Nodebuster es un incremental game. También es un experimento, bastante exitoso, que su creador publicó el pasado verano; una experiencia breve —entre las tres y cinco horas, en función de la forma de jugar de cada uno—; un pozo muy cómodo al que lanzarse si nuestra cabeza está algo saturada; una experiencia divisiva, capaz de calmar la mente más empantanada y, a la vez, espantar a quienes no soporten la ingente cantidad de ruido y elementos en pantalla que acaba teniendo; y, además de todo esto, Nodebuster es un juego en el que tenemos que tendremos que destruir nodos, una suerte de enemigos en forma de distintas figuras geométricas. Y es realmente entretenido.
A diferencia de otros juegos de este género —los antes citados incremental games en los que todo va siempre a más: conseguimos una determinada moneda con mucho esfuerzo para después invertir nuestras ganancias en mejoras que harán que sea más sencillo conseguir más, lo que permitirá que consigamos nuevas mejoras que acelerarán el proceso; una constante recolección de recursos para obtener herramientas que optimicen todo el proceso—, en Nodebuster nuestro dedo índice puede respirar tranquilo. Este mismo año hemos hablado de Stimulation Clicker, presente en el primer Podcast Reload del año, o de Digseum, dos juegos en los que a mayor número de clics, más rápido será nuestro progreso. En Nodebuster basta con mover el ratón a lo largo de la pantalla.

El gameplay es sencillo: controlamos un recuadro que hace las veces de mira, cada pocos segundos se produce un disparo que afecta a todo lo que esté dentro de dicho cuadrado, los enemigos —al principio unos pequeños cuadrados rojos— aparecen poco a poco y se pasean por la pantalla, al destruir a un enemigo podremos recoger los recursos que deja si pasamos por encima de ellos y las rondas duran hasta que nos quedemos sin vida. La base no tiene más, pero, por suerte, esto es únicamente el principio.
Si bien es cierto que las primeras runs son muy cortas, Nodebuster no tarda en coger ritmo. Conseguimos eliminar a unos cuantos cuadrados antes de que acaban que nuestra barra de salud, adquirimos mejoras que nos permitan tener más potencia de ataque, más vida, nuestra resistencia a los ataques o que aumente la frecuencia con la que aparecen los cuadrados en pantalla y cuando nos queramos dar cuenta habremos derrotado al primer boss —también es un cuadrado, iba a decir que rosa, pero igual es magenta— y desbloqueado el primer nivel de prestigio. Cada nivel tiene un boss que aparecerá cuando la barra de progreso situada en la parte inferior de la pantalla llegue a su fin, si lo eliminamos terminará la run y podremos jugar en un nivel más difícil, con enemigos más duros, pero también con más recompensas. Ahora sí comienza el entretenido y trepidante bucle de Nodebuster.
Los cuadrados rojos son solo el principio. Pronto estos enemigos comienzan a crecer en tamaño, una forma muy lógica de mostrar que son más difíciles de eliminar, de hecho nuestros ataques al comienzo borrarán parte de su relleno, pero no acabarán con ellos del todo. Más adelante nos enfrentaremos a otro tipo de amenazas: círculos que explotan al ser destruidos, pentágonos y octógonos reservados para prestigios más avanzados, figuras azules que generan otro tipo de recurso u otras amarillas mucho menos frecuentes que se utilizan para un tercer tipo de recurso. Todo sucede poco a poco, facilitando su asimilación, de tal forma que quien juegue de principio a fin no tendrá problema en leer lo que ocurre en pantalla, mientras que quien vea una run en el prestigio 25 sin tener conocimiento previo del juego quizá entienda lo mismo que aquella persona ajena al LoL cuando ve un vídeo con las mejores jugadas de Faker en la final del último mundial de League of Legends.
Tras un principio un poco lento, Nodebuster coge ritmo y ya no para hasta el final. El árbol de mejoras no deja de crecer y crecer, lo que nos permite superar los niveles y hacer que la rueda no deje de girar. Si optamos por repetir algún prestigio ya superado obtendremos suficientes recompensas como para dar un salto de calidad que nos ponga las cosas fáciles. Sin un boss que limite el nivel, las runs en niveles ya superados terminarán cuando se acabe nuestra vida —es lo más habitual, salvo que la diferencia de nivel sea excesiva— o si optamos por pulsar el botón en el que se puede leer «terminate». En los prestigios que resultan demasiado sencillos una vez hemos progresado lo suficiente en el juego pulsar este botón es casi una obligación moral, es lo más parecido a ver a un adulto versado en un deporte jugando contra niños; hay que saber jugar en la liga que te corresponde.




Nodebuster no es una carrera infinita hacia la acumulación de recursos. Según vayamos subiendo de nivel con la experiencia que acumulamos, podremos desbloquear algunas mejoras que profundizan en la partida con elementos externos al juego de disparos contra estas figuras geométricas. Desbloquearemos retos, un menú en el que invertir nodos para transformarlos en criptomonedas —los enemigos amarillos posibilitan que aumentemos la velocidad de conversión— que a su vez sirven para desbloquear mejoras bastante avanzadas y, sobre todo, para acceder al final del juego. Por si acaso, aviso de spoiler; necesitaremos este tipo de moneda para financiar un laboratorio que pretende investigar un virus que nos permitirá romper el bucle.
El ingenio detrás de cada mejora, el descanso que supone para el dedo índice y los estímulos sensoriales de Nodebuster componen una experiencia redonda. Es cierto que es una propuesta divisiva, habrá mucha gente que lo encontrará atroz y molesto, mientras que otros disfrutarán del bucle de este incremental game por cómo no deja de crecer la escala de las cosas y/o por lo relajante que puede resultar. Y esto no es malo, ¡ojo! Tampoco es algo exclusivo de este género, también hubo gente que no pudo tragar Unpacking por el estrés que les generaba la acumulación de cajas, mientras que otras personas encontraron en él un remanso de paz digital. Mi saturada y sobreestimulada cabeza encuentra esa calma en este torrente de estímulos, en la constante aniquilación de figuras geométricas —por suerte carecen de rostro, si fueran las de Is This Seat Taken? cambiaría la cosa—, en el sonido que hace las veces del hipnótico crepitar del fuego en una chimenea o del palomiteo de una buena partida en Vampire Survivors.
Este tipo de juegos son un reflejo de nuestros tiempos. Por un lado, todo consiste en ir siempre a más, quizá lo más alejado a lo que entendemos por una experiencia wholesome y relajada, aunque muchos encontremos más tranquilidad en estos juegos que en uno de gestionar una granja; de la misma forma que hay quien requiere silencio total para concentrarse y quien precisa música para centrar la neurona —esto no es cuestión de las secuelas de TikTok en nuestra capacidad de atención, ya que a mí me pasaba mucho antes de tener siquiera un smartphone—. Por otro, centrándonos en Nodebuster, la idea erradicar oleadas de enemigos sin rostro casa perfectamente con la deshumanización que impera en gran parte de la actualidad informativa sobre ciertas situaciones geopolíticas recientes. El juego no va por ahí, no busca transmitir ese mensaje, pero uno puede pensar en muchas cosas mientras mueve el ratón de lado a lado para destruir cuadrados rojos durante cuatro horas seguidas; algo que, de hecho, sería una tarea ideal para los trabajadores alienados de alguna serie de oficina que critique el modelo que plantea el sistema en el que vivimos.
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Pintaza, gracias por el aviso. Por 3€ cae.