Análisis de The Simpsons Arcade Game

Acabé mi último análisis diciendo que «quizá la nostalgia y la vergüenza no vivan tan lejos» y hoy empiezo con ella hablando de uno de esos juegos que, veintiún años después de salir, ya solo tienen su razón de ser en ese mismo sentimiento y, si acaso, en cierto tono histórico documental. Algo así como las pinturas rupestres representando a mujeres: no sirve para el fap folder pero en su contexto debió de ser algo acojonante. Os hablo de The Simpsons Arcade Game, un título para recreativa que acaba de salir en XBLA y cuya calidad pende directamente de ese fino hilo de nostalgia o, en este caso, de devoción por una serie que dejó de molar hace ya algunos años. Cuando era un jovenzuelo imberbe me regalaron el The Simpsons: Bart vs. The Space Mutants para mi flamante Master System II. Hablamos de principios de los noventa, justo cuando esa extraña serie de personajes amarillos con chistes más adultos de lo habitual asomaba por la parrilla de La 2 a horas intempestivas para unos dibujos animados. Lo de ir pintando con spray los objetos que encontraba por las calles de Springfield estaba muy bien (miento: el juego era dificilísimo, una puta pesadilla), pero siempre me pregunté cómo sería patear sus avenidas repartiendo guantazos a diestro y siniestro, como aquel Final Fight o aquellas Tortugas Ninja que a menudo disfrutaba en el salón recreativo. Años después descubrí por alguna revistilla de bochornoso nombre que mi visión existía realmente, que la había desarrollado para máquinas arcade la propia Konami y que corría sobre el mismo motor gráfico que mi amado Teenage Mutant Ninja Turtles. Ya era tarde para jugarlo en su mueble porque el dueño de los recreativos (en mi barrio los llamábamos «sport», no me preguntéis por qué), un anciano con una gorra que siempre comía pipas (la gorra no, el abuelo), no tuvo a bien traerlo o quizá ni siquiera llegó a Europa. Pero solo tendría que esperar un poco más para que llegara MAME, la puta arca de la alianza videojuerguista, donde disfrutaría de él y de muchos otros. Ahora Konami ha conseguido deshacer el jodidísimo entuerto legal que debe de ser lanzar un producto con esa licencia, y uno se puede hacer con él en XBLA y PSN. ¿Y el juego qué tal? Pues depende del cristal con que se mire. Hay que pensar que fue diseñado para vaciarnos los bolsillos, y para eso en aquello época solo hacían falta tres cosas: gráficos vistosos, mecánica sencilla y mucha, mucha dificultad. El primer escollo está salvado: The Simpsons Arcade Game ha envejecido relativamente bien, sobre todo en cuanto al diseño y detalle de los escenarios. Y es que, teniendo en cuenta que los únicos personajes que participan en su trama (una tan ridícula que ni siquiera vale la pena detenerse a explicarla) son la familia Simpson, Smithers y el Sr. Burns, es de lógica y capital importancia que el resto de gentecilla tenga su hueco en el atrezzo de cada fase. Así nos encontramos con Skinner, Nelson, Milhouse, Moe, Krusty, Otto, Barney, y casi toda la plétora de personajes que solían aparecer por aquel entonces en la serie, haciendo sus cosillas en Springfield con el mero objetivo de aparecer en pantalla de forma testimonial y dar legitimidad al juego. Los enemigos son un tal Rupert y un tal Royd, además de alguna que otra intervención muy genérica que posiblemente jamás salió del cerebro de Matt Groening, algo que enrarece un poco la experiencia. El colorido es fenomenal y seguro que en su época ayudo a que los jugadores pasaran por alto una animaciones atroces. Quizá lo peor del juego sea precisamente cómo se juega. El clásico defecto congénito del beat’em up, la repetitividad, se presenta enseguida en este título y su embrionario control (golpe, salto, salto + golpe) lo convierten en el paradigma del machacabotones descerebrado de los que estaban llenos los salones recreativos de los noventa, así que tampoco sería justo cargar contra ello. Si hay algo que a uno le empuja a seguir jugando es lo que os decía antes, descubrir qué nos muestra cada nuevo nivel (de hecho esto era lo que perseguíamos en la mayoría de juegos), sumado a la última incógnita de la ecuación: la dificultad. Konami ha tenido a bien diseñar un versátil sistema de créditos individuales o colectivos (un fondo común para todos los que participen en el modo multijugador), para que las monedicas no sean infinitas y haya un mínimo desafío en el asunto. Con cuarenta créditos que nos dan por defecto hay de sobras para terminar los ocho niveles, pero eso no evitar la frustración de morir una y otra vez antes asfixiante e imposibles oleadas de enemigos o jefes finales que me atrevería a calificar de injustos (¡y cabrones!). Uno no quiere ni pensar en calcular el dinero que se habría gastado de ser aquello una recreativa de verdad, pero lo hace: un dineral. Algo obsceno, absurdo, delirante. No sé si alguien se terminó el juego en arcade sin dejarse todo el sueldo, pero si lo hubo desde aquí le quiero mandar un saludo y un abrazo muy fuerte allá donde esté, a la clínica mental que sea: tío, eres grande. The Simpsons Arcade Game es un hijo de su tiempo, y aunque el tratamiento de Konami ha sido respetuoso y enriquecedor (hay un modo survival con una sola vida que meas de la risa por no destrozarte la cara con una picadora de hielo), con su suavizado opcional, su inclusión tanto de la ROM yanqui como de la japonesa, su inteligente sistema e créditos y su reproducción del mueble alrededor de la pantalla, va a ser difícil que alguien que no lo conociera ya lo disfrute en demasía. Quizá si sois de esos que dormís bajo una colcha de Bart y guardáis recelosos en vuestro ordenador esos gifs de Lisa y Marge que nadie debería ver, quizá entonces sepáis vivir este «yo contra el barrio» tosco y elemental a más niveles. [6]