Análisis de Scott Pilgrim contra el Mundo: El videojuego

La mayoría de vosotros conocéis a Scott Pilgrim. Los que no reconozcáis el nombre, primero pasaos por aquí, después os compráis los seis tomos que componen sus aventuras y os los leéis con voracidad, y cuando ya hayáis cumplido, volvéis para leer el análisis. Sólo de esa manera seréis capaces de sacarle todo el jugo al que es probablemente uno de los mejores beat ‘em up 2D de los últimos 20 años. Pero por favor pasad, pasad. Poneos los batines. Encended vuestras pipas e id sirviéndoos una copa. El análisis está a punto de comenzar. Scott Pilgrim Contra el Mundo: El Videojuego es el típico ‘yo contra el barrio’ de scroll lateral en 2D que se mueve gracias al mismo combustible que su historia madre: el amor. La principal diferencia es que, mientras que en el cómic el amor en sus distintas formas y los quebraderos de cabeza que éste provoca conforman la urdimbre de la historia, en el juego el amor es la materia prima usada para construir todos y cada uno de los elementos que lo componen. Como bien sabréis, el apartado gráfico es obra de ese maestro del píxel llamado Paul Robertson. Y se nota, vaya si se nota. La fidelidad estética con el cómic es absoluta. Todos los personajes, desde los protagonistas hasta los secundarios que aparecen de fondo de forma recurrente, así como los escenarios que atravesamos en nuestro periplo repartehostiejas son perfectamente reconocibles. Todo está recreados con estilo y gusto, hasta el punto de que prácticamente en cualquier momento podríamos pausar el juego y hacer un fondo de pantalla con la escena. Las animaciones son fluidas, geniales en su sencillez y los diseños de los enemigos, variados y rebosantes de carisma. Más de una vez nos dará la sensación de haber caído dentro de uno de los maravillosos cortos del señor Robertson. Simplemente de 10. El diseño sonoro no se queda atrás ni por un momento. Los efectos de sonido son perfectos y el diseño de sonido en general está muy cuidado, cosa no muy difícil de hacer en un beat ‘em up. Sin embargo, la verdadera protagonista de este apartado y que os sorprenderá para bien es la banda sonora. Enorme el trabajo realizado por los chicos de Anamanaguchi. Han compuesto un repertorio de temas que, aparte de encajar perfectamente con cada escenario y cumplir la función de subrayar lo que sucede en pantalla, brillan con luz propia como auténticos TEMAZOS. La Canción Principal de Scott, El Tengu Frito o el tema Twin Dragons son sencillamente como para ponerlos en el coche e irse de marcha sin pensárselo dos veces. Pero donde Scott Pilgrim Contra el Mundo realmente lo parte es en el apartado jugable. Diseñado para progresar contigo. Para que aunque no hayas jugado en tu puta vida a la consola puedas disfrutar de él y exprimirlo al máximo. Tienes tres niveles de dificultad para elegir; Tío corriente es sencillo para alguien experimentado, Maestro supremo es INFERNAL. Si necesitas algo equilibrado Tipo duro es una buena opción. Comienzas en nivel 1; las cuatro características que definen a tu personaje: Fuerza, Defensa, Tenacidad y Velocidad se encuentran a 0. Solo tienes 100 puntos de golpe y 100 de coraje, que te permiten realizar superataques ((Como los que salían cuando eras pequeño y en un ataque de ansiedad por verte rodeado pulsabas todos los botones.)) llamar a tu asistente, Knives Chau, y que se convertirán en puntos de vida extra cuando seas derrotado. Tu personaje sólo dispone de ataque rápido, ataque fuerte, salto y bloqueo. Eres lento, débil y tus enemigos te superan en fuerza y número. Las pocas oportunidades que tienes para hacer daño son golpeandoles con uno de los muchos objetos que podemos recoger del escenario ((Que, como ya dijo Pep en el avance, tienen una física peculiar a la que afecta nuestro nivel de fuerza. Vuelan y rebotan de forma exagerada, cosa que a veces nos beneficiará al poder usarlo a nuestro favor mientras que otras veces nos conducirá a la derrota debido a un mal lanzamiento.)) o usando a tus propios enemigos como ariete y proyectil. Por