Análisis de Shadow Complex

En Epic Games no suelen arriesgarse. Gears of War fue el braguetazo inesperado del año en 2006 y su digna secuela, parafraseando a Cliffy, fue lo mismo pero «más grande y mejor». Con Shadow Complex, su primer juego para Xbox Live Arcade, han vuelto a pisar sobre seguro utilizando una fórmula que rara vez falla: el subgénero al que ahora suele llamarse «metroidvania» en honor a los dos grandes artífices de su nacimiento, y que tantas horas de diversión y frustración —éstas dos siempre van juntas: así son los videojuegos: un pulso virtual en el que te rompes la muñeca cinco veces, pero ganas una; y la victoria, cuanto más escasa, mejor sabe— nos ha proporcionado a lo largo de estos años. ¿Pero lo consigue hacer Shadow Complex con la maestría de los grandes clásicos? Veámoslo. Con la breve introducción previa al salto ya deberíais conocer la mecánica de juego: plataformas 2D, shooter, puzles y exploración. Mucha exploración. Tanta exploración que la palabra «exploración» rebotará mil veces en vuestras meninges hasta dejar de tener sentido. Es algo con lo que algunos conviven y otros intentan evitar a toda costa de puro y absoluto asco, como con las cucarachas o Carlos Baute. Patearse decenas de estancias o recorrer kilométricos pasillos para descubrir al otro extremo una puerta que aún no podemos abrir… qué absurdo. Pero es que ése es el fin último, la magia de los Metroid y los Castlevania: concedernos deseos tan objetivamente mongólicos como ver qué hay al otro lado de una puerta a la que llevamos horas intentando acceder y, aun así, hacer que nos sintamos realizados y henchidos de satisfacción al conseguirlo. Tal como ocurre con el sexo, la expectativa es lo más importante, la baza principal. Todo digno lector de AnaitGames debe saber ya que hacer esperar lo suficiente a una mujer puede darnos la más aplastante de las victorias aunque vuestro leitmotiv colgante no sea más que un badajo apenado y circunstancial. Conseguid que os lo pida, que os lo suplique, y acabará agradeciéndolo. Lo mismo ocurre con los metroidvanias y, por extensión, con Shadow Complex. Pasaremos mucho tiempo recorriendo los mismos frustrantes lugares y matando a los mismos cansinos enemigos hasta encontrar un ítem que nos permita acceder a aquella puerta con la que lo hemos intentado ya todo. Una vez al otro lado, aunque sólo encontremos un estúpido paquete de granadas, sentiremos que hemos conseguido pasar sobre las incandescentes brasas de la renuncia —mi peor enemigo, por la facilidad que tiene para vencer, el muy puta— y, tras algunos bramidos y unos golpecitos en el pecho, ya podremos seguir arreglando el mundo. Si esta fórmula maestra se lleva bien, si se hace con un mínimo de armonía e inteligencia, todo lo demás viene cuesta abajo, y así ocurre en este caso. Es posible que el sistema de combate nos descoloque al principio. No ocurre todos los días que sólo puedas disparar en dos dimensiones en un juego en el que los enemigos sí pueden hacer uso de la profundidad. Para ello, sus autores han creado un sutil sistema de autoapuntado que se encargará de ajustarse a sí mismo cuando un pandiloco con casco nos dispare desde el fondo de la pantalla y, aunque a nuestro cerebro le cueste un poco entender lo que está ocurriendo, pronto asimilaremos la dinámica y los tiroteos serán algo rápido y muy fluido. Como viene siendo tradición en el género, es necesario adquirir objetos o habilidades que nos proporcionen acceso a nuevas zonas. Mientras en los Castlevania debíamos conseguir nuevos poderes y hechizos para abrir puertas embrujadas o pasar por huecos imposibles; en Shadow Complex se apuesta más por la vía de Super Metroid: ítems y armas secundarias para destrozar puertas. Y para discernir qué necesitamos en cada caso, la linterna será imprescindible ya que nos mostrará la puerta en cuestión de un color que responde a un tipo de herramienta que iremos consiguiendo a medida que avancemos. De este modo, las puertas rojas sólo pueden abrirse a golpe de misil, las verdes con granadas, las naranjas con armas normales, etc. Además, también hará aparición el doble salto —e incluso el triple—, con el que podremos llegar a areas más altas o alejadas. En definitiva, Shadow Complex hace uso del típico batiburrillo de habilidades proporcionadas por objetos. Empezando por un simple equipo de escalada que nos permite agarrarnos a los salientes, o terminando con un brazo-bungie a lo Bionic Commando Rearmed, pasando por una pistola de espuma que tiene la capacidad de alargar plataformas en principio inalcanzables o saturar mecanismos para inutilizarlos. Todos los elementos están pensados para tener una función, una raison d’être en momentos clave de la aventura. Con un apartado visual a la altura de cualquier ‘AAA’ de gran proyección comercial, Shadow Complex sabe lucir espectacular e impresionante a nivel gráfico a pesar de pertenecer a un género en el que no suelen primar estos valores. Da la sensación de estar jugando a una versión miniaturizada de Uncharted o Gears of War, y el obsesivo cuidado por el detalle en todas las zonas del mapa, o los efectos de las explosiones, o las animaciones con físicas ragdoll —aunque ya empiecen a oler— ayudan a reforzar la sensación de estar jugando a algo más grande a nivel de producción de a lo que nos tiene acostumbrados la sección Arcade de Xbox Live. Es como si agarrásemos a la Samus Aran de 1994 por el pelo y la arrastrásemos pasillo abajo hasta tres generaciones posteriores. Nada ha cambiado pero todo es nuevo y reluciente, incluso la franquicia. Todo ello, unido a una increíble facilidad para enganchar a todo jugador, termina constituyendo el que probablemente sea uno de los mejores títulos de la plataforma de Microsoft. Aun con sus defectos, con sus glitches gráficos puntuales —en una cinemática me vi, cual Chuck Norris, volándole los sesos a un soldado haciendo uso de un mágico subfusil imaginario—, con su fervorosa sumisión total a los grandes clásicos, su esencia cimentada en la terrible nostalgia, sus pequeños desajustes en el sistema de autoapuntado y su historia completamente de mierda —querido Orson Scott Card: no me jodas—, Shadow Complex es una verdadera maravilla por una gran razón que nadie en este mundo podrá obviar: es divertidísimo. Y lo es de varias formas. A su acentuada rejugabilidad le podemos añadir una capacidad de absorber tanto al casual más profano, como al maestro pajero hardcore «map completionist» y desbloqueador de chorradas, o a las divas de la red que buscan terminar el juego en 50 minutos y colgarlo en YouTube para alimentar su ego, o al que vive de batir récords en las tablas de puntuaciones mundiales más que del aire; y si todo esto lo sazonamos con una excelente gestión de los logros y unos valores de producción elevadísimos, desembolsar los 1200 MSpoints que cuesta es un sacrificio insignificamente. ¿Seguirán los demás juegos de XBLA la estela de Shadow Complex? Ojalá, amigos, ojalá. Nota: 9