Not For Broadcast es un videojuego único. En él, somos la persona que, desde la sala de realización, prepara en directo lo que se emite en televisión; la que pincha las cámaras del estudio en la emisión que se ve en las casas para que se vea quién habla y haya buen ritmo, pero también la que pasa a publicidad cuando toca, la que se encarga de las interferencias en la señal antes de que los telespectadores lo noten y la que aporrea el Gran Botón Rojo cuando en pantalla alguien dice una palabra malsonante. Es un videojuego británico, así que hay muchas palabras malsonantes; algunas, bastantes, son malsonantes por motivos que casi no sabrías ni definir. Hay anuncios desternillantes de toda clase de productos inventados, deportes con normas literalmente incomprensibles y políticos que salen en directo con una pinta de más en la mano y otra en el estómago, y con la lengua suelta y preparada para soltar los improperios que tú tienes que censurar mientras, desde la cámara 1, los presentadores del telediario miran boquiabiertos.
Es un planteamiento francamente brillante. La ejecución no es menos rotunda, por cierto: no hay muchos botones que tocar, pero cuando te los aprendes todos el juego se convierte en un ejercicio de gestión agotador, caótico y francamente divertido; algo así como una mezcla entre Octodad y Dance Dance Revolution. Not For Broadcast se publicó originalmente hace unos años, primero en acceso anticipado hasta que, a principios de 2022, llegó a su versión final; la nueva versión para realidad virtual ha sido mi primer contacto con el juego, y me alegro de que haya sido así: el plus de inmersión que gana algo como Not For Broadcast en Quest 2 hace que la experiencia sea más intensa, seguramente más confusa también pero sobre todo más intensa. Constantemente te mueves de unos controles de la mesa a otros, lanzando miradas al reloj para ver cuánto falta hasta que tengas que pinchar tal avance de una película o dar paso a publicidad, ajustando la señal mientras te aseguras de que no pasen más de diez segundos con la misma cámara en pantalla, subiendo y bajando volúmenes para no perderte ninguna blasfemia y poder censurarla antes de que llegue a los oídos del gran público.
La emisión te requiere tanta concentración que a menudo no tienes ni siquiera tiempo de comprender lo que estás montando; no escuchas frases completas o discursos sino simplemente palabras sueltas, que tu cerebro clasifica en dos categorías (palabrotas/no palabrotas) y a otra cosa. Tu objetivo no es juzgar sino ganar audiencia. Si la flecha va para arriba, tú estás bien; si va para abajo, estás mal. Pero Not For Broadcast, que por lo demás es un juego relativamente neutro, se guarda el derecho de introducir la vida fuera de la tele en algunos momentos, entre emisión y emisión. En ellas, mientras estás en tu casa, van llegándote pinceladas de temas que has visto ocurrir —y que has ayudado a difundir por televisión— mientras pinchabas cámaras y toqueteabas los controles de la sala de realización. Los problemas reales que surgen como consecuencia de las gansadas televisivas de los políticos que salen en televisión se te cruzan, te manchan, te obligan a tomar decisiones; son los momentos más oscuros y graves de Not For Broadcast, a veces demasiado oscuros y graves, y hacen un contraste muy notable con las emisiones, mucho más humorísticas y chifladas.
El conjunto, al final, tiene algo de comedia absurda (ayuda que todas las emisiones sean grabaciones de gente real, con actores interpretando con una gracia sorprendente los distintos personajes que van apareciendo en el juego; hay decenas de horas de vídeo aquí, suficientes para que notes cómo algunas escenas son consecuencia de tus decisiones en emisiones anteriores: puedes hacer caer en desgracia a alguien si no pinchas su mejor cara, por ejemplo, o si «te olvidas» de pasar a publicidad y el personaje empieza a soltar obscenidades pensando que está fuera de antena) y algo de distopía detectivesca, cuando te pasas por los archivos en tus horas libres para examinar en detalle las emisiones, buscando información y pistas en las grabaciones de cámaras que durante el directo estaban silenciadas, espiando en diferido a los personajes que aparecen en ellas. No es Papers, Please, pero sí se nota interés en darle un contexto a los chiflados sketches de Not For Broadcast para dejar claro que la televisión tiene suficiente poder para crear opinión, para forzar corrientes, para hundir carreras y, si nos ponemos, hasta para iniciar revoluciones.
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La verdad es que suena super atractivo aunque un poco estresante, que es lo que toca, claro. Apuntado queda.
@darkcooledge
Es estresante de cojones, PERO no en plan oscuro sino de risas; te agobias y la cagas y normalmente el resultado es muy gracioso aunque las cosas no salgan como querías.
Joder, qué buena pinta y qué buena idea, cómo no se le había ocurrido antes a alguien.
Y que encima tenga algo de miga narrativa ya es la guinda.
Imagino que estará en un perfecto y británico inglés, no?