Ojiro Fujimoto ha vuelto para demostrar que los conceptos más simples pueden ofrecer una gran profundidad, también en móviles y, cómo no, también en formato vertical. El creador de Downwell ha vuelto a colaborar con Devolver Digital (y ahora también con Netflix) para llevar a móviles su nuevo título dándole la vuelta (jeje) a la idea de su primer juego, aunque en el caso de Poinpy la premisa es tan aterradora como adorable: sin olvidar la verticalidad, tendremos que ir ascendiendo mientras huimos de un terrorífico monstruo que solo nos dejará vivir si le preparamos el zumito que le apetezca en cada momento.

Moppin se aleja de una estética más tétrica, plana y oscura para pasarse a un diseño tan colorista que resulta inherente a la propia esencia del juego, porque aquí siempre nos da pistas sobre lo que nos iremos encontrando por el camino, tanto frutas como enemigos, y hasta multitud de lanzaderas o lianas que nos ayudarán a llegar a lo más alto.

En Poinpy siempre partiremos desde el suelo, y comenzaremos con un tutorial que solo nos permitirá dar un salto hasta la siguiente vez que toquemos el suelo, todo esto mientras vamos cogiendo las frutas que nos pida el monstruito azul, de nuevo, siempre de una vez antes de que nuestros pies vuelvan a tocar tierra firme. Rápidamente nos irán dando más y más saltos (hasta 10 en total, sin contar los objetos equipables) para que el tiempo en el aire sea todavía mayor y podamos ir acumulando cada vez más frutas.

Sin embargo, como ya pasaba con Downwell, aquí la identidad y lo que hace de Poinpy un brillante juego de plataformas es la permanente sensación de flow, y eso es algo que no se consigue solo de salto en salto. Hay que señalar que, en el momento de caer sobre un enemigo, vasija e incluso ciertas burbujas que sobrevuelan el escenario, podremos ir recargando saltos, así que jugando bien con todos estos elementos, además de rebotes en las pareces o las lanzaderas/lianas/cañones que nos iremos encontrando, se puede conseguir la gratificante recompensa de terminar con más saltos de los que teníamos al principio de la primera batida (siempre y cuando, claro, hayamos dirigido bien el primero de ellos) sin tener siquiera que tocar la pantalla durante un rato.

Lo cierto es que Poinpy, además de ser un arcade de plataformas, también es un juego de decisiones, decenas de ellas, y constantemente durante cada partida. Solo antes de empezar, tenemos la posibilidad de elegir entre multitud de objetos para equiparnos que cambiarán completamente nuestra forma de jugar en cada caso (atraer frutas al rebotar en pareces o al iniciar el salto, que aparezcan más frutas o enemigos, saltar más alto y un largo etcétera), aunque las decisiones más importantes las tendremos que tomar dentro de cada ascenso. ¿Uso el culetazo para caer sobre un enemigo que ya ni veo en pantalla teniendo en cuenta que volveré al punto de origen con un salto más, o no me arriesgo a pisar el suelo y perder lo que llevo en este tiempo en el aire? ¿El disparo de este cañón llegará hasta la vasija o me quedaré en la estacada? ¿Intento alcanzar esa burbuja o priorizo llegar a la transición entre escenarios, que suele recargar algunos saltos?

Las decisiones son estas y unas cuantas más, pero Poinpy consigue que, lejos de suponer una carga dentro de nuestras ganas de echar un ratito de apagar el cerebro, nos estimule mientras presenta todos sus elementos en pantalla con una claridad honestamente admirable. Lo nuevo de Fujimoto está plagado de pequeñas y brillantes ideas que sirven para refrescar los arcades y dignificar un poco más los juegos para móviles, aunque tal vez, cuando Netflix dé por terminado el secuestro, se pueda jugar también en otras plataformas.