Análisis de Prototype

Si no conoces a Prototype a estas alturas no lo vas a hacer nunca. Por algún ignoto motivo tanto él como inFAMOUS, juego que intentaré no mencionar demasiado por mucho que me tiente, se han encontrado con una expectación sorprendentemente alta. Es posible que Crackdown, obra maestra atemporal, tótem de la pandilocura, haya abierto los ojos al vulgo, que descubre ahora lo fascinante (y significativo desde el punto de vista del psicoanálisis) que es liberar un poder aterrador sobre una masa histérica, como en Hulk o Cariño, he agrandado al niño. El primer contacto con Prototype es fantástico, porque ya en la primera fase jugable se te permite catar los grotescos poderes que irás ganando a medida que avances en la trama. ‘Toma chaval, la primera es gratis’, y derribas helicópteros y lanzas tanques a unos mutantes enormes en el medio de una Quinta Avenida enloquecida cuando ¡ay!, vuelves a ser un pringado. Es un poquillo frustrante, sí, pero tiene mucho sentido desde el punto de vista de Radical Entertainment: la promesa de volver a ser una imparable criatura satánica queda suspendida en el aire lejos de tu alcance, pero es un acicate para seguir. Tus exagerados poderes vienen a ser a fin de cuentas el motor del juego, estés consiguiéndolos o empleándolos. Están bien diseñados, permiten un poco de juego táctico —sólo un poco— y el sistema de control, que en esa fase introductoria parece demasiado complejo (porque te enfrentas a demasiados elementos de golpe), acaba descubriéndose después como un diseño bastante potente y una forma cómoda de desplegar todas las habilidades de Mercer, que son unas cuantas y requieren de muchos botones. Vais a usarlas todas, porque la escala del conflicto se dispara bien pronto, aunque los motivos no estén nunca demasiado claros. Este embrollo no se debe a la forma en que se ensambla la historia, que requiere que un amnésico Mercer absorba a unos cuantos individuos relevantes para completar sus recuerdos, sino al poco interés que suscita. A medida que el héroe, tipo soso como pocos, se sumerge en su propio pasado descubrimos un barullo de conspiraciones y secretos, corporaciones y militares, experimentos genéticos gone wrong y (otro clásico a estas alturas) niñas misteriosas con más misteriosos poderes. Es un argumento vacuo y confuso ((¡Superficial y pedante, superficial y pedante!)) en su intento de hacerse pasar por uno intrigante, y lo que hace es llevarte por ahí a ciegas, sin saber muy bien por qué estás donde estás o cuál es tu objetivo, más allá de llegar al punto de control indicado. Como además nunca llegas a apreciar a Alex ni a respetar a sus enemigos es probable que acabes jugando al Rhythm Paradise durante sus cinemáticas, lo cual es una actividad muchísimo más sana. A todos los efectos es un juego muy frío, más allá de su argumento. Manhattan debe ser a tenor de lo visto el juego la ciudad más siniestra de la Tierra. La agilidad del protagonista hace que robar coches sea innecesario (además de imposible) ya que puedes saltar de azotea en azotea y escalar corriendo por las fachadas, así que tu contacto con el suelo será breve y furioso, y aun así te sobrará tiempo para apreciar lo vacío que está todo y la escasez de pasatiempos de los peatones, que dividen su tiempo en vagar con la mirada ausente y correr despavoridos. Los edificios que ocupan la pantalla la mayor parte del tiempo carecen de detalle y son poco más que bloques rectangulares envueltos en una textura de paredes y ventanas, en hileras clónicas e interminables. En las azoteas encuentras todo el rato los mismos generadores, unidades de ventilación y torres de agua, así que vuelas de fase en fase u organizas un caos irracional sin motivo alguno porque no hay absolutamente nada que hacer o ver y ningún sitio interesante adonde ir. A juzgar por lo que vemos en Prototype, Nueva York debe ser un ascazo. A lo mejor toda esa tirria se debe a la paleta de colores. Es horrendo ver cómo el marrón destroza juegos que de otra manera podrían ser bonitos. Bebo para olvidar esas pantallas deprimentes con las que me castiga la next-gen. ¿Por qué tiene que ser marrón Prototype? ¿No está basado acaso en una isla de Manhattan perfectamente normal? ¿Por qué no aprovecharlo en favor del argumento? La ciudad se deteriora a medida que superas misiones y se encarnizan las batallas, así que ¿por qué no usar ese filtro de forma gradual? Ver cómo una Manhattan luminosa (desconozco si es luminosa, aunque me imagino que todos esos taxis no le harán ningún favor) se transforma en una más inquietante a medida que los mutantes y Mercer siembran el caos. En cambio tenemos una atmósfera de páramo desolado durante horas y horas. Una prueba más, en fin, de la manifiesta superioridad de Crackdown y su chillón colorido sobre cualquier otra cosa del mundo. Casi todo hasta ahora han sido palos, y eso no es justo. Lo cierto es que el juego, a pesar de una atmósfera y una presentación aburridísimas, se sostiene perfectamente gracias a la acción, especialmente en el último tercio del juego. Alex Mercer es entonces una bestia parda, y la soltura con los controles permite secuencias de acción inspiradas y eléctricas, con poderes, piruetas, lanzamientos y carreras. Transformarse en una criatura horrible, emplear un combo cuerpo a cuerpo contra un mutante, lanzar un coche sobre unos cuantos soldados para, justo después, recuperar salud absorbiendo a un viandante mientras corres hacia un tanque que quieres lanzar contra un helicóptero de combate. Casi tardas más leyéndolo que haciéndolo cuando tienes la práctica suficiente. No recuerdo ningún juego similar que permita combinaciones similares, y salvo la incógnita de Just Cause 2 ((Recomiendo encarecidamente que veáis el developer walkthrough en GameTrailers.)) tampoco hay nada en el horizonte que pueda prometerlo. La pregunta ahora es: ¿es el combate tan atractivo como para compensar la insipidez de todo lo demás? En general, sí. Es inevitable suspirar de vez en cuando por una historia mejor, una ciudad más bonita, un desarrollo más variado o un mínimo vínculo emocional, pero también es cierto que esos momentos de duda se desvanecerán con la primera mutilación. Es una diversión vacía, bastante estúpida, aunque diversión al fin y al cabo. Pero vacilo a la hora de recomendarlo: son sesenta eurazos, e inFAMOUS parece mucho más agradable, con aroma de cómic y una presentación atractiva. Y aún me toca ahora jugar a Red Faction: Guerrilla. Si has venido hasta aquí para decidir cuál comprar, mala suerte, yo estoy en el mismo brete o lo estaría si tuviera que pagarlos. Supongo que cuando llega la hora de la verdad sólo una cosa importa: la sra. Timbol. Y no sale en ninguno de los tres. Nota: 7