Análisis de Football Manager 2015

Soy de esa gente cuando les piden elegir una pregunta personal secreta para registrarse, sufro una brutal regresión y empiezo a pensar en cómo fue la vida como soltera de mi madre, qué fue del primer profesor que tuve o por qué dejé de hablar con mi mejor amigo de la infancia; y entro en una espiral emocionalmente agotadora de remordimiento, nostalgia y angustia que me consume los nervios y me destruye el espíritu.

Así que os podéis imaginar mi reacción cuando, nada más arrancar Football Manager 2015, el juego me preguntó qué tipo de entrenador era yo: de chándal, eminentemente exjugador, aguerrido, apasionado, de los que motiva a su plantilla dando ejemplo y trabaja mucho la forma; o de traje, más frío y distante, más propenso a los despachos, la ingesta de horas de vídeo en solitario, la obsesión táctica y la disciplina férrea en el vestuario. Docenas de numeritos y reguladores me permitían decantarme por uno y otro tipo y especificar la importancia nominal exacta de cada concepto, cada rasgo y cada criterio. El viaje hacia mi propia conciencia fue como un relámpago, por delante de mis ojos pasaron a toda velocidad cientos de miles de imágenes de entrenadores, corbatas aflojadas, axilas sombreadas, carótidas inflamadas, chándals Kappa arremangados, botellazos contra el banquillo e instrucciones nerviosas al oído de canteranos imberbes. Y, claro, me desmayé.

Horas después los lametones de mi perro me despertaron, volví a la pantalla de mi ordenador y llegué a la conclusión de que este tipo de elección es ideal si queremos imitar la metodología y el talante de un entrenador conocido, pero que para el jugador medio de Football Manager acaba resultando en un ejercicio de arbitrariedad, confusión y, sobre todo, de lucha contra un formulario del que tampoco tenemos muy claro cuál es su utilidad. Ese es uno de los problemas de este FM2015: entre la parte más apasionante y adictiva de sus mecánicas sobreviven una maraña de solicitudes y decisiones que no tienen un motivo claro en apariencia o que, como mínimo, no sabemos muy bien qué consecuencias tienen en la partida.

Es posible que la burocracia estéril sea parte esencial del realismo, de la obsesión con la que Sports Interactive busca cubrir todos y cada uno de los movimientos en la gestión de un equipo, desde la comunicación en ambas direcciones del organigrama (como pedir una ampliación de presupuesto a la directiva o demostrarles nuestra implicación en el proyecto; o la psicología de vestuario con la plantilla y la forma de darles mensajes que suban la moral de manera uniforme) hasta el eterno toma y daca con la prensa (establecer un tipo de relación con los periodistas, mantener secretismos y ser díscolos u ofrecer respuestas amables y compañerismo sincero), pasando por temas de planificación, contacto con ojeadores, preparación física, ensayos de estrategia, negociaciones o incluso un seguimiento personalizable de la actualidad futbolística, que aunque seamos el entrenador del Llagostera nos llegue a la bandeja del correo que el portero suplente del Swansea se ha roto un metacarpiano, si así lo queremos.

El flujo de información es tan brutal que FM2015 vive al filo de la navaja en cuestiones como la rentabilidad del tiempo invertido o la fluidez en el diseño de su interfaz. Este año se ha vuelto a la barra lateral de menú, un retorno difícil de comprender en una serie que lleva como mínimo tres años alejada de este tipo de arcaísmos funcionales y que de hecho ha sido capaz de avanzar en cada edición a base de inteligencia, sobriedad y de no desviarse nunca del camino de la usabilidad. En esta nueva versión todo parece encarado a desmentir la frase anterior a base de menús arbitrarios que ofrecen a un solo click opciones que solo hace falta consultar una vez por temporada y en cambio nos obliga a dar tres pasos para gestiones esenciales, y eso sin mencionar la organización algo ilógica de su elementos. FM2015 es posiblemente uno de los mayores consumidores de tiempo que han dado los videojuegos, sobre todo por ser capaz de mostrarnos el valor de ese tiempo, de convertirlo en trabajo y consecuencias, no de hacernos perder ni un minuto buscando cómo hacer algo que tenemos en mente, y eso es algo en lo que esta nueva edición ha errado el tiro.

Sigue siendo sin lugar a dudas el mejor mánager de fútbol del mundo, y sobre el papel es todavía más completo que aquella obra de ingeniería llamada Football Manager 2014: este FM2015 estira todavía más la capacidad de interacción con todo lo que rodea al club y se hace casi imposible pensar en algo que Carlo Ancelotti pueda hacer en su trabajo y nosotros no, a excepción de levantar la ceja izquierda. Incluso la relación con los jugadores y el staff técnico han ganado en humanidad, y uno siempre tiene la sensación de que el futbolista tiene su propia personalidad y que actúa con cierta coherencia con respecto a sus circunstancias, y los informes de los ojeadores dan una valoración más accesible y menos robótica de si un chaval del Internacional de Portoalegre B tiene madera de crack o si hay riesgo de que se deje deslumbrar por las discotecas europeas y los camellos generosos.

Al final Football Manager 2015 se ha acercado peligrosamente al concepto de un simulador sobre cómo ser Andoni Zubizarreta: de sentir como, a pesar de tener todos los medios habidos y por haber a nuestra disposición, la gestión se vuelve más pesada de lo que debería, el papeleo se amontona sobre nuestro escritorio, el tiempo se desliza entre nuestros dedos sin que la productividad vaya de su mano y cada avance parece en realidad un paso atrás. Eso sí: al menos en FM2015 podemos fichar a un buen central y la alopecia, de momento, se mantiene a raya. [7]