Riot Forge ha vuelto a dar un golpe sobre la mesa con Song of Nunu: A League of Legends Story. Tequila Works es el equipo elegido por la empresa californiana para afianzar la meta de expandir el universo de Runeterra, como parte de una serie de spin-offs que seguirán enriqueciendo su universo con todos los matices que puedan abarcar. No es una sorpresa que los objetivos de Riot pasan por empoderar su marca y englobar cada vez más tipos de público, pero la realidad es que su expansión también ha brindado nuevos tonos (y, sobre todo, ha hecho que brillen aquellos que ya estaban ahí, aunque más escondidos) a todo lo que rodea a League of Legends. Hay un tipo de sensibilidad distinta que de buenas a primeras costaría relacionar con la idiosincrasia de un videojuego competitivo, y un tipo de sensación que el estudio madrileño es experto en engrandecer: una sobre la madurez y la pérdida, cómo no, a través de los ojos de un niño.
Nunu es lo poco que queda de los notai, una tribu nómada de Runeterra inspirada en los esquimales y que habitan la gélida región de Freljord. Lo acompaña, cómo no, Willump, un yeti que tiene en común con su joven amigo aquello de ser él último resquicio que queda de su pueblo. Ambos tienen la tarea de encontrar a la madre desaparecida de Nunu, Layka, un punto de partida similar al resto de juegos con la muletilla de «A League of Legends Story» en tanto que también nos habla de un momento clave en el desarrollo de sus protagonistas, el proceso que ha moldeado su personalidad y lo que nos transmite en una partida de LoL, desde un marco mucho más íntimo. Nunu y Willump son mucho más que un jungla —no demasiado popular últimamente— de League of Legends. Podría parecer una perogrullada, en realidad, porque en Riot siempre han mostrado un fuerte interés en contextualizar el origen de sus 165 campeones con historias ricas e interesantes, pero lo cierto es que una gran parte del público no acude a buscar ese tipo de información en los menús o en internet si no se topan con ella en el juego como parte de su trama. Es natural que así sea, de hecho, y precisamente ahí se encuentra el principal valor de The Mageseeker, Convergence y, en especial, Song of Nunu: contar en primera persona cómo se forja un vínculo como el de Nunu y Willump y probar que no es simplemente uno más entre la marabunta interminable de los personajes de League of Legends.
Tequila Games, decía arriba, demuestra ser el estudio ideal para desarrollar la historia del notai y el yeti. Llevan años dejando claro su buen hacer y las ganas de explorar historias con una base sencilla, en muchos casos, aunque esa simplicidad de la que pueden presumir (al escribir esto pienso más en RiME y GYLT que en The Sexy Brutale, por ejemplo) no les impide marcar un tono cálido y esperanzador a pesar de que sus juegos siempre están rodeados por cierto halo de incertidumbre. Desde Riot Forge, de hecho, ya han confesado que su interés por el estudio español llegó gracias a RiME y, aunque se pueden ver las similitudes con Song of Nunu, no da la sensación ni de que sea un «encargo» sin mayores pretensiones ni de que exista una «exigencia» acerca de que la aventura de Nunu y Willump se inspire de más en alguno de sus anteriores trabajos. La colaboración entre Riot y Tequila viene más de la enorme sensibilidad del estudio para hablar de los temas más humanos, de su gusto por la estética y de su forma de transmitir, y solo así es posible que los personajes de esta historia no sean intercambiables; es una que, tanto por contenido como por forma, solo pueden protagonizar Nunu y Willump.
La dinámica que mueve el juego, en efecto, volviendo a ese ligero parecido con RiME, se encuentra en la forma en la que nos las apañamos para resolver los pequeños rompecabezas que presenta la región de Freljord, intercambiando el control de ambos personajes para sacarle partido a lo que puede hacer cada uno. Willump es más grande, rápido y fuerte, ideal para situaciones de escalada, peleas y, en general, momentos en los que nos piden algo más de poderío para lidiar con nuestro problema. Nunu es más pequeño y ágil, así que será más sencillo atravesar con él zonas donde el espacio es más reducido, aunque lo que le da el toque más especial —eso sí, como en el caso del yeti, las distintas habilidades de ambos vienen de lo que pueden hacer en las partidas de LoL— es una flauta mágica que sirve para activar mecanismos e interactuar de muchas formas con la región helada de Runeterra. Esta parte de su enfoque alude a la parte más clásica de Song of Nunu, una que se acerca más a los plataformas de puzles que inundaron la industria con la explosión del 3D; es un género que le va muy bien, desde luego, no solo porque a pesar de que casi nunca nos ponen en aprietos esos rompecabezas están muy bien planteados y presentados, ni tampoco por lo bien que casa con esa sencillez que caracteriza al estudio, sino porque es lo suficientemente ligero como para motivar sin llegar a saturar, ni poner demasiados obstáculos al desarrollo de la relación entre sus dos protagonistas.
