A pesar del éxito de Bastion, se ha hablado relativamente poco de Supergiant Games. El estudio ha estado bastante callado, quiero decir. Hay alguna charla en la GDC y un puñado de entrevistas, claro, pero ni Amir Rao, ni Gavin Simon, ni siquiera Greg Kasavin son nombres que nos suenen de titulares. Tal vez prefieren que hablen sus juegos. Igual por eso sus protagonistas son mudos.
En Transistor controlamos a Red, un muchacha que podría seguir siendo cantante si no fuera porque le han robado la voz. Para compensarlo está su enorme espada, la que da nombre al juego, que no calla; lo borda de nuevo Logan Cunningham, el narrador de Bastion, que ahora se dirige de forma más directa y efectiva tanto a su compañera como a su jugador. «Eres de lo que no hay», nos dice cuando optamos por matar a todos los enemigos en una zona de la que, se supone, debes huir sin luchar. Tiene menos de complemento, más de idea central, y por eso la historia de la pelirroja funciona mejor que la del Kid. Se nota que Transistor lo han hecho los mismos que se encargaron de Bastion, también por la vista isométrica y la maravillosa dirección de arte, pero sobre todo se nota que lo han hecho después.
Todo el diseño es más maduro, se agradece que esta vez vaya de dentro hacia afuera; el combate, la parte más importante por lo que ocupa del juego, es también la más trabajada y compleja. Los enfrentamientos con El Proceso, una suerte de robots que suenan a virus informático, se resuelven mediante un sistema que mezcla un poco de todo; turnos con tiempo real, planificación previa con estrategia durante la pelea, proyectiles a distancia con espadazos a traición. Red se mueve libremente, hasta donde permiten las barreras de cada área, y no hay restricciones en el uso de habilidades mientras el tiempo transcurre con normalidad. Esa es una opción, desde luego, pero lo interesante empieza cuando se activa la función Turn(), cuando todo se detiene y podemos planear una serie de acciones que después se ejecutan a toda leche. El límite aquí lo marca una barra en la parte superior de la pantalla, que se reduce con los desplazamientos y con cada golpe. No hay prisa, puedes deshacer cada ataque antes de confirmarlo y aprovechar una interfaz especialmente clara para sacar el máximo partido de cada turno, porque hay que esperar un rato hasta el siguiente. Alteraciones de estado, bonificación de daño por la espalda, disparos que pueden alcanzar a varios enemigos —porque rebotan, porque van a pincho—… Las posibilidades son enormes, hay siempre una diferencia notable entre jugar bien o jugar sin más, y entre los mayores aciertos de Transistor está su forma de incentivar el aprendizaje.
Algunas habilidades acaban gustando más que otras, inevitablemente, pero Transistor empuja hacia la variedad con una elegancia ejemplar. Por un lado, las funciones activas se sobrecargan y quedan temporalmente inutilizadas cada vez que el indicador de salud llega a cero, obligando a cambiar de planes durante el siguiente tramo. Más interesante, al ir rotando un mismo ítem por los diferentes tipos de ranuras se desbloquea la biografía de la persona que tiene asociada. La historia de Cloudbank, de todas sus promesas y del problemón que tiene ahora, es la historia de sus periodistas, sus científicos, sus cantantes y sus jugadores de algo muy parecido al fútbol americano.
Hay que estar atento, mirar en todas partes, para encontrar una trama críptica y fragmentada. Demasiado, incluso. Está muy bien lo de reclamar tu atención con incógnitas, lo de no ser evidente, pero en varios momentos llegué a pensar que detrás de toda esa información no había una historia con sentido, que la caja misteriosa de J.J. Abrams estaba vacía otra vez. Seguramente más de lo que me gustaría reconocer, avanzaba por el beneficio de la duda y no por un interés genuino. Cómo no querer confiar, también es verdad, en una presentación tan medida, en una protagonista tan sugerente o en ese estilo art nouveau que tan bien funciona con los elementos futuristas. Y al final, entre detalles geniales como los mensajes que escribe Red en algunos terminales y los temas recurrentes —la falsa sensación de libertad, el retiro, los límites del amor—, sí queda espacio suficiente para varias interpretaciones.
