Análisis de FIFA 18

Uno tiende a pensar siempre que las asociaciones contractuales de EA Sports con futbolistas profesionales para actuar de embajadores y aparecer en las portadas de sus juegos tienen siempre algo de influencia creativa, como musas millonarias de grandes muslos posando frente a un croma, diciendo aquello de «dibújame como a una de tus chicas francesas». Cuando Messi ocupaba la portada de FIFA tuve la sensación de que los partidos eran muy serenos y que el desequilibrio venía por un chispazo de genialidad o por una carrera al espacio donde el defensa lo tenía imposible para recuperar distancia a su espalda. Ahora que la musa es Cristiano Ronaldo —en una postura reflexiva, tensa, como concentrándose antes de lanzar un penalti; la primera vez en más de una década en que el futbolista homenajeado no aparecer en la foto corriendo, chutando o celebrando—, tengo la sensación de que la dinámica sobre el césped tiene algo que ver con el actual Real Madrid de los latigazos de juego demoledores, los cañonazos imposibles, los asedios continuados y febriles y la defensa a imagen y semejanza de Sergio Ramos: tan potente y vistosa como inestable.

Prometí al Rotterdam que le sacaría de Segunda División y lo hice: bajamos a Tercera.

—Tommy Docherty

Este verano me he saltado la demo de FIFA 18 que EA Sports publica ya como tradición y he decidido esperar directamente al plato caliente, al cuchareo, al sabor penetrante. Tenía la impresión desde los vídeos publicados durante el E3 de que los cambios iban a ser mínimos o al menos difíciles de percibir, así que dediqué una semana y media de intenso roce con FIFA 17 y luego cambié de tercio de la manera más abrupta y radical posible con la edición de este año. Los juegos de fútbol cambian todos los años, pero detectar las diferencias a veces es una cuestión más orgánica que cerebral: solo cuando la memoria muscular desarrollada durante un año choca de frente con las sutiles variaciones en la dinámica de juego es cuando uno siente ese cruce de cables y puede marcar en el mapa de su cabeza qué es exactamente lo que ha cambiado y cómo. La sensación sobre la razón, casi una definición valdaniana del fútbol.

¿Y qué distingue este FIFA 18 de FIFA 17? Pocas cosas, pero la mayoría muy positivas: al contrario de lo que sucede con PES 2018, este año FIFA parece más ágil y enloquecido, con una facilidad en el pase (normal o tenso) y una recepción limpia del balón que por momentos hacen que el juego abrace el tan detestado efecto ping-pong. La apuesta de EA Sports este año es sobre todo desacomplejada y diligente: mi primer partido terminó 4 – 4, y no fueron pocas las ocasiones falladas o que dieron con los palos, además con una variedad considerable de remates: desde cabezazos en el primer palo hasta pases filtrados por encima de la línea defensiva o tiros de media distancia potentes y ajustados a la escuadra. Es un juego que se percibe algo más arcade que otros años, y que hace predominar el ritmo por encima de todo.

Me habría venido bien que Manolo Lama se hubiese matado en 1987.

—Javier Clemente

La brega por un balón dividido tiene menos importancia, los centros al área son más tensos y con mayor intención que en otras ediciones y se suma un añadido más en esta búsqueda por mantener el flujo: los cambios rápidos. Ahora cuando queramos hacer una sustitución no es necesario pausar y navegar por los menús: con una combinación sencilla de botones cuando el balón no está en juego podemos realizar sustituciones configuradas previamente, ya sean de refresco (hombre por hombre en la misma posición) o tácticos (fuera un defensa, dentro un delantero). Es una aportación muy similar al saque de banda sin transiciones que se implementó hace un par de años o el libre indirecto sobre la marcha; todo está enfocado a crear una corriente de juego ininterrumpida independientemente cómo se esté desarrollando el partido. Incluso los encuentros que no están lo que se suele decir rotos, incluso los que mantienen un rigor táctico y un orden en defensivo, ofensivo y en la creación, transmiten igualmente esa fulgor apresurado, esa obstinación agitada del fútbol más loco. En ese sentido, creo que FIFA 18 se parece más que nunca al fútbol que se practica en la Premier League, donde hasta el propio árbitro pone a prueba la elasticidad del reglamento con tal de no detener la acción. Y en ese sentido, creo que el juego sale ganando.

.

FIFA 18 es un juego conservador, muy claramente construido sobre los cimientos que EA Sports dispuso el año pasado, pero con la misma obsesión de siempre por algo en lo que tradicionalmente ha tomado ventaja a sus competidores: la pasión por el detalle. Si bien hay cierta rivalidad equilibrada en la representación facial de los futbolistas, donde EA se lleva los tres puntos en la pincelada, el toquecito, la molestia tomada muy a conciencia en distribuir mejor un menú o hacer que el césped refleje la erosión del partido tras el pitido final. Siempre hablamos de la manera en que Naughty Dog llena de vida sus set-pieces con un Nathan Drake que se apoya de manera natural en los muros que le rodean, con cuentakilómetros de media pulgada que funcionan de verdad o con barriles en la carga de una camioneta que se agitan con criterio, según las leyes de la física. FIFA parece tener entre ceja y ceja ese mismo delirio minucioso: si la técnica todavía no permite alcanzar el fotorrealismo, hay que preñar de detalle y dinamismo cada milímetro del estadio.

¡Con el pito nos los follamos! ¡Con el pito!

—Benito Floro