Análisis de Fibble

Que Crytek hayan decidido darle un tiento al mercado móvil con este mucho más casual de lo que acostumbran Fibble no debería sorprendernos: no son los primeros que intentan sacarse unas buenas perras vendiendo juegos dirigidos a dispositivos móviles. No debería, pero nos sorprende: yo, al menos, lo último que esperaba ver era el logo de Crytek, naranjita y rollo pegatina, antes de este peculiar juego a medio camino entre el minigolf y los Angry Birds, donde tenemos que ayudar a un simpático extraterrestre extraviado en una casa humana a reencontrarse con su tripulación y volver a casa sanos y salvos. La odisea de Fibble es de formato minúsculo: no sólo porque se juegue en iPhone o iPad, sino porque el tamaño del protagonista hace que la casa en la que acaba cayendo desde el espacio parezca gigantesca. No sé a vosotros, pero a mí el rollo Micromachines de ir por una casa gigante me flipa: recuerdo haber disfrutado muchísimo incluso el Disney’s Extreme Skate Adventure en GameCube porque había un nivel que era la casa de Andy de Toy Story. Aquí la implicación del escenario en la acción es menor, porque al fin y al cabo nos movemos en circuitos cerrados bien definidos, pero es muy simpático ver cosas gigantes rodeándolos. Con mayor o menor nivel de complejidad de por medio, cada uno de los treinta niveles del juego tiene un objetivo básico: llevar a Fibble, lanzándolo como si fuera una bola de minigolf, hasta una especie de vórtice azul que hace las veces de meta. A lo largo del circuito encontraremos monedas y estrellas: consiguiéndolas aumentaremos nuestra calificación final, que va de bronce a oro; en casi ningún caso conseguir todas las estrellas y oro es demasiado difícil, aunque las cosas se van complicando, algo lentamente, hasta llegar a unos últimos niveles bastante complejos aunque en todo momento abarcables. A medida que avanzamos en el juego encontramos a nuestra tripulación; al principio de cada nivel debemos (o podemos: no siempre es necesario usar todos) colocarlos en el circuito para aprovechar sus habilidades en nuestro favor. Así, tenemos a un pulpo que nos sirve para variar la dirección, un tipo que aumenta nuestra velocidad u otro que nos impulsa hacia arriba, el equivalente en Fibble al salto. Son estos ayudantes los que añaden el toque más aleatorio, de puzzle de físicas a lo Angry Birds; no funcionan mal, aunque tampoco funcionan siempre igual de bien.

Es un juego corto y fácil; me atrevería a decir que es demasiado corto y demasiado fácil, porque casi nunca necesitamos más de una partida para exprimir al máximo un nivel. Esto es menos problema al costar el juego 1,59€ (3,99 en iPad), pero incluso así la cosa es grave: es divertido, sí, y llega a enganchar bastante, con lo que en un par de tardes es bien probable que le hayamos sacado todo el partido posible; un nuevo set de niveles, bloqueado de momento, debería remediar eso con una actualización, pero por el momento es mucho más fácil de lo que debería.

Los valores de producción son altísimos y se nota la mano de Crytek: gráficamente es potentísimo, y es de esos juegos que sorprende llevar en el bolsillo; se les va la mano un poco con las cinemáticas, los tiempos de carga y la sensación de peso de todo el juego, que podría verse beneficiado con un poco menos de potencia gráfica y un poco más de agilidad. Quizá sea su pasado orientado a otro tipo de público y su posible falta de experiencia fuera de lo hardcore lo que haya hecho que Crytek identifique demasiado casual con simplón: Fibble es agradable, divertido y parte de una buena idea, pero la mecha se le gasta mucho antes de la cuenta y acaba siendo poco más que anecdótico. Una anécdota agradable, sin duda, pero nada más. [6]