Puede que de primeras no os suene Codemasters Chesire, pero conocéis sus juegos. Seguramente hayáis jugado a MotorStorm, y quizá también al malogrado Driveclub; a eso se dedicaron en PS3 y PS4, cuando todavía se llamaban Evolution Studios. Su cierre fue una de esas sorpresas desagradables que de vez en cuando nos da la industria del videojuego, y su suerte de renacimiento dentro de Codemasters, manteniendo además buena parte del equipo original, fue una alegría inesperada. Ya como Codemasters Evo firmaron OnRush, un arcade que quizá pasó más desapercibido de lo que merecía, y después completaron su transformación en Codemasters Chesire, nombre con el que firman Dirt 5, la nueva entrega de la veterana serie.
Dirt representa la rama arcade de Codemasters, una compañía definitivamente de nicho y que de un tiempo a esta parte ha sabido hacerse imprescindible para cierto público, hasta el punto de ser apetecible como adquisición para Take-Two. No es poca cosa. Si Dirt Rally propone una experiencia de simulación más cercana a los celebrados Colin McRae Rally (también de Codemasters y origen de la subserie Dirt; los dos primeros aún llevaban el nombre del piloto, que murió muy joven en un accidente de helicóptero), esta quinta entrega numérica de Dirt se centra en un tipo de carreras mucho más arcade, que se acercan a la conducción off-road de una manera más laxa y jovial, buscando la espectacularidad y la emoción por encima de la representación fiel.
Esta especialización arcade tiene como punto de partida o como contexto un ambiente festivalero no muy distinto al de Forza Horizon (otro spin-off que nace de un simulador estricto, Forza Motorsport, y que posiblemente sea ya más popular que su serie principal) y que mezcla la conducción extrema con musiketa de la wena y colorines estridentes de una forma suficientemente violenta como para no saber si va en serio o es una parodia tipo Zoolander. Por algún motivo, en los menús de Dirt 5 siempre hay gente hablando: arrancas el juego y empiezan a hablar, y no se callan mientras eliges circuito, y siguen hablando cuando personalizas los colores de tu coche o consultas los objetivos de tu patrocinador. A lo que voy es a que es ese tipo de arcade de conducción: uno que, con toda la buena intención del mundo, no para de hablar y hablar como si no fuera consciente de que no lo necesita, porque son los circuitos, los coches y las carreras las que tienen que llevar la voz cantante.
Ahí, Dirt 5 es tan sencillo y directo que casi podría parecer engañosamente sencillo y directo. Se te proponen una serie de carreras y tienes que completarlas, haciendo por el camino tantos objetivos secundarios (ligados a demostraciones de habilidad al volante) como te sea posible; cada carrera es de un «estilo», que determina el tipo de coche que vas a conducir y, a grandes rasgos, el tipo de terreno sobre el que se arma el circuito: los hay más off-road, los hay con más asfalto, algunos se desarrollan en estadios e incluso hay algunos en los que atraviesas entornos salvajes abriendo tu propio camino hacia la meta. Para darle un poco de chicha al recorrido, cuando terminas una carrera el progreso se bifurca hacia otras dos entre las que puedes elegir, que a su vez se bifurcan en otras dos, y así sucesivamente; las ramificaciones no son outrunianas, pero sí te exigen un cierto nivel de compromiso para no dejarte muchos circuitos sin completar mientras avanzas hacia el siguiente gran evento, que más o menos son carreras normales que rematan cada uno de los «capítulos» del juego.
Con Dirty Rally ocupándose de la parte más realista de la disciplina, Dirt 5 se permite el lujo de lanzarse al arcade más agresivo y desenfadado. Cada evento se ambienta en una localización del mundo (desde Grecia hasta Italia, desde China hasta Nueva York; una decena en total) y propone un tipo de desafío diferente. Dos eventos a priori parecidos pueden resultar sorprendentemente distintos gracias a las particularidades horarias o climáticas; un mismo ascenso por un monte o una carrera por un pueblo de Marruecos se juega de formas muy distintas según si es de día y con clima despejado o de noche y con lluvia.
El buen gusto de Codemasters Chesire, heredado del Evolution Studios de Driveclub, sale a relucir aquí. Más allá de los aviones dejando estelas de colores o de los lanzallamas escupiendo fuego como si estuvieras en un concierto de Kiss, Dirt 5 destaca en los momentos más inesperados, cuando el sol te deslumbra mientras le arañas las puertas a otros dos coches intentando adelantarlos en una curva en cuesta o cuando coges velocidad punta en una recta mientras ves la lluvia pasar a tu lado, como si no te tocara; es uno de esos arcades de carreras que quieren impresionar no solo a través del mando sino también de la vista, y definitivamente lo consigue. La imponencia de las mejores carreras de Dirt 5 consigue sobreponerse incluso a sus flaquezas más obvias, quizá más evidentes o fatigosas por ser uno de los juegos que estrenan al nueva generación de consolas. Jugando en Xbox Series X y en el modo que favorece la fidelidad gráfica frente al rendimiento (sin una pantalla que acepte 120fps, parece la opción más apropiada: los 60fps del «modo gráficos» son estables y muy bienvenidos), no son raros los detalles que saltan a la vista por estar por debajo de las partes más vistosas del conjunto. La cámara inicial, por ejemplo, suele fijarse con insistencia en un suelo que, visto de cerca, parece impropio de una consola de nueva generación; edificios, estructuras y otras decoraciones de los circuitos (tradicionalmente los rivales más débiles en este sentido: cuando conduces a alta velocidad es normal no pararse a mirar mucho las casas) también destacan por simples y planos, hasta el punto de no ser necesario tirar de modo foto para verlo.