suerte, a medida que derrotas esbirros comienzas a ganar experiencia y a subir de nivel. Con cada nuevo nivel llegan nuevas técnicas que te permiten hacer combos, barridos o atacar a la carrera, entre otros muchos movimientos. Al mismo tiempo has comenzado a acumular monedas —gracias tus visitas a la autopista subespacial y a que es en lo que se convierten tus enemigos al morir— y ya tienes una pequeña fortuna para gastar en una de las numerosas tiendas que pueblan el juego. Compras ítems que mejoran tus características. Te vuelves más fuerte, más hábil. Exactamente igual que Scott en el tebeo. Él entiende los entresijos del romance, y madura. Tú los de repartir hostias a manos llenas, y avanzas. Por si todo esto fuera poco, cada personaje de los cuatro (en principio) ((Al pasarnos el juego con los cuatro desbloquearemos a un quinto personaje, con su propia evolución, ataques especiales y secuencia final. Hay otro supuesto personaje secreto que posiblemente llegue vía DLC.)) disponibles tiene dos técnicas especiales propias, que varían bastante el modo de jugar pues son las dos más poderosas. Cada nivel está ambientado de acuerdo al ex que nos tocará derrotar, recorriendo decorados familiares para aquellos que hayan leído los tomos. Aunque siempre estamos repartiendo estopa, el diseño de niveles se las apaña para que en ningún momento resulte monótono. Además, cada zona tiene una buena reserva de enemigos propios. Oponentes con diferentes estilos de pelea, con sus propias ventajas y desventajas, y ante los que habrá que variar la estrategia de combate para salir victoriosos. Están los de siempre: el saltarín, el gordo, el grandote, el que bloquea todo el rato y hay que encontrar el momento justo para atacar. A veces serán los mismos malos pero con diferente aspecto, pero por lo general encararemos enemigos característicos de la zona donde nos encontremos. Paparazzi, ninjas, zombis, extraterrestres, roboreh o peligrosos glotones ((Me refiero a estos animales, no a PCeros.)) son sólo unos pocos ejemplos de un número bastante amplio de adversarios. Sin embargo, Scott Pilgrim vale tanto como valen sus secundarios. Es una obra coral, y el juego no podría ser menos. La auténtica pandilocura comienza cuando juegas con colegas a tu lado ((Cosa que no nos quedará más remedio que hacer, pues no hay multijugador online. Uno de los grandes fallos del juego.)). El número de enemigos crece exponencialmente, la pantalla se llena de color, luces y tollinas de todos los colores. Las posibilidades se multiplican, pues podemos reanimar a nuestros compañeros antes de que mueran, además de compartir puntos de golpe, cosa que nos conviene pues si caen derrotados se convertirán en fantasmas con la habilidad de robarnos una vida para regresar de entre los muertos. Podemos prestar y recibir dinero y hacer ataques conjuntos, incluyendo una devastadora actuación que consume coraje e involucra a todos los componentes de Sex Bob-omb, con Ramona sumándose a los coros. Hasta ahora si comprobamos los ingredientes que tenemos en la olla parece que nos va salir un beat ‘em up largo, difícil y variado. No está nada mal. Sin embargo falta el ingrediente estrella antes mencionado: el amor. El amor que no sólo está presente en la maravillosa dirección artística de Paul Robertson, ni en la cuidada y genial banda sonora de Anamanaguchi. Ni siquiera hablo del amor que han puesto los desarrolladores en crear una jugabilidad divertida y accesible a todos los públicos ((Lo que en un increíble ejercicio metareferencial te permitirá jugar a Scott Pilgrim con tu novia.)). Hablo del amor que Lee O´Malley plasma por los videojuegos de su infancia y adolescencia en cada página de Scott Pilgrim y que nosotros compartimos abnegadamente. Son incontables los detalles que hay en los libros que guardan relación con el mundo del ocio electrónico ((Incontables para nosotros, que somos unos mataos. Afortunadamente hay gente de bien que se ocupa de documentarlos.)). Exactamente igual que el videojuego, Y es que en Scott Pilgrim todo es un