Análisis de Super Crate Box

Hay un tipo de juego esencial para comprender por qué iPhone es una plataforma de juego tan aceptada. Super Crate Box está en ese saco: juegos pequeños, mínimos, que dejan de lado las complicaciones y se centran en explotar al máximo una única mecánica. Angry Birds, Doodle Jump o Cut the Rope son ejemplos clarísimos, pero hay cientos más: mirando mi iPhone, Tiny Wings me viene a la cabeza (y parece que no soy el único). En este caso, la cosa es bien simple: hay enemigos y hay cajas que nos dan armas, pero en lugar de conseguir puntos eliminando enemigos los conseguimos recogiendo las cajas. Esto lo comprendemos en dos minutos, lo perfeccionamos en quince más y lo convertimos en arte en las (muchas) horas que pasamos dándole caña tirados en el sofá o en el metro, de camino al trabajo. Otra de las gracias es que cada caja nos da un arma distinta, de manera aleatoria; no todas las armas son buenas, y algunas incluso nos afectan negativamente (el propio juego nos pide perdón por el lanzador de discos, al desbloquearlo), pero no pasa nada: en cinco segundos tendremos otra, si todo va bien. El ritmo frenético que esta circunstancia imprime a las partidas es perfectamente coherente con el hecho de que los enemigos, si caen al fuego que hay en la parte superior del escenario, aumenten su velocidad y, con ello, su peligrosidad, obligándonos a actuar siempre con la máxima rapidez y precisión posibles para conseguir tantas cajas como podamos. Una partida buena dura un minuto; una mala puede no llegar a los cinco segundos. A medida que conseguimos cajas vamos desbloqueando armas, personajes y escenarios; no hay mucho que decir sobre todo esto, porque sólo es un pequeño empujón para animarnos a seguir superándonos hasta que, una vez tengamos todo, emprendamos el auténtico vuelo yendo a superar las puntuaciones máximas de nuestros amigos o, si tenemos suficiente valor, del resto de jugadores del mundo. A pesar de que los controles son suficientemente buenos en iPhone y sorprendentemente buenos en iPad, echo en falta una cosa en Super Crate Box: que el punto de impacto de nuestro personaje sea más pequeño, en lugar de ocupar aparentemente más que el sprite mismo. Esto hace que haya un desnivel entre la precisión que nos promete y la que podemos conseguir que afea un poco el sabor inicial, aunque al final sea sólo un escalón que se nos tropieza pero que pronto superamos. Una vez salvado esto, todo lo que hay alrededor tiene peso suficiente para enamorar al más pintado. No sólo es divertido jugarlo, sino que además verlo y escucharlo es un placer: los gráficos, que apuestan también por glorificar la unidad mínima de la imagen digital, el píxel, son bonitos y muy encantadores, y la banda sonora es de lo mejor que he escuchado últimamente en un juego. Puede que su fórmula nos tenga enganchados sólo tres o cuatro semanas, pero por los 79 céntimos que cuesta podemos afirmar que estamos ante uno de los lanzamientos más fuertes para iOS de principio de año. [7] Para iOS se puede descargar aquí por 79 céntimos, pero si todavía necesitáis motivos para desembolsar tamaña cantidad de dinero podéis probar la versión para PC y Mac, que se puede descargar gratis desde la misma web de Vlambeer, los desarrolladores. No es mal negocio.