Los Xbox Live Indie Games los recuerdo bastante revolucionarios, al principio, hasta que fueron hundiéndose por sobrepoblación de juegos malísimos, clones que eran más prácticas de universitario que juegos creados con cualquier tipo de espíritu creativo y bromas, más y a menudo menos graciosas, que no se sostenían ni como eso. Hubo juegos buenos, también; Little Racers Street fue uno de ellos. Meritoriamente, se consiguió hacer un nombre y destacar entre la mucha porquería de XBLIG: ahora llega a Steam, que es un escaparate en el que hay que pelear bastante más para hacerse notar.
Por fortuna, lo que propone Little Racers Street sigue siendo, si bien no inédito, suficientemente único (dentro del catálogo de referencias y revisiones de géneros populares en algún momento) como para resultar fresco. A pesar de que apunta a un tipo de juego muy concreto (los de Micro Machines de 16 bits, por ejemplo, o a uno que nos cae bien cerca y es muy representativo: World Rally Championship, de Gaelco, un clásico básico; en Little Racers Street le hacen una referencia, me pareció, una de las cámaras que podemos elegir en las opciones, bastante bonita), el de Milkstone Studios (otros que caen cerca: son de Oviedo) sabe modernizar la fórmula y especializarse mucho en una forma de jugar muy concreta, veloz y sin complejos, muy arcade.
Su desarrollo, para empezar, depende más de los coches que de los circuitos. Esta es una decisión arriesgada en un juego como este, y de la que salen bastante airosos. Los circuitos se forman delimitando recorridos en los mapas de dos ciudades, que se nos presentan en sets que dependen de nuestro progreso en el juego y las categorías de los coches que tenemos en el garaje; los hay más largos y más cortos, con más o menos vueltas y corredores, de día, de noche, con lluvia, con nieve: en función de unas cosas y de otras, la recompensa económica que recibimos aumenta o disminuye, y es con esa recompensa con la que compramos nuevos coches o mejoramos los que ya tenemos para desbloquear eventos de más y más categoría. La diferencia entre categorías es abismal: casi parece que estemos jugando a juegos distintos, cuando la sensación de velocidad aumenta y la sensación de estar realmente compitiendo (aunque sea contra una inteligencia artificial que parece estar corriendo contra la nada, ajena a nuestra presencia, competente y poco más) se hace más presente.
Y digo que saben salir airosos a pesar de todo porque es un juego muy consciente de que tiene que ser arcade, muy arcade, rápido y ágil y en el que no haya distracciones ni tiempos muertos: le sabe sacar tajada hasta a los períodos de juego más cortos, esos en los que no tenemos tiempo para ponernos con algo más denso pero en los que no se le dice que no a algo más ligero. Little Street Racers es ese algo más ligero; uno que lo lleva con orgullo, además, y que no racanea a la hora de darnos objetivos y retos y carreras, y al que le podemos dedicar toda la vida en pequeñas dosis, si queremos. Es un juego pulido y que sabe de dónde coger las ideas, y también cómo ponerlas en práctica de manera efectiva: es un pasatiempo orgulloso de sí mismo. Cristalizando el arcade en forma y fondo, Milkstone van a por la partida furtiva, el rato muerto, el una más y lo dejo que suele considerarse positivo y de valor en videojuegos; es un arcade especialmente bien hecho, consciente del espacio que tiene para trabajar y con la intención de aprovecharlo al máximo, de explotar hasta el último centímetro. Y cerca queda de conseguirlo. [7]
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Siempre me han gustado estos jueguecillos de vehículos miniaturizados, pero a éste lo veo un poco «plano», gráficamente parce estar un poco por debajo del Death Rally de iOS, aunque éste, aparte de carreras tenía el tema de customización y armas.
Parece que está a menos de 5€ en Steam, puede estar bien 😉
El análisis me ha impulsado a ver cómo era la versión de 360, y el encontrármelo a 0,95 me ha hecho hacerme con él sin pensármelo. Me recuerda tremendamente a Skidmarks, de Amiga, lo que nunca podría ser malo. Gracias por el descubrimiento ChicoN. Lo único que me ha desagradado es lo tosco que son los menús, pero queda completamente compensado por lo jugable, tan contundente como un directo en la boca del estómago.