Para meditar no es siempre necesario dejar la mente en blanco, lo realmente importante es dejarnos llevar. Si no podemos apagar el cerebro ni concentrarnos sólo en las sensaciones de nuestro cuerpo, lo idóneo es observar el flujo de pensamientos desde la lejanía, explorar a dónde van y por qué caminos pueden llevarnos, sin enfrentarnos a ellos directamente ni oponernos a que se sitúen en un lugar central. El objetivo, es ocupar dentro de nosotros mismos un papel pasivo, un rol de observador, que nos permita ver todo con una nueva perspectiva mucho más generosa y despegada del ego. Mirar dentro de nuestras cabezas como si fuéramos Otro. Uno más bondadoso y mucho menos acusador.

Sunlight empieza con una pregunta como cualquier buena sesión de meditación guiada:

Imagina que tienes un bebé. Un hijo o una hija totalmente sano pero ciego de nacimiento. Por eso mismo, su perspectiva y comprensión del mundo es totalmente diferente a la tuya. ¿Cómo le explicarías la luz del sol?

Con esta pregunta, y acompañados de música orquestal de Tchaikovsky, Sunlight nos sumerge en una caminata virtual a través de un bosque impresionista, dibujado directamente en un entorno 3D. Sin objetivo aparente más allá de recoger algunas flores, y sin la necesidad de seguir ningún camino trazado, el juego marca nuestro avance gracias a una historia contada por decenas de voces que en este entorno virtual funcionan como un flujo de pensamientos semi abstractos producidos por los susurros de la naturaleza. La historia que escuchamos, sin embargo, no sigue una narrativa tradicional, sino que se basa en sensaciones, estando pensada para inducir al jugador a tener una experiencia extracorporal. Con sus voces siempre cambiantes, Sunlight nos invita a identificarnos con una protagonista que, en la consulta de un médico, es capaz de abstraerse para observarse a sí misma desde fuera de su cuerpo y en la posición del doctor. Estas imágenes nos invitan a nosotros, los jugadores, a reconocernos en una de las situaciones más comunes para experimentar una proyección de la consciencia. Lejos de quedarse ahí, el título nos presiona, mientras caminamos virtualmente, a imaginar las vidas de personas a las que observamos o a sentir que somos uno con este protagonista imaginario que, a la vez, somos nosotros.

El valor de Sunlight y de Krillbite Studio se encuentra en la manera en la que abraza la experimentalidad en todos y cada uno de los elementos que conforman el juego. El apartado visual, que se ha creado con Quill, una herramienta que nos permite crear un entorno digital en el que pintamos como si se tratara de un lienzo gigante, no busca el realismo sino recrear los claroscuros de un bosque que transmita calma y serenidad. La voz del narrador, que solo aparece durante los instantes iniciales, nos ayuda a difuminar la línea entre mundo real y bosque virtual en una experiencia que no se estructura a través de un relato o un personaje con el que nos podamos identificar. Lo hace gracias a una serie de preguntas que tienen el objetivo de situar al jugador en un tono introspectivo concreto, fundamental para disfrutar de la propuesta. No obstante, el elemento menos convencional del título es su jugabilidad, que incorpora elementos que practicamos tanto dentro como fuera de la pantalla. En el bosque en el que se encuadra Sunlight, nuestro objetivo es pasear a nuestro ritmo y recoger una serie de flores. Fuera del juego, en nuestra mente, la intención de los desarrolladores es que escuchemos las diferentes voces y seamos capaces de formar las imágenes que nos sugieren con precisión, de forma que podamos alcanzar rápidamente el estado meditativo que le da sentido a su final. La propuesta de Krillbite Studio quiere ampliar un poco más las posibilidades del medio y, por eso mismo, no es para todo el mundo. Tampoco funciona en cualquier instante. Sin embargo, es una extraña pieza de artesanía que apunta a la existencia de otro tipo de entorno virtual.

Sunlight puede encontrarse en el Bundle for Ukrania disponible en itch.io.