2011 fue un año bastante alucinante. En 2011 se publicaron Dark Souls, Skyrim, Bulletstorm, Limbo, L.A. Noire, From Dust, Skyward Sword. Salió Portal 2. Salió Minecraft. ¡Salió Duke Nukem Forever! De Japón llegaron juegos tan interesantes como Shadows of the Damned o Catherine, que todavía hoy son demasiado grandes para la estrechez de llamarlos «un shooter» o «un juego de puzzles»; también El Shaddai: Ascension of the Metatron, que es «un hack and slash», pero también una experiencia estética de primer nivel y, a su manera, una adaptación del libro o los libros de Enoc, ese personaje bíblico apócrifo que «anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó», y que de paso es también el protagonista del juego.
Tenemos el año 2011 sobrevolándonos, por eso de la década de distancia; ha vuelto algún juego ya y todavía queda alguno por volver, pero sinceramente no esperaba volver a jugar a El Shaddai, aunque sea de los que guardo con cariño en la estantería. Mañana mismo, 2 de septiembre, se estrena en Steam; rejugando esta nueva versión para ordenadores me ha alegrado comprobar que mantiene las cualidades que lo hicieron memorable en su momento, cuando estábamos peor preparados para aceptar su particular forma de ser.
Es un juego de acción, sí, pero desde el principio queda claro que no es como los demás. Por defecto, El Shaddai te propone jugar en la dificultad más baja, para enterarte de lo que quiere contar sin tener demasiados problemas con los combates; no es hasta que lo terminas por primera vez, de hecho, que aparecen en pantalla los indicadores de puntuación que califican tu rendimiento, los rangos de toda la vida, añadiendo una capa adicional a una imagen que hasta ese momento es tan limpia como le es posible. Las indicaciones que necesitas te las da de otras maneras: la salud se representa en tu traje, que se quiebra hasta desaparecer a medida que recibes golpes, y la pureza de tu arma se sabe por su color, que se oscurece después de usarla durante un tiempo.
Este sistema de pureza es casi lo más cerca que está El Shaddai de tener una profundidad que no le habría ido mal, sinceramente, aunque en general no se echa de menos hasta muy tarde, con lo que quizá tampoco la necesita tanto en realidad. Básicamente, las tres armas que tienes a tu disposición (y que vas desbloqueando a medida que avanzas en la historia, más o menos rápido) se van corrompiendo, y de vez en cuando debes purificarlas para que recobren todo su poder; el daño que hacen es el mismo, pero un arma purificada puede además aturdir a los enemigos, dejándolos a tu merced y permitiéndote, de paso, robarles su arma; no te es posible cambiar de arma en cualquier momento, he ahí el quid de la cuestión, así que tienes que ir birlándoselas a tus enemigos a medida que las quieras o las necesites. Cada una tiene sets de movimientos diferentes, útiles no solo para luchar sino también para moverse: a veces hacen falta armas específicas para alcanzar zonas escondidas de los niveles, por ejemplo.
Por lo demás, el combate de El Shaddai es un asunto sencillo pero que se nota trabajado y que sabe generar un ritmo interesante, gracias sobre todo a unas animaciones y juegos de cámara fenomenales. Para mi gusto, un poquito más de complejidad no le habría ido mal, aunque lo cierto es que con un único botón de ataque y un modificador (que convierte el salto en una especie de esquiva, por ejemplo, y el ataque estándar en un gancho que abre la posibilidad a los combos aéreos) llega bastante lejos. No sabría decir si tan lejos como para aguantar un juego entero, aunque no es tan largo como para que el combate provoque más fatiga de la cuenta.
Posiblemente sea más peliagudo el diseño de niveles, que combina layouts muy básicos con una de las propuestas visuales más alucinantes de todos los tiempos. Es psicodélico y atrevido, y no tiene miedo a probar cosas diferentes y raras, a veces casi incómodas, para darle a los mundos que recorremos en busca de los ángeles caídos un tono único; sí puede llegar a ser un problema el abuso de los entornos menos definidos, casi etéreos, solo a medias justificados por un argumento que a veces no termina de dar peso y concreción a sus temas, que de todas formas funcionan como buen trasfondo para una acción en la que no faltan los altibajos: lo primero, los altis, representados por las apariciones estelares de jefes y por las escenas mejor conseguidas, y lo segundo, los bajos, por un plataformeo que ya era cuestionable en su época (y que el paso del tiempo no permite ver con más benevolencia, por desgracia) o por la sensación de que al camino le falta o sustancia o capacidad de síntesis, según el momento.
Pero ya digo que en realidad la balanza se decanta, gracias a esa fuerza estética y a una duración contenida pero no escasa, en favor de El Shaddai, que además se ve mejor que nunca. Le ha ido bien el salto a PC, sobre todo por la mayor nitidez de la imagen, aunque el port sea tirando a justito. Las opciones gráficas están en un menú separado del propio juego y al que se accede antes de iniciarlo, y en mi caso algunas de las mejoras visuales provocan también glitches que le quitan personalidad al juego, bloqueando algunos efectos y llegando a interferir en el gameplay: el multisampling hace que los indicadores visuales de la corrupción del arma no se muestren, un fallo bastante feo. Tampoco hay mucho que toquetear, por lo demás, y sin darle muchas vueltas a la configuración el salto visual ya es notable, aunque en realidad los assets sean los mismos: hasta los botones que se muestran en pantalla son los del mando de Xbox 360.
Tengo la tentación de cerrar diciendo que ya no se hacen juegos como El Shaddai, una afirmación que no tengo claro que sea cierta (¿alguna vez se han hecho tantos de su especie como para que se pueda generalizar así su supuesta pérdida?) pero en la que veo resumida una ambición concreta de doble A que intenta hacer algo distinto, que quiere diferenciarse del resto de una forma que no siempre hace diana pero a la que siempre se le ve esa intención. Decía hace unos párrafos que en 2011 estábamos en peor situación de entender o de aceptar El Shaddai: Ascension of the Metatron, y este relanzamiento llega en un buen momento: hoy, la idea de un hack and slash sin barra de vida o sin marcadores de rendimiento en combate suena mucho menos controvertida, y de hecho es más fácil simplemente ignorarlo y absorber lo que se propone sin prejuicios, con la mirada más limpia. Un juego basado en un relato bíblico así no podía ser menos apócrifo entre los de su género: y gracias a Dios que no lo fue, ni lo es, y que podemos volver a él una década después. Es un rescate muy bienvenido.
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Pufff.. Ni recordaba los componentes hack and slash de este juego. La atmósfera etérea, fuera de nuestro mundo, es lo que me animó a terminarlo.
Pero nunca hubiera esperado una vuelta de este título perdido.
«En mi caso personal, El Shaddai no admite de notas intermedias: sería un 1-2 o un 9-10, sin nada por el medio. A veces me parece un desastre y otras me parece algo que sólo entenderemos en el futuro, dentro de cincuenta años.» dijo @chiconuclear el 2 de septiembre de 2011. 10 años después le pone otro 7 xD
@landman
Completamente de acuerdo con la antigua cita. A ratos me daba ganas de dejarlo y al minuto siguiente me parecía algo enormísimo.
Juegazo, juegazo, juegazo. Creo que estamos de acuerdo en los mismos puntos a favor.
Que pena que no pude terminarlo. Lo mismo cae esta versión 🙂
Muy fino ese interlineado para resaltar el paquete del prota en la cabecera del artículo, @chiconuclear
Ey, no vale editarlo!
2009-2012, de las épocas más dulces de la Historia de los videojuegos que recuerdo (las recuerdo todas).