Análisis de Homefront

El año es 2027. Algunas cosas han cambiado en este futuro que especula Homefront: Kim Jong-un, sucesor de Kim Jon-il, ha recibido un premio Nobel de la Paz, Canadá y México han cerrado sus fronteras a los Estados Unidos y, pequeño detalle, Corea ha conquistado Estados Unidos… espera un momento: ¡esto es justo lo mismo que ponía en el avance! No perdamos más tiempo, entonces: ahora que hemos jugado al juego completo, veamos qué nos puede ofrecer la apuesta de THQ en el saturadísimo mercado de los first person shooters. Homefront nos cuenta la historia de Jacobs, un piloto americano que, mientras está siendo llevado por la fuerza a trabajar para los norcoreanos, es rescatado y alistado un poco sin saber muy bien cómo ni por qué en un grupo de la resistencia norteamericana. Como apunté en el avance, el hecho de que la guerrilla esté formada en gran medida por civiles es uno de los más interesantes de la campaña, y muchas de las escenas más emocionantes tendrán que ver con ello: por ejemplo, y sin destripar demasiado nada de la historia, cuando llegamos a una zona en la que se ve uno de los ejemplos de la crueldad norcoreana en el bando estadounidense, uno de nuestros compañeros no puede resistir el odio y comienza a pegar tiros, rompiendo el sigilo que íbamos llevando y provocando un tiroteo bastante loco. Uno de los miedos que me dio la beta, que sólo tenía tres niveles, era que la historia fuera por derroteros melodramáticos y patrioteros blancos o negros, sin demasiada atención a los grises, y aunque cierto maniqueísmo y amor a los Estados Unidos hay (era inevitable, reconozcámoslo) la cosa no es tan chunga como podría haber sido. Al final, es una historia de personas: personas que pierden seres queridos, propiedades, derechos; personas buscando recuperar la libertad. Aunque el fondo en que se mueve nuestro grupo es el de la guerra entre invasores e invadidos, como decía el guionista del juego en cierta entrevista el juego no narra la guerra de Estados Unidos y la Corea reunificada e invasora, sino la historia de un grupo de resistencia en una pequeña batalla, decisiva o no, significativa o no para el conjunto del conflicto. Esta reducción a la escala pequeña (no exenta de todos modos del encontronazo final épico de rigor) puede ser uno de los puntos más controvertidos de Homefront, quizá. Que THQ quiere hacer del juego una franquicia está claro: hay mucha chicha que sacar y el final procura no cerrarse del todo por si las moscas. Sobre esto se pueden hacer varias consideraciones: la experiencia dura poco (4-5 horas, algo al fin y al cabo no tan raro teniendo en cuenta el balance de pesos entre monojugador y multijugador que se estila en estos tiempos) y el trabajo en la historia está algo desaprovechado, dejando varias cosas un poco colgando y no ahondando tanto como quizá debería en otras. Puede que ahí esté la poética de la historia de Homefront, lo que José Ángel Valente llamó «la fascinación del enigma», o puede que simplemente hayan descuidado un poco la campaña; en cualquier caso, no resulta insatisfactoria y reconozco que cuando la terminé volví a empezarla en una dificultad superior: por algo será. El juego sigue la estructura de los últimos Call of Duty casi al pie de la letra: campaña competente (en mi opinión, la campaña de este Homefront es mejor que la de Black Ops) y multijugador potente. Para cerrar la primera y entrar a lo segundo, cabe decir que el diseño de niveles de Homefront combina el pasilleo con los espacios abiertos con bastante buen gusto, añadiendo además algunas pinceladas de momentos puramente contemplativos. Como daba a entender la beta, es en los espacios abiertos donde Homefront lo hace mejor: con distintas variaciones (desde el puro asalto hasta el sigilo con francotiradores), es ahí donde la inteligencia artificial de los enemigos nos presenta un reto más satisfactorio y donde Homefront, en definitiva, es más divertido; también es ahí donde suelen ocurrir las escenas más poderosas del juego, y hay unas cuantas. Para aportar un poco más de variedad, en distintos niveles utilizaremos un helicóptero (no por nada somos pilotos, caray) o el Goliath, la magnífica máquina de muerte que tan buen sabor de boca nos dejó en la beta. Cuando entramos a jugar con más gente, Homefront quiere plantar cara muy seriamente a la franquicia totémica en este aspecto, de nuevo Call of Duty; y no lo hace mal, porque su multijugador tiene todo lo que esperábamos de él y añade una serie de características que pueden dar bastante de sí. Los Puntos de Batalla (¡como en el Metro Batalla de Ciudad Mayólica, en Pokémon!) son una de ellas: