Análisis de Q.U.B.E.

Qué cojones: me siento orgulloso de trabajar en una web cuyo juego del año fue Portal 2. El regreso de Chell y GLaDOS nos llegó al alma con la misma intensidad, o más, que el juego original, y consagró una pequeña saga maestra en el mareante cofre de las maravillas que es el portafolio de Valve. Por eso es lógico que siempre haya quien copie al mejor, porque al fin y al cabo todos teníamos siempre a mano el teléfono del empollón de la clase. Este es el caso de Q.U.B.E. (Quick Understanding of Block Extrusion), un título indie que, lejos de inspirarse en Portal, directamente le golpea en la cabeza con un pedrusco, lo cuelga de un árbol, lo abre en canal, se viste con su piel y sale a pasear por el parque. Si haces un FPP o first person puzzle sabes que todo el mundo te va a medir con la misma vara y que las comparaciones con Portal van a ser tan odiosas como inevitables, así que los muchachos Toxic Games debieron de pensar que lo más sabio y lo más honesto era «dejar de preocuparse y amar la bomba». Y quizá ese sea el gran problema de QUBE: una sumisión tan obcecada y total a la obra de Valve que incluso cuesta de asimilar. La estética es un plagio absoluto, con sus escenarios de blancos de ambiente aséptico, compuestos por cámaras que se van abriendo a medida que resolvemos los rompecabezas. La arquitectura carece de esa inteligencia que rebosaba Aperture Laboratories, y es más bien una réplica de estructura aleatoria que muta al pasar de una sala a otra, fruto de los inescrutables designios de un mecanismo tan colosal que ni siquiera tenemos conciencia de su verdadera dimensión. ¿A que os suena? Pero la cosa no ha hecho más que empezar. Tras un segmento en el que nos dejan prácticamente a oscura y hay que ir siguiendo una serie de lucecillas (quizá el momento más estimulante del juego) llega el colofón: en cierto momento las cámaras de pruebas empiezan a resquebrajarse y accedemos a zonas con cables sueltos y piezas defectuosas donde se puede ver cómo funciona la maquinaria tras ese montón de paredes móviles. No, en serio: la expresión rip-off aquí se queda corta; es un caso tan sangrante de plagio estilístico que tuve que salir del juego un par de veces para asomarme a su web oficial y confirmar que Gameloft no tenía nada que ver con todo esto. Maldita sea, si hay hasta robotitos redondos con un solo ojo luminoso. Desconozco si en Toxic Games tienen director artístico o guionistas, porque ni siquiera hay un ténue resquicio de historia más allá de un final bastante previsible, pero el hecho de que tampoco nos cuenten nada hace parecer al juego el hijo autista de Portal. Eso sí: si llego a oír a una mujer de voz computerizada ironizando sobre mi estado de forma, no sé si habría podido soportarlo. Pero afortunadamente Q.U.B.E. tiene un gran salvavidas, el mejor que puede tener un juego: que no solo es divertido sino, algo muy importante en este género, también satisfactorio. La desfachatez no ha llegado hasta la mecánica de juego y sus puzles no se basan en portales sino en cubos con diferentes propiedades que debemos utilizar para alcanzar la salida o llevar una pelotita de un área a otra. Unos sirven como muelle, otros giran parte del escenario y otros con mucha suerte triplican su longitud por defecto. Hay más variantes, e incluso zonas con rompecabezas magnéticos o con efectos de espejo usando rayos de colores que deben activar algún generador. (Sí, sí: otro dejà vú.) Aquí el factor plataformero está muy minimizado respecto a Portal, centrándose mucho más la parte lógica y puramente cerebral que en la habilidad o las carambolas con las físicas, algo que le otorga un poco de personalidad, que buena falta le hace. Técnicamente el juego se mueve con una solvencia total, casi al nivel de su totémica referencia indiscutible, y con los gráficos a tope igual os lleváis alguna que otra grata sorpresa gracias al jugueteo geométrico al que a veces nos somete el escenario durante las transiciones entre sectores. La música es otro acierto absoluto, con minimalistas tonadillas que se le meten a uno en la quijotera sin llegar al estorbo, y que incluso condimentan de puta madre esos ratos de cavilación que pasa uno buscándole las tuercas al aparato. Q.U.B.E. le va a parecer insultante a aquellos con una estima algo destructiva por el trabajo de Gabe Newell y compañía. Es un sablazo descarado en toda regla, un placaje letal a su propia materia creativa, pero a poco que uno lo juegue sin prejuicios va a pasar tres o cuatro horas maravillosas, porque es un juego que en su esencia más profunda, en el diseño de las pruebas y el planteamiento de sus procesos es tremendamente vivaz y disfrutable, y sabe acariciar con apabullante precisión esa fibra que te hace sentirte un puto genio cada vez que resuelves un problema. A pesar de su mezquindad estética, Q.U.B.E. es una fantástica experiencia, adictiva y satisfactoria a la que deberíais darle una oportunidad si vuestros principios os lo permiten. Y si no, que se joda Portal: no haber sido tan bueno. [7]