Forza Horizon 3

Algunos géneros lo tienen más difícil que otros para luchar contra la irrelevancia en los tiempos turbulentos en que una forma de expresión empieza a mutar en una otra cosa, que a menudo incluye a las anteriores o asume a las anteriores por respeto o por cachondearse. La novela de caballerías, el slapstick, el matamarcianos a lo Space Invaders: hay ejemplos de estos tipos de libro, película y videojuego fuera de sus épocas de máximo esplendor, pero creo que todos podemos estar de acuerdo en que no me estoy refiriendo a eso, gracias, prosigamos. Los arcades de carreras no pasan por su mejor momento. No porque no haya algunos excelentes, que los hay, sino porque a menudo destacan como rarezas en las estanterías de las tiendas y en las ludotecas de los aficionados: entre The Witcher 3 y GTA V y Xenoblade Chronicles X y Mad Max y Just Cause 3 y Sombras de Mordor, es inevitable que Driveclub nos parezca contingente y no necesario. Esto es una referencia a Amanece, que no es poco: bajad las llaves inglesas.

Igual que los años de bonanza han llevado a otros géneros a precipitarse hacia la mediocridad, con los arcades de carreras ha pasado (lleva pasando desde algún momento de la generación anterior) lo contrario. Need for Speed se ha reinventado tantas veces como ha considerado necesario, y ha hecho de todo: ha sido, en Most Wanted, un clon de Burnout Paradise (uno legítimo y extraordinario: absorbieron a Criterion para hacerlo) y, en The Run, una película mala (antes de ser una película mala de verdad, de las del cine). De la necesidad de hacer cosas distintas salieron Blur y Split Second; los clásicos tuvieron que tirar por ese lado para importarle a alguien, como pasó con Ridge Racer Unbounded. OutRun Online Arcade sobrevivió y sobrevive en las Xbox y PlayStation de muchos mientras los arcades de coches hacían lo que podían para salir adelante. Fue entonces cuando llegó el cuñado arcade y despreocupado de Forza Motorsport, la serie de simuladores de Turn 10: todavía hoy, Forza Horizon es uno de esos juegos que ayudan a verle el sentido a todo un género.

Por el título se puede deducir que Forza Horizon 3, la nueva entrega de la serie (que ya parece definitivamente acomodada en la publicación bienal: un año toca Motorsport y al siguiente, Horizon), continúa con la ficción del festival de música como hilo conductor. No es una ficción demasiado sólida ni demasiado exigente: las ampliaciones y eventos del festival sirven para articular el progreso por las distintas pruebas del juego, y da un contexto a la fijación de Horizon 3 por el jugador, que es gerente y patrocinador y stuntman de un evento que es suyo y, vía internet, también de todos. Aunque sigue siendo bastante ridículo, Playground Games sabe dejar (como en las anteriores entregas) suficiente espacio a todo lo demás, que es lo que de verdad brilla.

No sé si esta vez Playground explota de una forma más natural que en Horizon 2 las ventajas de tener como base el trabajo de Turn 10, si la ambientación australiana hace que sea más fácil crear un mundo reconocible y memorable pero que no pierde la sensación de aventura de lo desconocido o si simplemente yo tenía más ganas de un juego de carreras como este, pero el caso es que la fórmula Horizon me ha cautivado como la primera vez. Ya en la introducción se presentan muchos de sus triunfos: pasando de un coche a otro y haciéndonos atravesar carreteras interurbanas, caminos de cabras, playas y bosques, Horizon 3 se asegura de poner sus cartas sobre la mesa lo antes posible. De nuevo, el equilibrio entre los pesos e inercias de un simulador y la mayor permisividad de lo arcade se consigue de una manera inteligente: por ejemplo a través de los trazados de las carreras, que favorecen el derrape y las maniobras arriesgadas, o del sistema de combos, que no solo no penaliza la destrucción del entorno sino que la interioriza y convierte en una herramienta útil para que la puntuación aumente a buen ritmo.

Tengo poco que echarle en cara en todo esto. Incluso en las pruebas que destacan menos, Horizon 3 se las apaña para dar forma a algún momento único: las carreras urbanas, por ejemplo, juegan con desventaja porque obligan a conducir con más cautela que las que se desarrollan en el desierto o en la selva, pero a cambio los trazados dan pie a derrapes tremendos o a combos de destrucción muy vistosos. Es un arcade bien equilibrado y con un sentido del espectáculo sobresaliente; en la buena mezcla de fondo y forma ha estado siempre la gracia de los Horizon, y es una alegría ver que Playground ha sabido combinar bien sus piezas otra vez, acaso con tanta fortuna como la primera vez.

Ayuda que pueda permitirse el lujo de no renunciar a mucho en lo técnico. Como Forza 6, es uno de esos juegos que convierten a Xbox One en otra consola: no sé si una mejor o una distinta, pero desde luego otra. (No intento echar pestes de Microsoft, por cierto: esto le pasa también a PlayStation 4 con el par de juegos que realmente parecen de nueva generación.) Tiene ese tipo de 30 frames por segundo que casi parecen más; de los que animan a no pensar en los frames por segundo, en fin, sobre todo cuando uno recorre el mapa de cabo a rabo y el día deja paso a la noche y cada rincón es tan vistoso y espectacular como el anterior.

Algunos de sus problemas, la mayoría (por suerte o por desgracia), son perdonables aunque afeen el conjunto. Como otros mundos abiertos del estilo, es complicado llevar un seguimiento detallado de progreso; la acumulación de fans ayuda a hacerse una idea, pero la manera en que se presentan las pruebas que se han realizado y los resultados podría ser mucho más clara. No sé si es incompatible con los mundos abiertos (la mayoría de juegos de carreras del estilo comparten este problema; por eso me cuesta menos convivir con él), pero a veces echo de menos una lista de circuitos y tiempos que organizara de una forma más legible las pruebas que se van descubriendo. La traducción es bastante pobre; no porque se use el español neutro, sino por detalles como que durante las carreras se hable de rebufo y en el árbol de habilidades se lea resoplo, o que algunos textos sean más largos que las cajas que los contienen. No quiero que suene más problemático de la cuenta, pero las opciones de desbloqueo rápido a cambio de dinero real me han parecido ridículas: Forza tiene antecedentes en ese terreno, y lo de poder pagar para tener todos los sonidos para la bocina del coche es casi cómico, por rebuscado.

Como fuere, Forza Horizon 3 hace suficientes méritos para que uno sea más comprensivo con estas cosas. Y no solo porque herede la buena consideración que se le tiene a los juegos de Turn 10, auténticos imprescindibles de Xbox: Playground ha hecho las cosas bien durante el suficiente tiempo como para que Horizon tenga entidad propia, como para que su relación con Forza Motorsport sea de igual a igual; son dos caras de una misma moneda igual de valiosa. Los arcades de carreras no están en su mejor momento (porque no venden tanto como antes o por lo que sea), pero por suerte de vez en cuando salen juegos como Forza Horizon 3; de esos que animan a pensar que hay algo esencial y puro en estos videojuegos que representan carreras imposibles. Y por eso nos siguen gustando. 

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