un añadido a la experiencia que nos permite tener acceso a diferentes extras dentro de la partida, por ejemplo un Humvee con el que hacer el pandiloco. Para entendernos, es un poco como el dinero en Call of Duty pero podemos empezar a gastarlo mientras jugamos; cuanto más matamos, más PB conseguimos y más rápidamente podremos acceder a estas ayudas. La inclusión de vehículos en el multijugador (aunque sólo hemos podido jugar un rato, en una partida organizada por THQ para que los medios pudiéramos probar el multijugador) es más equilibrada de lo que podría esperarse, y aunque lógicamente entrar a saco con un Humvee pegando tiros como un rey es una ventaja más que clara para el que controla el vehículo, también ha tenido que hacer su trabajo para conseguirlo y los demás jugadores tampoco están precisamente indefensos: los vehículos no son indestructibles ni su flujo es infinito, así que en principio no hay que tener miedo de que desequilibren el multijugador. Teniendo en cuenta que se pueden jugar hasta 32 jugadores por partida (sí, los mapas están suficientemente bien tanto en escala como en diseño como para soportar una cantidad de jugadores tan grande), es de esperar que no pase mucho tiempo hasta que comprobemos si este desequilibrio existe. En cualquier caso, el multijugador de Homefront es el plato fuerte: en estos tiempos en que hacen falta dos estudios para hacer un juego donde pese lo mismo la campaña que el multi, Kaos Studios parece haber apostado fuerte por la experiencia para varias personas, dejando un poco más de lado de la cuenta el modo historia; veremos qué tal les sale la jugada. Gráficamente Homefront no puede compararse con las bestias técnicas de su género, y parece consciente de ello hasta el punto de apostar muy fuerte por deslumbrar más por su ambientación que por su poderío: el Unreal Engine 3 sobre el que está construido el juego es lo que es, pero no por ello Homefront no es capaz de hacer que nos paremos en más de una ocasión a contemplar lo que tenemos delante gracias al trabajo de ambientación realizado por Kaos Studios. Recorrer el Estados Unidos sórdido y decadente post invasión norcoreana es sobrecogedor a veces, terrorífico otras, pero sobre todo es creíble: el futuro en el que está ambientado Homefront es hipotético y muy llevado a los extremos, pero en ningún caso es imposible. La sensación de que, efectivamente, así podría ser el año 2027 es fuerte, principalmente porque no se les ha ido la olla con la tecnología y las cosas raras y se han ceñido a recrear un posible Estados Unidos de dentro de 25 años, que tampoco son tantos. Ciertas asperezas técnicas impiden que Homefront llegue a la excelencia en el aspecto gráfico gracias a su ambientación: lo que los escenarios y ciertos efectos de partículas sutiles y muy bien puestos hacen en su favor, algunos bailoteos de texturas y modelados raros de personajes lo hacen en su contra. El nivel, que quede claro, es de todos modos muy bueno, y no sólo al ojo sino también al oído: la banda sonora está fantásticamente compuesta para sentarle como anillo al dedo a todas las escenas en las que suena. Homefront es un first person shooter muy completo, en definitiva. Sus puntos más flacos tienen todos que ver con su manía, y la manía de todo el mundo, de fijarse más de la cuenta en, de nuevo (sí, qué pesado, pero es que es así), en Call of Duty: aunque las escenas scriptadas dinámicas son bastante geniales, algunas consecuencias de seguir este esquema son algunos momentos en que tenemos que esperar como bobos frente a una puerta para que pasen todos, o dejar paso a todo nuestro equipo para que suban unas escaleras de mano antes de subir nosotros mismos: aunque algunas de estas cosas se han mejorado en la versión definitiva (en la beta la cosa era bastante, bastante más criminal), algunas puertas invisibles y escaleras en las que se nos fuerza a ser bien educados persisten, y son bastante molestas. Puede que sólo sea una batalla, pero la historia de la ascensión de Corea del Norte al rango de invasor de Estados Unidos empieza bien. Su campaña, aunque corta, nos plantea situaciones y escenas interesantes, espectaculares y apoyadas en una ambientación sólida como la roca y montada con cabeza y buen gusto, y el multijugador, más plato principal del juego de lo que parecía, puede sorprender a propios y extraños por su revisión tan bien llevada del modelo de su anterior Frontlines para adaptarla a los estándares actuales del género. Del público depende ahora la suerte del juego: Kaos Studios ya ha hecho su trabajo haciendo que Homefront sea uno de esos FPS que cualquier aficionado al género querrá jugar.