Esa relación, casi fraternal, está por encima de la propia trama como tal; al fin y al cabo, hace años que Riot desarrolló toda la historia de Nunu y Willump para los más curiosos, así que es probable que muchas de las personas que tengan interés por Song of Nunu ya sepan exactamente todo lo que está por ocurrir. Quedan en primer plano, por tanto, los momentos en los que ambos exploran más el contexto del otro, mientras se conocen en más profundidad hasta forjar un vínculo tan estrecho como para que, de hecho, ambos personajes conformen un único campeón en el MOBA de Riot. La charla la conduce el propio Nunu (Willump no deja de ser un yeti, así que se comunica con unos gruñidos que el notai entiende perfectamente), y no desperdicia ni un solo momento de pausa para ahondar en su propio contexto y en el de su compañero, tan trágicos que les han impuesto una soledad tan única y triste que solo pueden entender ellos. Es curioso, en realidad, que el marco sea tan impactante en un juego pensado para todos los públicos, pero lo cierto es que en Tequila tienen un tacto especial para hablar de temas sensibles bajo el prisma infantil. La curiosidad de Nunu es la natural en un chico de siete años, pero sus constantes preguntas son una representación ideal de cómo se forjan las ideas de un niño a través de lo que ve y lo que oye. La enorme facilidad que tienen para llamar amigo a alguien a quien acaban de conocer y la forma, incluso, en la que se elabora su concepción sobre el bien y sobre el mal. Cuando, tras asociar el hielo negro de Freljord con el enemigo, quiso ahondar en lo «malo» que es con sus preguntas, entendí que esas cuestiones no eran baladí, ni un simple entretenimiento para llenar silencios, sino una forma de hablarnos de los blancos y negros, de los grises, y de cómo ese viaje también tiene algo de coming-of-age donde Nunu aprende más sobre la vida.
Una de las lecciones que el notai recuerda con más cariño es la que su madre le transmitió tiempo atrás, en una de las muchas sesiones de preguntas que Nunu le tenía preparadas: «no puedes matar una historia, no puedes matar una canción». Esa frase no solo representa a Layka y a su hijo, sino a toda la tribu que antaño recorría Freljord. Al fin y al cabo, los notai son una tribu pacífica que vive alrededor de sus historias y, por tanto, nunca pueden morir si las transmitimos a través de la música. La flauta de Nunu es una extensión de esa idea, no solo porque habría sido imposible completar su periplo sin ella, sino porque realza y da valor a cada una de las charlas entre Willump y él como parte de una historia que no tendría sentido sin esos momentos de complicidad que van a más y te encariñan irremediablemente de sus dos protagonistas.
Song of Nunu: A League of Legends Story es, definitivamente, un salto hacia adelante para Tequila Works y una forma de reafirmar esa enorme sensibilidad a la hora de ahondar en temas como la pérdida o la soledad sin perder la chispa de esperanza. No creo que sea el típico juego que llame la atención fuera del interés por el universo de Riot Games, y son unos prejuicios que también llegan a través de una frase que he oído más de una vez sobre el título: «no inventa nada, pero…». La entiendo y hasta cierto punto la comparto, pero tal vez habría que ser más flexibles con el significado de «inventar». Song of Nunu, parafraseo, no inventa nada, pero es capaz de exprimir al todo el potencial de los personajes de Freljord sin incomodar ni poner en demasiados aprietos, pero tampoco olvidándose de dar un mensaje tan bonito y potente como en todas sus obras. No inventará nada, decía, pero a veces eso es todo lo que alguien puede necesitar.
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Aún no siendo fan del LoL me lo apunto, una rebaja en la eShop y estamos dentro
PD: La imagen de cabecera descargadísima, preciosa