Análisis de Hitman 2

Superado ese salto de la hoguera que fue aceptar como positiva la estructura episódica en un juego de poco calado narrativo como fue Hitman – Temporada 1, la segunda entrega llegaba con incógnitas relativas a su modelo de distribución, entre otras cosas porque Hitman 2 ni lo distribuye Square Enix ni tampoco le pertenece ya la franquicia. Tras un divorcio exprés con la editora japonesa, los daneses de IO Interactive capearon el temporal comprando su independencia y la propiedad del Agente 47 (un tío con un código de barras, un epítome humano del tardocapitalismo) para seguir construyendo sobre una estructura que el estudio se había encargado de cimentar con el rigor y la precisión de su protagonista. La versión digital de Hitman 2 ya traslada cierta información al jugador en cuanto uno se dispone a instalarla: no es una sola descarga, sino que se activan de repente cinco descargas simultáneas para las cinco localizaciones que conforman el juego, una forma de deslizar por la vía del inconsciente tecnológico, que Hitman 2 se gestó bajo los mismos métodos que su predecesor, con la misma estructura de trabajo y presentación. O dicho de otro modo: Hitman 2 sigue siendo, episódico (aunque formalmente no lo sea) y, por tanto, sigue siendo una Temporada 2 camuflada y servida de una sola sentada.

Las idas y venidas en la manera de estructurar el juego son importantes por lo que implican: una segunda temporada establece de manera indirecta que se mantienen premisas de la primera, que lo que viene ahora es una continuación con mejoras pero una continuación en definitiva. Y eso lo cumple a rajatabla Hitman 2: el apartado técnico de su primera temporada era una sofisticada maquinaria bien afinada que había sido construida ya con la idea de aplicarla a distintos escenarios y ambientaciones durante los próximo años, y lo cierto es que sigue resultando igual de impactante lo bien que gestiona las multitudes en lugares atestados de gente perfectamente diferenciada entre sí y sin bajar en ninguna área el nivel de detalle.

Y es que el Agente 47 ha dejado de ser el protagonista de la franquicia para ceder el eje principal de la experiencia a los escenarios. Cinco misiones en cinco localizaciones gigantescas distintas que terminan de sellar esa familiaridad tácita que la serie mantiene con las películas de James Bond, cintas que funcionan igualmente por escenarios (la persecución en la nieve, el tiroteo en la base submarina, la emboscada en la mansión rural…) y que tienen el mismo sentido de humor lacónico en momentos puntuales. Si bien 007 apuesta por el dispendio tecnológico, la temeridad ilimitada y la acción en escalada; 47 toma inspiración de un tercer espía histórico de la ficción como es El Santo y despliega a menudo sus capacidades para el arte del disfraz, la generación de confusión y la ejecución fría y calculada.

Igual que en el anterior Hitman de IO Interactive, el proceso de preparación previo a cada misión nos permite decidir qué instrumentos o armas dejamos escondidas por el entorno, qué tapadera usamos como excusa para colarnos y qué área empezamos. Los objetivos a asesinar son siempre múltiples y tienen recorridos prefijados pero no cíclicos, de modo que tiene sentido rejugar misiones para desencadenar un falso accidente o poner en marcha otra estrategia distinta. Los mapas, de brutal extensión, están perfectamente divididos en zonas que tienen sus propias peculiaridades, personajes, pequeñas historias y potenciales mecanismos de muerte aparentemente fortuita. Quizá por la exagerada acumulación de posibilidades de asesinato que uno puede cumplir, más allá de las más peregrinas y primitivas, a veces Hitman 2 peca un poco de arrojar demasiadas sugerencias y alertas de eventos cercanos para que los aprovechemos. No es tanto un juego que te lleve de la mano, que suelen decir los anglosajones, como la versión digital de un marcado en el que todos los tenderos te llaman por tu nombre y te dicen que te acerques, todos a la vez. Sin embargo el juego también se deja domar y permite, aunque no la promueva, la libertad para encarar ciertas tareas con algo de inventiva e imaginación, sin echar siempre mano de los raíles perfectamente prediseñados que resuelven el puzle que contiene las muertes más espectaculares. La moneda arrojada al suelo para distraer la atención de personajes, el veneno para llevarlos al baño o el simple esconderse entre los arbustos y esperar, suelen ser claves esenciales a la hora de diseñar un asesinato.

El apoyo de la comunidad sigue siendo otro pilar importante en Hitman 2: siguen los contratos adicionales ofrecidos por IO Interactive y también los creados por los jugadores; está el mencionado modo Ghost y se disfruta, quizá más que en la anterior entrega, el modo Sniper Assassin que nos propone matar a los objetivos con un rifle de precisión sin alertar al resto de personajes. Siendo los escenarios tan grandes y complejos se vuelve muy satisfactorio explorar el nivel hasta localizar el mejor punto resguardado desde el que asestar esos tiros silenciosos a larga distancia.

La apuesta de Hitman 2 es continuista, no solo porque dadas las circunstancias de su desarrollo no les haya quedado más remedio a sus autores, sino porque está planteada así desde la firme convicción y el planteamiento a largo plazo. Quizá se le puede culpar de no haber justificado lo suficiente la existencia de un nuevo juego a precio completo cuando sus partes podrían encajar perfectamente en la plataforma que pretendía ser el primer juego. Pero lo incuestionable es que si una segunda temporada debe ser lo mismo pero más y mejor, en este caso el principio se cumple a rajatabla. [8]