Análisis de Fire Emblem Awakening

El eslogan de una famosa compañía de telecomunicaciones (anuncio: ¡ponga aquí el nombre de su compañía ayudándome a vaciar mi lista de deseos de Amazon una conocida tienda online!) dice que irás a ella por el ahorro y te quedarás por el servicio técnico. A Fire Emblem Awakening puedes ir por la jugabilidad o por la historia, pero en cualquier caso te acabarás quedando también por lo otro: la manera en que Intelligent Systems consiguen crear un todo con nuestra relación con los personajes y el engranaje de órdenes y estrategias que formamos con ellos en el campo de batalla es extraordinaria, como prácticamente todo en Awakening. Merece la pena empezar partiendo de esa base: en este Fire Emblem poquísimas cosas están mal.

Simplificando muchísimo las cosas, Awakening es mitad rol estratégico y mitad desarrollo de una historia. Aunque el peso principal lo lleva, evidentemente, la parte en la que movemos a nuestras unidades por la cuadrícula (una materia en la que Intelligent Systems se han demostrado una y otra vez más que solventes), es imposible separar la estrategia de las relaciones entre los personajes, tanto los que mueven la historia como los más o menos prescindibles. Hay varias decenas; casi sin querer uno los va conociendo, se va acostumbrando a ellos, va dependiendo más de unos o de otros: y entonces mueren.

Tan importante como desplegar bien nuestra estrategia cuando combatimos es tener una buena previsión de las relaciones que nuestros personajes van a tener. No todas son iguales y no todas tienen los mismos resultados, y por ello a medida que la partida avanza nos vamos encariñando de tales o cuales miembros de nuestro equipo: algunos funcionan mejor juntos, otros nos gustan más por su personalidad y otros se enamoran entre ellos y acaban trayendo al mundo a los críos que acabarán uniéndose a nuestras filas. Es por ello que la muerte permanente (retirada permanente, más bien; unas vacaciones muy jodidas y de las que nadie vuelve) es importante, aunque no opcional; al menos es interesante, porque añade una capa adicional de complejidad a la gestión de nuestro grupo: teniendo el riesgo de que un personaje al que llevas mejorando cierto tiempo, a quien llevas cuidando para que tenga una buena relación con otro con quien funciona bien tanto fuera como dentro del campo de batalla, muera y hayas perdido todo ese esfuerzo, la presión y el cuidado de las misiones es mucho mayor.

Por supuesto, siempre nos queda reiniciar malamente antes de que se guarde la partida y repetir la misión en la que hemos perdido a nuestra unidad, pero a partir de cierto punto eso puede suponer tener que volver a jugar una batalla especialmente larga, y esto no es Angry Birds: aquí hay partidas donde la unidad mínima de tiempo es la hora.

Es por eso que, a la que uno le da una oportunidad a la historia, a las conversaciones y situaciones que ocurren mientras no estamos cascándonos con la gente mala, resulta muy difícil saltarse una escena cinemática o uno de los muchos momentos en que los personajes charlan entre ellos. Puedes venir por la estrategia, pero te quedas por la historia; por cómo sabe especiar lo lineal de su historia principal, que sabe no salir mal parada del cliché, el lugar común y la falta de interés gracias al buen ritmo y el guión bien escrito, gracias a las variaciones que surgen de nuestras elecciones. El comienzo y el final son los mismos en cualquier caso; lo que varía es lo que tenemos en el medio, que no es moco de pavo: inicio y fin suponen, en el fondo, un porcentaje mínimo de las varias decenas de horas que podemos dedicar a terminar la historia principal.

En las primeras horas de mi primera partida ya me gustó el hecho de que, «si queremos, Fire Emblem nos lleva de la mano todo lo que queramos, pero sólo si sentimos que lo vamos a necesitar para entender lo que ocurre en pantalla; si vamos sobrados, podemos ignorar sus consejos y sencillamente planificar las batallas desde el principio como nos venga en gana». La forma en que se nos explican los puntos básicos del juego, nada intrusiva y muy bien colocada en una pantalla inferior extraordinariamente bien pensada para mostrar toda la información que necesitamos en cualquier momento, no sólo destaca por ser accesible, concisa y tan clara como fácil de ignorar: el ritmo al que se van introduciendo novedades durante las primeras misiones, la forma en que se nos presentan las novedades y los combates se van complejizando, es extraordinaria. Intelligent Systems no son nuevos en esto: la curva de dificultad de Awakening es digna de estudio concienzudo, de manual de diseño de juegos.