Análisis de Donkey Kong Country: Tropical Freeze

Luego pensé ir por el camino fácil: copiar y pegar el texto que escribí en 2014 sobre este mismo juego, para dar a entender que no hay muchas novedades pero sigue siendo igual de bueno. Mi magistral plan consistía en no tocar el texto pero sí añadir, al final del todo, a Funky Kong saliendo de una esquina, como en la nueva portada de Switch. Esa es otra de las novedades: el mono vacilón, antes encargado de la tienda dentro del juego, ahora es un personaje jugable. Viene a ser un modo fácil: Funky, confinado a su propia ranura de guardado (no se puede elegir a Funky en cualquier momento, quiero decir: si lo eliges te comprometes a jugar con él todo el rato [Actualización: Sí se puede elegir entre Funky y Donkey Kong en el mapa del mundo, desde el menú Opciones; se mantienen algunas ventajas —un corazón de más y precios muy rebajados en las tiendas— y la ranura de guardado se identifica con una tabla de surf, pero por lo demás es lo mismo]), tiene más vida y viene a ser una combinación de todos los demás personajes, porque salta más alto, más lejos y es más resistente. Es otra forma de jugar, pensada para aquellas personas que quizá encuentren problemas con la manera estándar de enfrentarse a Tropical Freeze, un juego sorprendentemente exigente; no difícil, pero sí muy exigente.

Descarté esta idea después de jugar muchas horas a la versión para Switch. No es algo que haya hecho por obligación; al contrario, Tropical Freeze, como un buen libro, siempre da motivos para volver a él. Es genial cómo cada mundo se va abriendo ante ti cuanto mejor lo conoces: primero, cuando ves cómo están temáticamente conectados (el caso más interesante quizá es el de la fábrica de helados, que culmina con el jefe final comiéndose un polo de sandía), el todo parece más grande que la suma de sus partes; cuando, seguramente después de haber visto los créditos, te pones a conseguir medallas de oro en el modo Contrarreloj, ves que cada nivel es un mundo en sí mismo, una máquina perfectamente engrasada con una vida propia más allá del mundo al que pertenece, de su papel dentro de la pequeña historieta que cuenta cuando lo juntas con otros cuatro o cinco.

La cantidad de decisiones inteligentes por píxel de Tropical Freeze es casi abrumadora. Por ejemplo, en el nivel 2-3 (Trompas tremendas) hay varias secciones en las que las hojas de los árboles que caen al vacío forman las plataformas móviles que, en una partida normal, te obligan a pensar rápido para no acabar en el precipicio cuando estás encima; cuando juegas en contrarreloj, estas ingeniosas secciones permiten formar distintos circuitos para optimizar tu tiempo. El propio juego ofrece tres opciones para afrontar estos desafíos: no es lo mismo jugar con Diddy o Dixie como acompañantes que con Cranky, un personaje mucho menos seguro, porque no planea, pero que puede conseguir grandes velocidades encadenando saltos con el bastón, además de llegar a plataformas más elevadas con facilidad. Sin embargo, a veces el pequeño impulso hacia arriba con que termina el salto con Dixie te ayuda a arañar unos segundos muy valiosos, como en 1-K (Lianas liosas), o los jetpacks de Diddy te permiten llegar a un enemigo sobre el que impulsarte para arañar un segundo justo al final del nivel, como en 1-2 (Orilla ominosa).

(Efectivamente, los nombres de los niveles son una delicia.)

Se pueden ver las repeticiones de otras personas directamente en la tabla de tiempos online, pero en los mejores casos (que son casi todos) el propio diseño del nivel te anima a ver los mejores caminos para conseguir un buen resultado. Uno de mis casos favoritos se da en 1-B (Follaje y fuselaje), por dos motivos. El primero es que por su estilo visual es muy explícito cómo la decoración de los niveles, todo aquello que parece cumplir solo un propósito estético, está colocada cuidadosamente para servir de guía para el modo Contrarreloj: hay tres arbustos para que, cuando vas a toda velocidad, te fijes en ellos y que sepas que tienes que saltar cuando estás en el segundo, o en el tercero, o que tengas presente que si saltas cuando en el fondo ves tal cosita puedes pasar por un pequeño hueco que hay entre un enemigo y una plataforma, en lugar de alargar el salto para pasar por encima y perder unas décimas de segundo preciosas. El segundo motivo es que tiene algún atajo espectacular: el más vistoso es uno que te permite pasar sobre un precipicio enorme que, de otra forma, se supera activando un resorte que crea un caminito. Calculando bien, puedes enlazar saltos en la cocorota de varios enemigos para evitar ese mecanismo, que te quita tres o cuatro segundos imperdonables para cualquiera que busque un buen tiempo.