homenaje. Desde el primer pantallazo, con la parodia del famosos Winners Don´t Use Drugs que conocemos todos aquellos que contamos con más de 20 primaveras (o que disfrutan de una recreativa en el bar de su pueblo), hasta el mapa de Toronto, que es simplemente MA-RA-VI-LLO-SO y que no pienso desvelar, porque para mí fue una de las sorpresas más agradables, consiguiendo dibujar una sonrisa de oreja a oreja en mi rostro. Pasando por los efectos de sonido sacados de Zelda, los golpes y armas de Double Dragon, los gnomos de Golden Axe, el ataque de los glotones exacto al de Lobezno en Marvel Superheroes ((Glotón en ingles es Wolverine ¿No lo sabías? Lobezno en realidad se llama Glotón. Que triste.)), los ninjas, mezcla de los del primer Ninja Gaiden y Hanzo de Samurai Shodown, el cameo del director de la película, Edgar Wright. Hasta el diseño entero del último nivel y los enemigos que lo pueblan está inspirado en un famosísimo Beat´m Up que todos hemos jugado de pequeños, pero que no desvelaré para no spoilearos nada. Todo en Scott Pilgrim es un homenaje, un guiño. Hay tantos detalles que seguramente ni los habré cogido todos. Y todos, sin excepción, te arrancan una sonrisa. Pero desgraciadamente Scott Pilgrim no es un juego perfecto, y siendo justos, debo enumeraros todos sus defectos para que sepáis bien lo que os espera. Para empezar, el juego cuenta con algunos bugs que oscilan entre bloquear a un enemigo por unos segundos pegando saltos (por ejemplo) o hacer renquear la música. Los menús de pausa funcionan inexplicablemente lentos. No exasperan pero sí molestan. En un juego de tales características quiero moverme por los menús como una puta centella, y no como un viejo en un R5 por la Nacional II. Lo mismo se puede aplicar a las tiendas, con un menú que funciona despacio y construido de una forma muy rudimentaria, con la consiguiente pérdida de feeling si vienes de estar repartiendo bofetadas en nombre del amor. Y si ambas cosas son cansinas, la palma del hastío supremo se lo llevan los créditos: una magnífica secuencia, divertidísima de ver la primera vez, pero que dura más de 5 minutos y no hay manera de omitir. La primera vez vale pero ¿Por qué tengo que tragármela cada vez que me pase el juego? A esto hay que sumarle lo que para mí es el gran error del juego junto con la falta de online: los códigos secretos. Porque está muy bien meter códigos para desbloquear cosas como el modo Survival Horror, pero no puede ser que prácticamente todo lo que tenga gracia del juego se desbloquee con códigos en lugar de ser recompensas que sirvan para alargar su vida. Como jugador quiero que pasarme la partida en modo Maestro Supremo sirva para algo. Quiero poder jugar cada vez sabiendo que de mi éxito dependen nuevas características y modos. Desgraciadamente en Scott Pilgrim Contra el Mundo: El Videojuego cualquier cosa que no sea el otro jugador desbloqueable o el ayudante secreto ((¿No os lo había dicho? Pues hay uno.)) se consiguen buscando en Gamefaqs la combinación de teclas a pulsar ((Incluyendo la misteriosa casa con la antena a la izquierda del primer nivel. No os canséis buscando como llegar.)). Con un par de códigos bastaba para hacer el homenaje, señores de Ubisoft. Con esta decisión han conseguido acortar la vida del juego de forma considerable. Así que en síntesis: Scott Pilgrim Contra el Mundo: El Videojuego es un maravilloso Beat ‘em Up que supera todas las expectativas que un servidor tenía. Es divertido de jugar y lo suficientemente sencillo como para jugarlo con amiguetes que no sean hardcore gamers (aunque sin duda estos últimos son los que más lo disfrutarán). Es bonito de ver, una delicia para los oídos y una magnífica adaptación de las aventuras de Scott, además de un constante homenaje a los juegos de nuestra infancia repleto de humor y amor. Lamentablemente, el darle demasiada importancia a los códigos secretos, así como ciertos errores de diseño y bugs, no me permiten otorgarle una nota perfecta. Aunque tampoco me impiden recomendarlo con toda confianza. Bien vale lo que cuesta. [9]