De vez en cuando sale algún juego, a menudo en móviles, casi imposiblemente sencillo en apariencia pero que de pronto esconde más profundidad de la que parecía. Imagino que es importante ser así cuando tu hogar es una plataforma que se usa casi exclusivamente mientras haces otras cosas, a menudo con límites temporales muy claros: mientras esperas al bus, mientras te fumas un cigarrillo, mientras estás en el baño. Una mecánica muy simple puede dar mucho de sí cuando la exploras suficientemente a fondo. En el caso de subpar pool, algo tan tonto y glorioso como mezclar billar y golf (los dos deportes de precisión que van de meter bolitas en agujeros) se convierte en un estimulante desafío obsesionado con animarte a jugar de maneras siempre diferentes.
Desarrolla este subpar pool el estudio sueco grapefrukt games, responsable también de otros juegos con un espíritu similar, como rymdkapsel o holedown; todos con los títulos en minúsculas. Creo que la primera vez que oí hablar de Malmö, la ciudad en la que está asentado grapefrukt games, fue por un juego también para móviles y que podría ser primo de subpar pool: Bumpy Road, de Simogo. Las autoridades de Malmö deberían dar un premio a sus estudios de videojuegos: si salen tantos juegos así de Malmö, ¿cómo no sentir una atracción irresistible por la ciudad? No sé cuánto golf o billar se juega en Malmö, pero lo que hace subpar pool a veces recuerda más a algo tipo What the Car? (un descacharrante juego de coches hecho por gente que ni sabe conducir ni tiene ningún interés por ellos) que otra cosa: sea lo que sea, el objetivo es meter una serie de bolas en las troneras/hoyos que hay en cada campo/mesa, moviéndolas a golpes con la bola blanca, nuestro avatar en este universo.
Hay más que eso, por supuesto. Cada run está compuesta por varias mesas que hay que terminar del tirón; para ello, hay que meter todas las bolas en los hoyos en menos movimientos de los que tienes disponibles, o de lo contrario pierdes una vida y las bolas que no hayas logrado meter pasan al siguiente nivel como bolas negras. Todos los niveles se generan al azar, en base no solo a las reglas básicas del juego sino también a las cartas que hayas equipado antes de empezar: cada carta aplica un modificador y tiene una serie de desafíos asociados, y completando desafíos desbloqueas nuevas cartas que tienen nuevos desafíos que te obligan a adaptar la manera en que juegas. Algunas cartas añaden a la mesa nuevos tipos de bolas, como las gigantes (que son… gigantes) o las cazadoras (que se mueven solas y te persiguen hasta que chocan contigo), y otras modifican algunas normas, como la posibilidad de elegir la posición inicial o la precisión con que se te muestra la trayectoria que va a seguir tu disparo; a medida que avanzas desbloqueas un buen montón de modificadores más a la vez que amplías el número total de cartas que puedes equipar, haciendo que la complejidad de las partidas aumente a medida que «dominas» las cartas que ya tienes.
Así, subpar pool casi nunca es el mismo juego no solo porque los niveles se generen al azar: las propias normas de la partida mutan constantemente, añadiendo y retirando piezas de la ecuación a buen ritmo, rebelándose contra la repetición y sugiriéndote todo el rato que cambies de cartas para enfrentarte a desafíos totalmente distintos. Llegado el momento, los desafíos de las cartas tienen una duración limitada: si no los completas en unas cuantas runs, desaparecen y dejan paso a otros nuevos, quitándote un motivo para tener esa carta equipada. Si tardas demasiado en terminar una run sin romper ninguna bola de cristal, pierdes ese desafío y se activa, por ejemplo, el de conseguir equis trick shots sin tener activo el indicador de trayectoria de tu disparo; subpar pool es uno de esos juegos que se pueden disfrutar en sesiones de cinco minutos (yo he jugado en Steam, pero claramente es un juego de móvil; está también en móviles, por cierto), pero también está brillantemente preparado para soportar sesiones de una hora o más gracias a sus constantes cambios. Gracias, también, a cómo estos desafíos giran alrededor de las diferentes maneras en que puede modificar la partida básica el hecho de tener, por poner el ejemplo más temprano, una o dos bolas gigantes en la mesa, más pesadas y lentas pero que pueden arrastrar con ellas todo lo que se les ponga delante: siguiendo esta misma filosofía de diseño, cada desafío explora una nueva manera de jugar, una variante del «golpea una bola con otra bola para meterla en un hoyo» que multiplica su efecto aún más cuando desbloqueas nuevas mesas, cada una con su truquito (teletransportes, hoyos que cambian de sitio…) que altera todavía más la manera en que tienes que enfrentarte a la partida.
subpar pool, con su deliciosa sencillez y su sorprendente profundidad, no necesita ser más que un pasatiempo inteligentísimo para destacar; un pasatiempo en el que se nota mimo e inteligencia, que seguramente encaje con más naturalidad en un smartphone pero que tiene la profundidad necesaria para no desentonar en una biblioteca de Steam o Switch, aunque sea por los pelos. Es uno de esos pasatiempos exquisitos a los que da gusto regalarle el tiempo, tan poquito y tan precioso, que tenemos; si lo piensas, lo de jugar a la vez a dos deportes es un poco el multitasking de la diversión.
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Qué poder tienes Víctor para hacer apasionante cada análisis que publicas. Sin duda subpar pool se va a mi wishlist. Gracias!
Debo de ser el único raro que suele jugar en iPad, pero este parece ideal para ahí.
Gracias por el descubrimiento.