La música es importantísima en Transistor, que le saca un partido brutal a su fabulosa banda sonora. Y sin embargo, el juego se siente desacompasado en su parte final; lo que se exige está por debajo de lo que has aprendido y los enfrentamientos, que acaban repitiéndose en exceso, se vuelven algo mecánicos.
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Ganazas, ojalá salga en Vita, le vendría como anillo al dedo…
Bastante de acuerdo con el artículo.
Si aún no lo habéis jugado, hacedlo sin esperar Bastion, porque es muy diferente. Y empezad a leer todo lo que el juego ofrece desde el principio, porque sino se os hará muy corto y superficial.
El sistema de combate es extremadamente sólido, pero creo que nunca llega a mostrar todo lo que puede hacer porque la variedad de enemigos es muy pequeña. Personalmente disfruté más el de Bastion (aunque éste es sin duda mucho mejor) y lo que más echo en falta es que tenga un modo PvP como complemento para ver en youtube las virguerías que haría la gente.
En fin, que es uno de esos 8 que son mucho mejores que algunos 10, pero que dentro de 5 años no voy a recordarlo como la primera vez que oí a Zia cantar.
Como dicen por arriba ojalá salga en Vita.
Me encanta la estética que le han dado estos señores a sus dos juegos, y es más, me encanta la vista isométrica.
Gran análisis Pep.
Personalmente creo que en Bastión, el todo es mejor que la suma de las partes, y en Transistor es al revés. El sistema de combate, la banda sonora y en general el mundo construido en torno a la historia me parecen superiores en Transistor, y aun así considero que Bastion sabe crear momentos emocionales mucho más potentes, que al final del día son los hacen que recuerde Bastion como un buen juego, aunque a nivel de mecánicas sea inferior.
No digo que Transistor sea malo, qué coño, es mi juego favorito en lo que llevamos de año. Es una lástima que tenga que ser obligatoriamente comparado con Bastion a pesar de ser dos juegos con objetivos claramente distintos: Bastion busca emocionarte mientras que Transistor busca satisfacer a aquellos dispuestos a entrar en los tejemanejes de la historia con el fin de descubrir hasta el último de los detalles.
Juego que necesita la Vita. Mola bastante todo lo que rodea al juego es precioso y la jugabilidad con el sistema por turnos pinta interesante.
Gran análisis Pep.
Caerá en el Plus más pronto que tarde…
Fantástico análisis. Yo me quedo con la banda sonora, un lujo.
@pep_sanchez
Me duele no haber visto en todo el análisis la frase: «Red podría ser cantante si no fuera por la voz.»
el diseño artístico, y la cosa en movimiento es una delicia.
Hay que decirlo también, el maquetado del análisis quedó hermoso.
¡¡Diego gallu, +1!!
A veces me da la impresión de que todos los usuaros de Vita son anaiteros xD
@pep_sanchez
A mi el gameplay de Bastion no me gusto NADA, dejé el juego a las 2 horas o menos por puro hastío y aburrimiento. Este me llama muchísimo, ¿crees que son lo suficientemente diferentes como para que no me pase lo mismo?
@yipee
¡La he adaptado hasta donde he podido!
@tocapelotas
El combate sí es lo bastante distinto. Si esa es la parte que no te gustó de Bastion, hay esperanza.
@pep_sanchez
Si, el combate fue lo que más me echó para atrás. Gracias le daré un tiento 😉
Yo lo pude probar y me encantó, lo compraré en cuanto me acabe Watch Dogs. Artisticamente, OST y el sistema de combate me parecen fenomenales.
Bastion me encantó y parece que todo lo que me gustó de él está también en Transistor. Tengo más hype por la bso que por el juego en realidad. Setting sail, coming home en Bastion es una de las cosas más flipantes que he escuchado, jugado, conocido.
Artísticamente es un bombazo, pero me deja muchas dudas sobre la jugabilidad
A mi Bastion me pareció bastante regulero y no consiguió engancharme más allá de las 3 primeras horas de juego (¿5, 6 fases quizás?). Aun así, he de admitir que apuntaba maneras, así que si en esta ocasión han conseguido innovar y progresar en su fórmula, me animaré a echarle un tiento en casa de algún colega y, luego, ya veremos…