Al contrario que los videojuegos, condenados a una existencia ambigua y en constante lucha, los pasatiempos pueden ceñirse a su valor nominal. Como los abrelatas, tienen el lujo de conformarse con servir para lo que indica su nombre: pasar el tiempo, matar un ratillo, ocupar un espacio de tiempo que no puede ser conquistado por otros asuntos en apariencia más importantes o urgentes. Casi podría considerarse un acto revolucionario no ser más que un pasatiempo, ahora que cada minuto de juego parece una oportunidad para la monetización: a través de Twitch, a través de YouTube, a través de las oscuras mieles de ese play to earn que amenaza con caer sobre nuestras cabezas. Zach Gage y Jack Schlesinger ya exploraron el pasatiempo con Good Sudoku, un juego del que Knotwords podría ser incluso continuación; o secuela espiritual, como dicen ahora.
Como Good Sudoku, Knotwords parte del crucigrama y le da un pequeño giro. La cuadrícula está dividida en distintos sectores, delimitados por una línea discontinua que encierra un número determinado de casillas; en la primera casilla de cada sector hay varias letras, que son las que tienes que colocar para formar, en cada vertical y horizontal, palabras válidas. Cada puzzle tiene una única solución; aunque en el proceso de resolver uno puedas llegar a multitud de palabras que parecen correctas, a medida que vas llegando al final descubres, con alegría y sorpresa, que solo puede quedar una, como en Los Inmortales, y no siempre es la que creías o la que parecía.
Eso es Knotwords: un crucigrama hipervitaminado. Podía, siguiendo la estela del anterior trabajo de sus creadores, llamarse Good Crossword, y pista. Es solo eso, y por eso es alucinante: la belleza y el interés de Knotwords vienen del hecho mismo de cómo las palabras se cruzan y se chocan, cómo las horizontales forman otras verticales sin que tú intervengas o des permiso, cómo unas palabras impiden el paso a otras o llegan a callejones sin salida que te obligan a repensar el tablero entero. Enfrentarse al puzzle en blanco es siempre una experiencia emocionante; cualquier cosa puede pasar en los siguientes tres, cuatro, diez, quince minutos. Es un pasatiempo y no hace nada para camuflarlo; tampoco lo lleva con orgullo; simplemente lo es.
Que no celebre su categoría no quiere decir que no haya nada que celebrar, o que esté descuidado o se note poco mimo. Nada más lejos de la realidad: es, como Good Sudoku, un placer manipular Knotwords, notar su vibración en los dedos, meterse de cabeza en los magníficos ambientes que crea la banda sonora, irresistible. Tiene algo del encanto normcore de los Picross de Jupiter y algo del diseño amable y juguetón de los juegos de Nitrome o de Part Time UFO; tocar los botones de los menús es gustoso, pero por encima de todo lo es interactuar con el tablero colocando letras a través de su interfaz sencilla, a lo Wordle (imagino que replicar ese éxito sería bienvenido; el creador de Wordle es uno de los citados en la pagina de Steam de Knotwords, de hecho), y viendo cómo el juego nos da por buenas las palabras con un destello o nos anima a seguir buscando con un tajante pero nunca definitivo tachón rojo. (También es posible jugar sin ninguna indicación, pero en general creo que le van bien; están muy bien integradas en el flow del juego.) Jugando en iPhone, la vibración háptica pone mucho de su parte para recordar, que no replicar, a la experiencia más tangible de garabatear el papel de un periódico o de esas revistas de autodefinidos que nos llevamos a la playa, dándole una presencia física muy interesante a la cuadrícula.
Hay algo así como un sistema de monetización, muy poco agresivo aunque algo más complejo que el de Good Sudoku. La descarga es gratuita; te lo bajas y ya. (La versión de Steam sí es de pago: diez euros.) Esta descarga básica te da acceso a treinta puzzles que se renuevan mes a mes; a mayores, hay un puzzle diario, algo más complicado y que solo se puede jugar en el día. Hay una versión Pro a la que te puedes suscribir por cinco euros y medio, que se pagan anualmente. Esta suscripción da acceso a treinta puzzles mensuales adicionales, otro diario y al archivo de todos los puzzles que se han publicado hasta el momento, que son ya unos cuantos pero serán más con el tiempo. Cinco euros con algo no es mucho dinero por un año de puzzlegramas, si me preguntáis a mí (y perdón por el palabro que me acabo de inventar: eso también), y solo es un poquito más de lo que se pedía por la versión completa de Good Sudoku; lo de la suscripción es un pequeñísimo dolor de cabeza innecesario, eso sí, del que se puede huir pagando los once y pico que te desbloquean las versión completa, un pago único que te da acceso a todo Knotwords, ahora y para siempre.
Yo, por ir cerrando, me quedo con la versión gratuita. Es más: si hubiera una más limitada, más estricta en sus estrecheces, iría a por esa. Una que solo me dejara jugar un puzzle al día, como en Wordle. Lo haría a lo largo de la mañana, quizá lo terminaría después de comer y después me pasaría toda la tarde pensando en las palabras con las que me he cruzado, las correctas pero también las equivocadas. No es muy distinto a lo que ya hago, de hecho. El otro día llegué, por error, a la palabra TONTO; obviamente no era correcta, pero la puse por las risas, por si los desarrolladores me estaban viendo por un agujerito y soltaban una carcajada como yo. (No creo que hablen español; el juego, por cierto, está en inglés.) Una vez se me juntaron en una misma horizontal AH, EH y OH, que pueden parecer lo mismo pero no lo son. (Al final era HE.) Navegar por las definiciones de las palabras a menudo inusuales que aparecen en los puzzles es un placer en sí mismo, por supuesto. Una vez formé la palabra RAPE, y me resultó sinceramente incómodo encontrarme con ella en un pasatiempo como este; resulta que también se le dice así a la rapeseed, la colza, aunque al final la palabra correcta era otra. En fin. Nada que vaya más allá de lo minúsculo, de lo privado, de lo anecdótico, pero la sensación de completar uno de estos puzzles de Knotwords (¿nudogramas?) me recuerda mucho a la de resolver un tablero de Picross y ver cómo se forma el dibujo: no es mucho, pero en ese momento preciso no hay nada en el mundo más importante y crucial, más definitivo y divino que esa pieza de sushi de diez por diez píxeles que hace un segundo era un amasijo de puntos y ahora casi puedes meterte en la boca. Lo mismo pasa con las letras, que pueden ser cualquier cosa pero se concretan en unas palabras concretas, esas y no otras; es un milagro que damos por supuesto, y por eso no está de más que haya juegos que nos lo pongan delante, como Knotwords. Esa belleza no se ve si vas buscándola: tiene que pillarte pasando el tiempo, matando un ratillo, haciendo nada importante.
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Has refinado el arte de las reseñas, Víctor.
Desgraciadamente la versión gratuita solo deja jugar 10 puzzles 🙁 .
Estos puzzles parecen basados en los kendokus japoneses, buenos dolores de cabeza me he llevado resolviendo algunos :_)