Análisis de The Council – Episodio 2: Hide and Seek

Análisis del Episodio 1: The Mad Ones

De todas las nuevas formas para financiar y rentabilizar un título que han surgido dentro del videojuego independiente, la entrega por capítulos es mi favorita. Sé que no es una opinión popular. Como los micropagos, la publicidad o las cajas de loot, el formato episódico afecta a la manera en la que se plantean los juegos. Interfieren con su forma y estructura. No, obstante, en mi opinión, no molestan, todo lo contrario, te llevan a paladear el juego, a no dejarte llevar por vicio, a reflexionar sobre él y a tomártelo con calma. El lanzamiento por capítulos no me recuerda constantemente que los desarrolladores quieren mi dinero, no se basa en artimañas al límite de lo moral, ni ensucia de ninguna forma mi experiencia. Justo después de la financiación por Kickstarter, en la que confieso que me cuesta entrar, me parece el sistema más respetuoso con el jugador y con el juego en sí. Pagas lo que juegas. Si la experiencia es buena, seguro que volverás. Sin embargo, hasta el momento no había parado a plantearme si el sistema episódico podía aplicarse a todas las historias. Lo consideraba un método infalible. No ha sido hasta llegar a este segundo capítulo cuando he notado los problemas del sistema. Como el formato, si pretende respetar la historia, me perjudica a mí como jugadora.

Hide and Seek, el segundo capítulo de The Council empieza justo donde lo dejó el primero, por lo que comenzamos enfrentándonos a las consecuencias del cliffhanger anterior. En este punto es cuando más se resiente la estructura episódica escogida. En primer momento, como jugadores, estamos confusos. The Council cuenta con un elenco de diez personajes diferentes de los conocer sus historias, sus vulnerabilidades y fortalezas es clave a la hora de interactuar. Como buen RPG, The Council tiene combates, y en estas batallas dialécticas el éxito se basa en seleccionar la respuesta correcta con rapidez. Aprovechar la debilidad de tu oponente —la psicología, la manipulación o el protocolo, por ejemplo—, para dar con una réplica exacta que te permita obtener información. Por supuesto, el juego pone a nuestra disposición un menú con todos nuestros descubrimientos organizados, pero leerlo no solo entorpece el flow sino que además no es demasiado útil, ya que terminas mezclando características y olvidándolas en el momento de la verdad. En un título en el que la información es poder, el olvido propio del sistema de episodios te hace partir con desventaja al inicio del nuevo capitulo.

Hasta cierto punto, los desarrolladores son conscientes de esto, por eso nuestra primera misión en este nuevo episodio nos lleva a hablar con la mayoría de personajes, en un cometido que pasa por registrar sus habitaciones. No es suficiente. La mayor diferencia entre el primer episodio —en mi opinión, de sobresaliente— y este segundo, es la falta de diálogo. Mientras que en el piloto contábamos hasta tres combates y múltiples discusiones en las que podíamos intervenir, esta continuación se centra de manera casi exclusiva en la resolución de puzles. En ir de un lado a otro en busca de pistas para abrir puertas y acceder a nuevos datos que, en una decisión torpe, se presentan por medios escritos, a través de cartas, libros o pequeñas notas. Uno de estos puzles, en concreto el que involucra unos cuadros y una edición del nuevo testamento, es en exceso largo y tedioso, inverosímilmente complicado, mientras que el que protagonizan unas estatuas de jardín puede resolverse de manera directa con unos mínimos conocimientos de mitología griega y un poco de sentido común. Una pieza poco satisfactoria que, al ser la última del episodio, deja con mal sabor de boca y una cierta reticencia a volver.

En este capítulo se hace inevitable comentar el tratamiento de las mujeres. El segundo capítulo de The Council cuenta con tres personajes femeninos, una mujer desaparecida, una muerta y otra cuya sexualidad se explicita con un vestuario que se aleja bastante del común de la época. Quizás parezca superficial comentar el vestuario de Emily justo después de denunciar tropos comunes mucho más graves —la mujer que hay que rescatar y la condenada para hacer girar la trama— pero es llamativo que en un título que pretende apelar a la historia oculta en la historia, a la idea de las sociedades secretas que dirigen el destino de la humanidad, y que cuenta con personajes como George Washington, Napoleón o Manuel Godoy entre sus protagonistas, esté dispuesto a hacer concesiones para enseñar parte de un teta y un escote trasero en un diseño que no solo desafía a la historia sino a la propia gravedad. Que Emily, la única mujer con la que interactuamos, esté escandalosamente sexualizada, es llamativo cuando el protagonista hace repetidas menciones durante el puzle de las estatuas a cómo las mujeres siempre reciben un trato más injusto y se la juzga con más dureza. Un comentario, todo hay que decirlo, innecesario, que nos demuestra la hipocresía de un estudio que no se corta en afirmar, en la pantalla de carga, que son un equipo diverso y multicultural.

El atuendo de Emily y los comentarios de Louis podrían quedarse en anecdóticos de no ser por el problema Perú. Tenemos un problema con Jacques Perú. El revolucionario parisino se nos introduce en el primer episodio como una ejemplificación de lo más tóxico de la masculinidad. Violento, rudo e inaccesible, en una de sus primeras escenas le vemos intimidando y golpeando a una mujer que ya de por sí se encuentra en un estado lamentable. Un ser despreciable del que, no obstante, pretenden hacernos dudar. Después de recibir ayuda por parte de Perú, nuestro personaje comenta en un par de ocasiones que quizás sí es de fiar. Y, aunque está claro, desde el punto de vista narrativo, que Perú no es más que una cortina de humo (demasiado «malo» para ser el villano), me parece de mal gusto el implicar que de cierta forma nos podemos fiar de él. Un lavado de cara que, aún más en estos tiempos, deberían haber evitado.

La segunda parte de The Council se siente como un juego totalmente diferente. Del RPG conversacional salta al género de puzles y exploración de manera brusca y sin sentido. Este segundo episodio parece un relleno en el que un exceso de texto intenta enmascarar el hecho de que no se nos esté dando ninguna información. The Council puede mejorar, no lo dudo, al juego aún le quedan horas y horas para sacar todo el partido a sus personajes, pero yo, al menos, ya no estaré esperando expectante el próximo episodio. [6]