En los últimos meses hemos podido disfrutar de juegos muy diferentes en los que la fotografía, por obra y gracia del contexto argumental, adquiere diferentes significados que van más allá de la simple creación de imágenes. En Umurangi Generation nuestra cámara nos convierte en testigos de una serie de acciones políticas y sus consecuencias, apuntando al hecho de que documentar lo que sucede es tan importante (o más) que los hechos que toman lugar. En New Pokémon Snap la fotografía es una herramienta científica, indispensable a la hora de aumentar nuestros conocimientos y comprender mejor el mundo que nos rodea. Gracias a las imágenes no solo podemos ver a Pokémon de diferentes regiones sino analizar el comportamiento que estos tienen en su hábitat natural. Sin embargo, aunque la acción de tomar una foto tiene implicaciones muy diferentes en ambos juegos, los dos coinciden en representar al jugador como un ente relativamente pasivo (podemos poner trampas en New Pokémon Snap, pero poco más) cuya entidad en el mundo está limitada al tipo de imágenes que puede tomar. Y, en este sentido, Toem quiere ser muy diferente.

El juego fotográfico de Something We Made presenta la fotografía como una herramienta que puede llevarnos a experimentar el mundo y a ayudar directamente a todos sus habitantes. La historia comienza cuando el personaje principal decide que ha llegado la hora de abandonar su hogar para ir a experimentar el Toem, un singular fenómeno meteorológico que solo puede verse desde la cima de una montaña. Sin embargo, y a pesar de que el viaje se plantea, en parte, como una aventura, la cámara que nos acompaña no busca crear recuerdos sino tener un papel mucho más activo. Gracias a las fotografías podremos inspirar a nuestros vecinos, ayudarles a mejorar sus negocios o recordarles alguna época que ya han olvidado. También nos permitirá unirnos a un club de exploradores, convertirnos en artistas influyentes y organizar un compendio de todos los animales de la región.

Esta representación de la «fotografía como servicio social» es intrínseca al propio diseño del juego, que solo nos permite avanzar y viajar entre regiones si completamos un número concreto de misiones. Sin embargo, sería injusto clasificar estas misiones como «secundarias» cuando es la suma de cada uno de estos encargos lo que conforma el corazón y el centro de Toem. Mientras que en los títulos con una clara intención épica el objetivo es lo que da significado al viaje, aquí observar el Toem es solo una excusa para ponernos en marcha, conocer el mundo e involucrarnos en las necesidades de la comunidad.

En este intento por reivindicar lo pequeño por encima de lo épico, Toem resulta bastante similar a A Short Hike, más allá de que el personaje principal carezca de la profundidad dramática y la concreción que sí definían a Claire. Sin embargo, es agradable encontrar un juego que no utiliza el conflicto como agente de cambio y es capaz de ilustrar una evolución en el personaje principal a través del humor y el viaje que experimentamos en pantalla.

Pero lo que hace de Toem un juego excelente es el diseño del mapa y la forma en la que saca todo el partido posible de sus escasos elementos. A pesar de que las misiones no son complicadas (buscar un calcetín perdido, encontrar a unos monstruos ocultos o colarnos en una fiesta) el ritmo al que recibimos los diferentes encargos y encontramos la solución mientras, poco a poco, exploramos el mapa, nos sumerge en un estado de continua satisfacción. Entre fotografiar los diferentes animales que vamos encontrando, atender a las peticiones de los vecinos y experimentar con los diferentes puzles, en Toem siempre tenemos algo que hacer. El ritmo no decae hasta el final, gracias a la libertad que tenemos para movernos entre zonas y dejar para más tarde las misiones más frustrantes o para las que en el momento no encontramos solución.

El subtítulo del juego «una aventura fotográfica» hace referencia a que nuestra cámara será la clave de nuestra interacción con todo lo que nos rodea. Para romper muros o llamar la atención de diferentes criaturas, podremos equipar una ruidosa bocina que compensa con creces nuestra incapacidad para tomar la palabra. Gracias al trípode no solo sacaremos mejores instantáneas sino que seremos capaces de activar la cámara a distancia sin necesidad de que estemos en el mismo lugar desde el que se toma la foto. El equipo de Something We Made ha diseñado todo tipo de usos ingeniosos para estos componentes, de manera que en ningún momento la mecánica de tomar fotografías llega a ser repetitiva ni a quedarse escasa.

A diferencia de otras propuestas centradas en la fotografía, la calidad y la belleza de las imágenes que capturamos en Toem el algo totalmente secundario en el contexto de la historia. Por eso mismo, nunca llegamos a echar de menos los elementos para la edición y mejora de las imágenes que se han convertido en un estándar en otros títulos similares. Al estar totalmente en blanco y negro, y conformado por figuras totalmente planas, no hay demasiada diferencia entre buenas y malas fotografías, con lo que el juego nos obliga a no detenernos demasiado en el visor y a entender la fotografía por sus elementos más útiles y prácticos. Más allá de esto, su sencillo diseño, que parece inspirarse en el mundo del cómic, termina por ganarnos poco a poco, con cada minuto que pasamos sumergidos en su universo.

Es muy dificil encontrarle alguna pega a la propuesta de Something We Made. Toem tiene muy claro sus temas y ha centrado sus esfuerzos en sacarlos adelante de una manera coherente, rechazando cualquier tipo de distracción y elemento innecesario. El juego dura lo que tiene que durar, hace lo que tiene que hacer, y llega a buen puerto con una eficiencia envidiable. Y aunque lo modesto de sus ambiciones impiden que podamos calificarlo como un juego «perfecto» es, sin dudas, una de las experiencias más agradables y trabajadas de este 2021. 

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