Análisis de Sonic & All-Stars Racing Transformed

Ya dije una vez que es un poco raro que Sonic, otrora caracterizado por correr a toda velocidad, parezca haber perdido facultades físicas: las piernas le fallan cada vez más, pero por suerte para los fans del erizo su azul figura todavía protagoniza algún juego bueno. Sonic & All-Stars Racing Transformed es uno de ellos, como lo fue su antecesor; aquí viene acompañado de sus compañeros de toda la vida y también de otros más o menos cercanos (colegas de SEGA pero también otros más peregrinos, como Ralph, de la película de Disney ¡Rompe Ralph!), y el resultado sorprende: de todos los juegos que han salido con un planteamiento similar (copiar, básicamente, a Mario Kart) este es de los mejores, quizá el mejor; no sólo no desmerece a su modelo sino que, por aventurarme, lo consigue superar holgadamente. Recibí como una muy buena noticia el hecho de que los problemas de frame rate que había en las anteriores versiones que había podido probar desaparecen en el juego final: ya con la tasa de imágenes por segundo rindiendo en condiciones, es muy sencillo dejarse encantar por los espectaculares escenarios, basados, como es de esperar, en (casi) todo lo que un seguero puede esperar. Tenemos los circuitos inspirados en Sonic, claro, pero también otros de Nights, Skies of Arcadia, Billy Hatcher o Jet Set Radio. Se combinan en ellos los tramos de tierra, mar y aire, a menudo combinados de distintas formas a lo largo de las tres vueltas que duran las carreras; es desigual la satisfacción que producen los tres estilos de juego, pero no cabe duda de que añaden una variedad muy de agradecer al esquema tradicional de repetir el mismo trazado un número determinado de veces: las peculiaridades del control de un kart, una lancha y un avión requieren diferentes tipos de obstáculos, y han sabido llevar bastante bien la combinación de horizontalidad y verticalidad que implican las zonas acuáticas y aéreas, donde las estrategias cambian considerablemente.

No pude evitar dejar de pensar en lo que decía Miyamoto* sobre el desarrollo de Mario Kart, lo de que era fundamental crear un juego divertido para un jugador antes de lanzarse al multijugador, en las muchas horas que me ha tenido ocupado Transformed: es encomiable la creatividad que demuestran Sumo Digital en el modo Tour Mundial, seguramente la sección estrella del juego, a la hora de proponer eventos. A las carreras, donde el objetivo es llegar en el mejor puesto posible a la meta, se unen pruebas de todo tipo: desafíos en los que tenemos que mantener el temporizador lo más quieto posible a base de turbos, otros en los que se nos pide derrapar por zonas concretas del trazado, otros en los que tenemos que atravesar anillos por el aire, u otros en los que hay que esquivar el tráfico pasando puntos de control móviles. Son muchas y se atreven con algunas variaciones interesantes, como cuando meten proyectiles (prestados de otra de las pruebas, en la que tenemos que eliminar a un tanque mientras esquivamos sus ataques) en los eventos de tráfico. Sorprende y refresca el diseño de las pruebas y los circuitos, que no se aleja ni un milímetro de la filosofía arcade de todo el juego. La forma en que nos pide calcular dónde es apropiado utilizar acrobacias (de ejecución terriblemente sencilla: un golpe de stick derecho y ya) para aprovechar el turbo que nos proporcionan cuando las terminamos con éxito; cómo en las pruebas de anillos, especialmente en las dificultades más altas, debemos saber decidir con rapidez si impulsarnos a golpe de derrape (en el aire también se derrapa, claro) o usar el turbo que conseguimos cada cierto número de anillos atravesados; cómo añade pequeñas mecánicas en ciertos ítems, como la segunda pulsación que desactiva el turbopropulsor y cómo, en función de si la hacemos en el momento preciso o no, influye en la velocidad que conseguimos y el ataque que lanzamos. Juega con no muchas piezas (el derrape, el turbo, ciertos ataques cuerpo a cuerpo o a distancia) pero sabe combinarlas de una forma muy inteligente.

* En parte, quizá, porque la versión que he jugado ha sido la de Wii U. Sobre ella hay que hacer unos pocos apuntes: el uso de la pantalla del GamePad no es demasiado crucial para la experiencia, porque básicamente es un mapa con algunas funciones extra (un retrovisor y poquito más), pero tampoco había mucho más que hacer. Más interesante es el contenido adicional. Hay un personaje, Metal Sonic, y un circuito, el de OutRun; también dos modos de juego, basados en Shinobi y Monkey Ball, dos variaciones del pilla-pilla que no pasan de lo anecdótico. Tampoco falta la posibilidad de pasar la acción de la televisión al mando para seguir ahí la partida; los que os pongáis con el juego y descubráis, desconcertados, que no tenéis ni idea de cómo hacer esto, tranquilos: por algún motivo no se explica en ningún lado, pero es tan fácil como deslizar el dedo hacia abajo en la pantalla táctil para pasar la acción principal al mando.

El Tour Mundial, con un sistema de progresión a base de estrellas (de una a cuatro, en función de la dificultad con que superemos las pruebas) con las que abrimos caminos en un mapa dividido en varias áreas, aguanta un buen montón de horas y se las arregla para ofrecer siempre algo nuevo y divertido que hacer: yo voy por la tercera vuelta, combinando las dificultades Difícil y Extrema (que se desbloquea al terminar el Tour, junto con un nuevo set de pruebas en modo espejo), y todavía me quedan puertas que abrir y personajes que desbloquear. Más tradicionales son los otros modos: el Gran Premio tiene una estructura tradicional de copas con varios circuitos, y además podemos elegir hacer carreras individuales o correr sin límite de vueltas en el modo Crono, ideal para los aficionados a los récords. Ya digo que la estrella es el Tour Mundial, creativo y tremendamente divertido, pero es fácil dejarse picar también por los otros modos; lo mismo con el multijugador, en línea o en pantalla partida, que tiene tanta presencia como queramos darle: no destaca más de la cuenta, pero seguro que más de uno agradecerá tener un buen juego de carreras arcade al que poder jugar con colegas en la misma habitación. Más allá del festival de referencias a SEGA, Sonic & All-Stars Racing Transformed es un genial arcade de carreras al que cualquier aficionado a este género, subgénero o supergénero (poned vosotros el prefijo que os apetezca) debería dar una oportunidad: donde, por poner el último ejemplo que se me ocurre, Mario Kart 7 apostaba por ser comedido y no arriesgar más de la cuenta para ofrecer solidez en un entorno lo más controlado posible, Transformed divaga, experimenta y apuesta por la variedad con mucho éxito. Puede que SEGA se haya ganado a pulso la desconfianza de los jugadores cuando su mascota está de por medio, pero esta vez merece la pena dejarse camelar. [9]