Análisis de Gunman Clive

No es difícil sentirse atraído por Gunman Clive. Su fórmula es infalible: plataformas bien pensadas y disparos para dar sabor al asunto. Me resulta extraño que no haya más juegos de «plataformas laterales old-school», como el juego se describe a sí mismo en su ficha de Google Play, para dispositivos móviles; Gunman Clive, «ambientado en el viejo Oeste, con gráficos totalmente en 3D y un estilo artístico único», es un ejemplo de que es posible, con presupuestos bajos y saber hacer, sacar adelante proyectos interesantes y que se sientan como pez en el agua en plataformas de distribución digital para móviles y tablets. También es la prueba de que todavía hay camino por recorrer a la hora de adaptar cierto tipo de juego a cierto tipo de dispositivos. En Gunman Clive manejamos a un vaquero al que debemos llevar sano y salvo hasta el final de 16 niveles, a golpe de salto y disparo de revólver. Es simple, sí: es un tipo de juego que llevamos viendo treinta años, pero sigue funcionando. Funciona, sobre todo, cuando está bien hecho: es el caso de Gunman Clive, donde el plataformeo es inspirado y gratificante, creativo y bien medido. A lo largo del juego se nos hace casi un resumen del género: hay plataformas estáticas, móviles, quebradizas; hay vagonetas, bloques que aparecen y desaparecen y zonas donde la gravedad juega un papel importante. Se ve que Bertil Hörberg, el tipo que está detrás del juego, sabe lo que se hace. Hay algunas decisiones de diseño con las que no estoy del todo de acuerdo, como la limitación direccional de nuestros disparos, que han de ser siempre hacia delante excepto cuando tenemos power ups a pesar de que los enemigos sí pueden disparar en diagonal, o la excesiva penalización al movimiento que sufrimos cuando nos da un enemigo, algo que juega malísimas pasadas en las zonas que más precisión nos exigen; nada excesivamente molesto, en cualquier caso, y que casi tiene más que ver con la intención manifiesta de ser un juego retro que con torpezas del desarrollo. Más grave es el tema del control. Imagino que en móviles como el Xperia Play será más agradable jugar, al tener botones con los que manejar al personaje, pero en mi caso he jugado en iPad y el control no es óptimo: es aceptable, sirve para salir del paso, el juego sigue siendo muy disfrutable con el pad virtual, pero no es óptimo. La solución por la que opta Gunman Clive a la hora de llevar la jugabilidad plataformera a pantallas táctiles es la más fácil: una cruceta y dos botones, todo virtual, uno para saltar y otro para disparar. Funciona más o menos bien, en parte por pura costumbre adquirida y no porque realmente sea un método adecuado, pero no es menos mediocre de lo desgraciadamente habitual en juegos similares. Una próxima versión para PC, claro, corregirá esto, pero los de iPad seguiremos comiéndonos las teclas virtuales; qué remedio. Bertil Hörberg sabe mucho de juegos de plataformas, al parecer, pero no tiene la misma suerte con lo audiovisual. Gráficamente es interesante: algo cutre, pero el esquema de colores funciona bastante bien. El modelado de los personajes es algo pobre, pero, de nuevo, le sirve para salir del paso y hasta resulta gracioso en algunos momentos. Recomendable, eso sí, jugar sin sonido: tanto la música como los sonidos son espantosos. Gunman Clive es un buen plataformas, algo falto de presupuesto y un poco cojo si tenemos que jugar con el pad virtual pero con un buen puñado de niveles que los fans del género sabrán disfrutar por encima de sus puntos flacos. Es, de alguna forma, la demostración de que las buenas ideas pueden ganar a la falta de medios en plataformas de distribución como la App Store o Google Play; ante todo, sin embargo, es una aproximación directa y de calidad a las plataformas que los amigos de lo retro que busquen una buena ración de saltos para su móvil o tablet podrán disfrutar sin demasiado esfuerzo; un juego simpático y sin demasiados complejos, pero con suficiente inteligencia en su diseño como para mantenernos interesados por saber cómo será la siguiente serie de plataformas que nos encontremos. [7]