan tampoco es una maravilla, el resultado es un producto mediocre, con elementos que sobresalen, como la música o el diseño de algunos escenarios, y otros que están claramente por debajo de lo habitual, como los gráficos. Jugar a Nier no es una mala experiencia en absoluto, pero tengo claro que tampoco es un juego que recomendaría a cualquiera y menos a precio de novedad. [6]