Análisis de nintendogs + cats

Me lo pasé moderadamente bien con el 40/40 más polémico de Famitsu. Brucie era gracioso y obediente, una máquina de ganar concursos y dar patitas. La novedad me mantuvo un buen tiempo enganchado, hasta que se lo enseñé a mi novia y, oh, mujeres, se vició durante un par de días para después aburrirlo de golpe. Tanto, que se me pasaron las ganas de jugar a mí también. Él nunca lo haría, pero yo sí. No lo volví a sacar del cajón. Con todo, me apetecía volver a encontrarme, sin distracciones, con estos perricos. El original, eso no se le puede negar, era perfecto para mostrar las capacidades de DS. ¿Y nintendogs + cats? Obra también del Group No. 1 (han hecho, por ejemplo, los últimos Mario Kart), la secuela de Nintendogs es básicamente lo mismo que su predecesor. Lo primero es ir al criadero a comprar ese mejor amigo. Algo más de 1300 euros —ni rupias, ni puntos, ni estrellas— me costó la preciosa hembra de Husky siberiano que, con todo, llamé McClane. Podría ser Holly. Se mueve de una forma magnífica, el aspecto de su pelaje es muy convincente y hay vida en esos ojillos. Todo se ve bonito, muy resultón, y el efecto de profundidad logra meterte en ese salón; técnicamente está a un nivel más que notable. Una vez en casa, detallados tutoriales nos enseñan cómo acariciar el cachorro, cómo mirar si tiene hambre o sed, cómo satisfacer esas necesidades, cómo jugar con él o ella —con más objetos que en el primero, pero con una interacción igualmente limitada— y cómo dar órdenes. Sigue teniendo su gracia lo de dar instrucciones por voz, lo de manipularlo con una galletita para que aprenda a tumbarse, pero la sorpresa que pudiera causar seis años atrás, simplemente no está.

Yo a St. Ives iba…

Visto más o menos todo lo que se puede hacer en casa, pronto le das al botón de Salir en la pantalla táctil. Eso nos da a elegir entre pasear, ir de compras y participar en concursos. Lo primero ha cambiado más en la forma que en el fondo. Ahora sin mapa y con la cámara detrás del chucho, las rutas son siempre un trayecto recto, por donde avanzamos de forma automática, controlando el movimiento lateral con la correa para procurar que marque territorio en los arbustos y alcance los regalos que hay por ahí. Con el tiempo, nuevos caminos y lugares se van desbloqueando: el paseo por la montaña permite ir al parque para practicar el lanzamiento de disco, y si vas por el centro puedes acabar en una cafetería frecuentada por, true story, como mínimo en mi caso, un bulldog con boina. Bastante bien, eso, porque sabes que algún día te podrás permitir una igual para McClane. Sí, el dinero es importante en nintendogs + cats. Los víveres básicos valen cuatro duros, pero las pijaditas para los animales, los muebles para la casa y sobre todo las mascotas adicionales cuestan una buena pasta. Ahí entran los concursos: el del citado disco, las carreras y las pruebas de obediencia. En los tres casos hay torneos de dificultad creciente, que requieren un perro mejor entrenado pero llenan mucho más los bolsillos. Ninguno, en cualquier caso, es especialmente estimulante o divertido; el primero ya lo tenemos muy visto, el otro, en el que debemos tirar de un señuelo para el corredor lo siga, me parece menos apañado que el viejo circuito de obstáculos y en el último, también familiar, el uso de la realidad aumentada añade cierta gracia a eso de leer las órdenes que van apareciendo en pantalla. Para definir una progresión relativamente calmada, buscando partidas de media horita cada día, o para lanzar un mensaje en contra de la explotación animal, la cuestión es que no se nos permite realizar más de dos competiciones de cada al día. Se hizo esperar un poco, pero por fin llegó el momento de adquirir un felino compañero para McClane. Común, negro y de nombre Zeus.

Gatitos, gatos, mujeres y sacos

El título puede dar a entender que esos cats son la gran novedad del juego, pero lo cierto es que son poco más que un florero. Su relación con los perros deja algún momento simpático y su ronroneo al ser acariciados es siempre agradable, pero no hay nada más allá de eso. No hay pruebas específicas (cuando vendría nada mal un poco de variedad en ese aspecto) y vale, no son lo mismo que un perro, pero es que no aportan absolutamente nada. ¿El resultado? Cuando pensabas que la partida se iba a dinamizar de nuevo, te pegas con el muro de las limitaciones. Ya lo has visto todo, sabes que el perro no crecerá, que pronto te quedarás sin cosas por enseñarle, que acabarás como una de esas viejas con decenas de animales ((Bueno, sí, solo puedes tener a tres a la vez, pero la intención es lo que cuenta.)) y un señor síndrome de Diógenes. Por suerte, la nueva consola aporta algo parecido a soluciones en ese aspecto. Desde chorraditas como usar las tarjetas AR para colocar al perro el casco de Samus o un gorro de Link, hasta las opciones sociales, más interesantes, que ofrece el StreetPass: podemos pasar un rato en compañía, jugueteando en el parque, intercambiar fichas de jugadores y fotos, mandar regalos e incluso desbloquear nuevas razas.

No podemos echar 4 galones en la garrafa de 3

Lo de arriba puede entenderse como una simplicidad excesiva no necesariamente perjudicial —en mi opinión sí llega a serlo—, pero hay problemas que me molestan más en nintendogs + cats. El principal, y no sé cuantas veces lo he dicho ya, es el de tener que acariciar siempre una sombra, una silueta. La mascota está siempre en la pantalla superior, por esas cosas del 3D, y al no «tocarla» «directamente» se pierde gran parte del feeling. Hay que lucir tridimensionalidad, claro que sí, pero no como imposición, no a cualquier precio. Juego casi siempre con el efecto desactivado, así que agradecería muchísimo tener la opción de trasladar mis perros y gatos a la pantalla táctil. Tampoco entiendo la ausencia de auto-guardado en un juego que debería poner las cosas fáciles a cualquier tipo de usuario. Sí, el botón para salvar los datos está casi siempre visible, pero un pobre gatito murió por un despiste, y me temo que no será el último. DEP. Hay menos de lo que debería en nintendogs + cats. Sigue siendo una adorable extrañeza que cumple con los servicios mínimos de un simulador, pero los añadidos son demasiado superficiales y poco importantes como para compensar esa extrema sensación de been there, done that. [6]