Análisis de WarioWare Gold

A pesar de que los videojuegos se engloben dentro de esa inexacta etiqueta llamada «nuevas tecnologías» tienen mucho más en común con la agricultura que con, pongamos, la generación de energía. Al igual que los trabajadores del campo, los que se ensucian las manos con el código, el arte y el diseño trabajan en unas condiciones de precariedad que incluyen interminables jornadas con un salario con que apenas cubren gastos. Como la agricultura, los videojuegos forman parte de industria poderosa que no deja de crecer y de generar beneficios pero estos no se reparten en consecuencia. Y si el dinero no llega a los creadores, es evidente que alguien está sacando una mayor tajada de la que le corresponde. Los distribuidores, editores y responsables de marketing son los intermediarios habituales para conseguir que un título llegue a manos de su audiencia. Sin embargo, cada vez más, youtubers, influencers y productores de eventos se suman al carro y evitan que las ganancias lleguen a  premiar el talento y la creatividad. En WarioWare Gold, Nintendo intenta hacer una crítica al sistema por medio del archienemigo de su personaje más emblemático, resultando…

…un título lleno de microjuegos. Microjuegos divertidísimos.

WarioWare Gold compila más de 300 microjuegos y sorpresas en tres modos diferentes que se van desbloqueando según aumentemos nuestra habilidad. Al inicio, el modo historia nos presenta a un Wario sin blanca que decide organizar un torneo de videojuegos, con ayuda de sus conocidos, con el objetivo de hacerse de oro con la retransmisión online. Al apuntarnos al torneo podremos competir en tres ligas diferentes: la botones, en la que todos los microjuegos están diseñados para la cruceta y el botón A; la giro, en la que tendremos que mover la 3DS; y la táctil en la que, con ayuda del lápiz, deberemos dibujar, tocar o agitar varios elementos en la pantalla. Superadas todas las ligas, en las que Wario y otros cuatro personajes nos proponen cerca de 75 retos, pasamos a la liga Ultra, tres desafíos diferentes —más rápidos y difíciles— que nos conducen al enfrentamiento final: Wario contra una niña misteriosa a la que tendremos que ayudar sin saber absolutamente nada de sus intenciones.

La primera diferencia que encontramos en Gold frente a los demás títulos de la saga es este modo Historia que pretende hacer el juego mucho más accesible para todos. Al introducir poco a poco las diferentes mecánicas y dejar al jugador escoger cuáles desea probar en cada momento, el título disminuye su frenético avance permitiendo practicar y aprender a los menos habilidosos o desentrenados. Para cuando acabamos el modo Historia y desbloqueamos los Desafíos —que suponen el grueso de lo que son los títulos anteriores—, cualquiera es un experto en las sencillas reglas de WarioWare y está listo para enfrentarse a sí mismo y ponerse a prueba rompiendo sus récords una y otra vez.

WarioWare Gold cumple con lo que esperamos de la saga y adapta su absurdo y particular sentido del humor para sacar todo el partido a la plataforma que lo soporta. A pesar de que cada pieza no dura más que unos segundos, cada uno de los pequeños juegos está diseñado con mimo y maestría para demostrar todo lo que puede dar de sí un botón o un giroscopio cuando trabajan tras él verdaderos profesionales. Menos reconocimiento tiene la narrativa de la serie que, especialmente en este título, usa la estructura de los chistes (presentar una situación cotidiana y acabarla con algo inesperado) y juega con la anticipación para construir un universo disparatado que ya es sello personal de WarioWere.

La segunda novedad respecto a los títulos anteriores es que por primera vez escuchamos a Wario y a todo el elenco de personajes hablando frases completas en español. Pese a que la localización de los diálogos es tan perfecta (y graciosa) como acostumbra Nintendo España, la inclusión de los mismos resta bastante ritmo a un juego en donde el frenetismo, la rapidez y la música deben impulsarnos a no pasar y a encadenar reto tras reto sin fin. Por suerte, entre las funcionalidades extra que podemos ganar al avanzar, encontramos varias formas de personalizar el juego para que la experiencia sea lo más adictiva posible.

WarioWare Gold tiene todo lo que le podríamos pedir a un juego de Nintendo. Tantas horas como deseemos de rápida diversión en un título que todo el mundo puede jugar y disfrutar. Un diseño sobresaliente (del que tenemos mucho que aprender), un arte pastiche con lo mejor de varios estilos (desde el protomanga, al retro, con estilos improvisados que nos recuerdan a lo mejor de game jams) y una narrativa específica del videojuego que necesitaría de un artículo propio para ser analizada en detalle. WarioWare Gold puede parecer pequeño o resultar algo cutre pero eso sólo ni no vamos más allá. Gold es toda una lección —y una reivindicación— de lo simple y efectivo. De la perfecta sencillez. Un recordatorio de por qué Nintendo es la reina en lo que hace y de por qué lo hace tan bien. Aprendamos. [10]