Análisis de Kamiko

Por eso lo de la oportunidad perdida. Kamiko se agota pronto: no porque sea fácil terminarlo con los tres personajes en media tarde ociosa, sino porque le falta profundidad y estilo. Una buena partida, una que termine con el cronómetro cerca del cuarto de hora, implica correr mucho y trampear el sistema para recargar vida muriendo, aprovechando que no hay penalización por morir y que el único motivo para matar enemigos es acumular la energía suficiente para activar los cuatro portales y los cofres estrictamente necesarios para abrir puertas cerradas o activar interruptores. El sistema de combos desequilibra el juego a favor de las partidas rápidas, con razón (cuanto mayor es el contador, más energía se consigue al matar a un enemigo), pero lo simplísimo del combate y el poco inspirado diseño de enemigos hace que no haya nada de creativo ni satisfactorio en el proceso. Cada uno de los tres personajes tiene un único combo de tres golpes más un ataque cargado, y hasta ahí llega el combate; ni hay patrones demasiado interesantes ni manera alguna de dar dinamismo a los enfrentamientos para aumentar las recompensas arriesgando de más, por poner un ejemplo sencillo, con lo que al final los enemigos son un estorbo en vez de suponer un desafío interesante.

Más o menos lo mismo pasa con los jefes finales, un poco más complejos pero cortados más o menos con el mismo patrón que los niveles: se repite una fórmula básica subiendo un punto de complejidad cada vez, pero a Kamiko no le da tiempo (es una pena, pero parece que tampoco tiene ganas) a desarrollar sus ideas más de lo estrictamente necesario para que quede claro que el segundo nivel es un poquito más enrevesado que el primero, y así sucesivamente.

Es una lástima que Kamiko no sea un poco más esmerado (o un poco menos perezoso), porque la idea de un jueguecito sencillo y directo enfocado a los speedruns me gusta. Es una que funciona muy bien en Switch, además: sobre todo en su formato portátil, la consola de Nintendo agradece las partidas cortas pero intensas. Las partidas de Kamiko se vuelven tediosas y repetitivas muy pronto, sin embargo; ni el trío de protagonistas ni el diseño de niveles (que recuerda a las mazmorras de los Zelda clásicos, generalmente para mal) animan a experimentar en busca de rutas más rápidas o maneras más eficaces de solucionar los puzzles que se interponen entre tú y la línea de meta; a pesar de su cortísima duración, lo que intenta Kamiko necesita un poco más de ambición para llegar a buen puerto. Viéndolo de otra manera, Kamiko consigue falsear con bastante facilidad ese estado mental del speedrunner que a menudo echa para atrás a alguna gente; esa manera mecánica y fría de enfrentarse a un juego, despojado de cualquier fantasía y convertido en una mera máquina a la que hay que sacarle, tocando los botones adecuados, el máximo rendimiento. No es algo intencionado, por desgracia. En última instancia, Kamiko acaba siendo un juego simple e irrelevante, que al conformarse con lo mínimo se echa a perder y termina por no decir nada. Se juega rápido y se olvida rápido. [4]