En todo caso, estas asperezas no impiden que Dirt 5 sea generoso en escenas impactantes, paisajes hermosos y carreras sorprendentes. A las más tradicionales, que son la mayoría, se unen algunas pensadas para darle un poco de variedad al juego, como las gymkhanas, viejas conocidas de la serie Dirt y que proponen acumular puntos a base de derrapes, saltos y maniobras arriesgadas en entornos controlados, y que en el modo carrera casi sirven como excusa para justificar la presencia de un sólido editor de niveles a lo Trackmania con el que crear tus propios estadios. No es poco lo que ofrece Dirt 5, aunque su aparente sencillez y su naturaleza directa inviten a pensar lo contrario; quizá por eso me habría gustado que la vena arcade hubiera sido un poco más pronunciada y que se extendiera a la selección de vehículos, por ejemplo: hay varios por categoría, ni muchos ni pocos, y aunque sus estadísticas son suficientemente claras como para entenderlas de un vistazo sus diferencias son casi microscópicas, y más allá de la satisfacción de ir comprando nuevos coches apenas hay motivos de peso para probarlos. Quizá podría haberse intentado algo también por el lado de la IA, errática y poco consistente, a veces agresiva no porque los conductores sean maníacos sobre ruedas (que podrían serlo, y estaría bien) sino porque no parecen ser conscientes de que estás en la carretera.
Las asperezas de Dirt 5 son de esas que seguramente raspen más a quienes más en serio se tomen los juegos de conducción; yo, como simple aficionado (tengo mis referentes y de hecho es un género que favorezco sobre otros, llegado el caso, pero no soy especialmente exigente ni escrupuloso), las sé identificar y me gustaría que no existieran, pero casi siempre me pesa más lo espectacular, las grandes ambientaciones, los circuitos que dejan sin aliento. Me gusta la sensación de conducción que busca Codemasters Chesire, convincente pero en la que hay espacio para las vueltas de campana imposibles o las caídas por barrancos, aunque esos accidentes acaben no teniendo entidad en el flujo de la carrera; me gustan los derrapes a la vez pesados y de alto riesgo, como en Dirt Rally, y ligeros y controlables, como en Sega Rally. Me gusta una apuesta tan estilizada y concreta por el arcade de carreras en una época en la que juegos como Forza Horizon han hecho casi obligatoria la convivencia con los mundos abiertos o la exploración del entorno, y a la vez echo de menos los eventos más peliculeros y orquestados del juego de Playground, perfectos para puntuar el progreso y que encajan de maravilla con la actitud desenfadada y sin complejos de este género, hoy menos popular que antaño. Me gusta, por último, que existan compañías como Codemasters, que pueden especializarse en algo no necesariamente popular hasta el punto de acoger propuestas como este Dirt 5, un juego clásico y de nueva generación que demuestra que algunas cosas no son moda, sino que funcionan y merecen estar ahí para siempre: los arcades de carreras son una de ellas.
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Hay algo en la paleta de colores de este juego que me echa para atrás, pero no sé bien qué. Me parece todo muy marronoso/amarillento. No sé si es que todos los trailers los pillan al atardecer o qué.
A mí como fan de los Horizon me gustan estos juegos más que a un tonto un lápiz, pero para jugarlo en la series x me voy a esperar que lo parcheen. Los detalles de baja calidad a los que te refieres en el análisis en el modo a 120hz parecen ser parte de un bug que ya estarían intentando arreglar desde Codemasters, según le han respondido a John Linneman el de Digital Foundry en twitter (voy a poner el enlace a pelo y que salga lo que Dios quiera, no sé si se puede hacer de otra manera)
https://twitter.com/davidspringate/status/1330544631646457857?s=19
Es un buen juego pero hay demasiados coches, algunos de los cuales se controlan de forma horrible, las pistas a veces no estan bien disenñadas, le faltan cosas como lobbies, crossplay…y en pc almenos esta muerto.
Creo que el 7 esta bien
@inndolnec
Considerais implantarlo en dirt5 en alguna actualizacion?
Como podria tener seexxoo mientras juego a dirt 5, que es el seexxoo, por favor queremos respuestas