Análisis de Red Faction: Battlegrounds

En la gran sala de análisis de AnaitGames las puertas se abren y el eco de los pasos resuena en el marmol blanco, reverberando hasta las altas cúpulas y haciendo vibrar el fino cristal veneciano de las lamparas que arriba pendulan. Los jueces están en su sitio e invitan al examinando a que se presente y exponga su discurso. Red Faction: Battlegrounds sube a la palestra frotándose las manos, nervioso, pero seguro de su posición e influencia como el hijo menor de una familia querida y poderosa. Observa largamente los ojos nebulosos de los académicos, sus barbas longevas, sus togas cubiertas de migas de Doritos, y comienza su argumentación: se postula como un pequeño —muy pequeño— aperitivo del que disfrutar antes del gran banquete que se supone será Red Faction: Armageddon, una probadita de destrucción y pandilocura marciana en la cantidad justa para dejarnos deseando más: más explosiones, más caos, más batallas, más Marte, más Red Faction. Durante unas horas desgrana sus excelencias y sus vicios; explica sus mecanismos internos, sus estrategias para divertir al usuario. Señala su simplicidad y su corto desarrollo como dos ventajas más de un juego que quiere dejarse de complejidades para ofrecer una experiencia directa, rápida y ante todo divertida. Acabado su tiempo de argumentación, el interfecto abandona el estrado y la sala bajo la severa —pero sin duda, justa— mirada de los peritos. El presidente del tribunal se levanta, arruga los papeles que hay sobre el estrado y los empuja violentamente fuera de la tabla. Los magister lloran y se arrancan mechones de su rostro, clamando al cielo:

¡Ha fallado! ¡Ha fallado en su cometido!

Ha fallado —dice uno— por su falta de ambición. Quería venderse como un Micromachines con metralletas y cañones, y dista mucho de ser algo así. Puede que haya muchos vehículos, pero sus diferencias son mínimas. El más rápido es el más flojo, el más fuerte el más lento, y el resto no son más que iteraciones entre medias. No hay características especiales que discriminen uno de otro, ni ataques secundarios que permitan usar estrategias únicas. Tan malo es el balance que jamás un vehículo débil pero veloz podrá superar a otro con fuertes defensas y una gran potencia de fuego. Y no me hagáis hablar de su control; es sencillo y funcional, y el autoapuntado ayuda bastante, pero más de una vez fallará cuando necesites precisión absoluta en las distancias cortas y medias. Y no sólo eso —replica otro—, ¿Qué me decís de los modos de juego? El modo de un jugador es un tutorial que, si bien es útil para hacerse con los controles y entender las mecánicas de juego, se hace largo, repetitivo y pesado; solo cuatro tipos de juego —extremadamente simples— para 16 niveles. Su único interés radica en acabarlos todos con medalla de oro para sacar toda la experiencia posible y desbloquear contenido para el modo multijugador. ¡El modo multijugador! —el presidente golpea enfebrecido su mazo contra la mesa— ¡Ese modo presenta carencias, tanto en online como en local! Sólo podremos combatir cuatro jugadores a la vez, limitando la acción; los ítems son básicos —minas, minas de activación retardada, überbomba, velocidad, salud, escudo y reparar escenarios ((Una solución tosca pero eficaz para renovar mobiliario, ya que dado el pequeño tamaño de los mapas estará todo manga por hombro a los pocos segundos de juego.))— y los niveles son pocos y diseñados de forma genérica, funcional, ¡sin alma! De los escasísimos cinco modos de juego que hay, sólo «Rey de la colina» se desvía un poco —poquísimo— de lo previsible, el resto son variaciones de «Captura la bandera» y «Todos contra todos». Es soso, y cansa pronto. Debemos suspenderle. ¡Esperad! —clama el más joven de los togados— ¡Esperad! Nuestro juicio no puede ser así de inmisericorde. Sólo hemos señalado sus desgracias, pero ¿Y sus éxitos? Sus gráficos son adecuados, y sin desmedirse en su virtud, son agradables y no se resienten ni durante la más loca de las balaceras ((Bueno, quizá baje un poquito el framerate.)). La música acompaña de forma digna aunque no destaque, y el número de jugadores en pantalla, aunque limitado, es el adecuado si tenemos en cuenta el formato de juego, el tamaño de los mapas y la comodidad del jugador ante la cámara, que con sus más y sus menos se las apaña para abarcar la acción sin mucha dificultad. Y el juego multijugador es sencillo de usar: es fácil crear partidas o unirse a otras ya creadas, y las opciones que podemos alterar al configurar la partida ((En realidad todas muy básicas: alargar o acortar el tiempo que dura cada partida, limitar la elección de montura a una gama concreta de vehículos, alterar el daño que se hace o se recibe… Cosas así.)) permiten insuflar algo de variedad. ¡Debemos suspenderle! Clama el coro. Yo declaro —alza la voz de nuevo el único evaluador sin barbas canosas— que a pesar de notarse a cien leguas que ha sido desarrollado sin pasión y de forma genérica, a pesar de ser un juego simple y no solo sencillo y a pesar de estar seguro que acabará cansando al jugador con relativa rapidez, declaro, repito, que este juego puede servir de divertimento ocasional, sobre todo para echarse unas partidillas rápidas con los colegas gracias a su multijugador a cuatro bandas, y que no merece ser suspendido. ¿Qué decide el tribunal? La puerta de la sala se abre y entra de nuevo Red Faction: Battlegrounds. No hay silla en la que escuchar el veredicto y se siente más reo ante un juez que aspirante ante un examen. La mirada del presidente cae sobre él como el golpe de un martillo avestruz. «Red Faction: Battlegrounds, este tribunal ha escuchado con atención y paciencia sus argumentos y ha deliberado largamente. Ha demostrado usted ser un juego con pocas pretensiones. Tan pocas que ni siquiera se ha exigido lo suficiente como para alcanzar el mínimo de calidad que demanda esta institución. Si bien es cierto que luce y suena como debiera de lucir y sonar un juego decente, jugar con usted se hace a medio-corto plazo aburrido, cosa intolerable en juego alguno. Algunos de nuestros miembros han abogado por su capacidad de divertir en sesiones cortas a pequeños grupos de amigos, capacidad que consideramos cierta; sin embargo creemos que existen opciones mejores para tal cometido y que siendo está su única misión, no la cumple con la eficiencia prometida. No es usted un buen juego y no le recomendamos, pero tenemos la bondad de no suspenderle, ya que desde el principio prometió ser sólo un pequeño entretenimiento y contará con las simpatías de unos pocos, entre fans de Red Faction y nostálgicos que añoran la opción de poder jugar varios en un mismo salón, en una misma pantalla, a algo que no sea una casualada de Wii ((Como yo.)).» El tribunal se retira, el menor de los magistrados mira con tristeza al juego analizado y un «podías haberlo hecho mejor» surge silencioso de sus labios. En la puerta, cabizbajo y decepcionado consigo mismo, Red Faction: Battlegrounds recibe una misiva cerrada de mano del mayordomo de sala. La abre y la lee, es su nota. [5]