Análisis de Little Witch Academia: Chamber of Time

El inicio del juego es lento. Lento hasta la exasperación. Las pantallas de carga saltan antes de poder conversar con cualquier personaje y el innecesariamente extenso tutorial limita las primeras horas de juego a moverse de un sitio a otro de forma restrictiva, siendo lo más grave la torpeza con la que los desarrolladores pretenden llegar a aquellos ajenos a la serie mediante cinemáticas recortadas (por suerte opcionales) en las que la voz en off de Akko no introduce ningún tipo de información a la que no pudiera llegarse de maneras más ingeniosas. Pero el ingenio —la falta de él— se evidencia aún más a la hora de plantear la historia.

Hay dos cuestiones muy importantes a la hora de presentar un argumento con viajes en el tiempo. La primera es que las paradojas, por la naturaleza de la trama, van a ser inevitables y la pericia del guión está en esconderlas con inteligencia o en abrazarlas con descaro según el tono y el público al que nos dirigimos. Little Witch Academia no hace ninguna de las dos. La historia avanza de manera atropellada a causa del poco interés en dar un mínimo de empaque a un tema que ya está bastante trillado. Porque esa es la segunda cuestión, desde que Atrapado en el tiempo llevara los bucles temporales al cine de masas, todos tenemos bastante claro cuales son «las reglas» dentro de este tipo de universos y romperlas —mediante el cambio en las acciones de uno de los personajes atrapados en la distorsión, por ejemplo—, subraya la pereza del equipo a la hora de encontrar soluciones que hagan avanzar la trama de una forma más o menos digna.

Pero la pereza va mucho más allá y, además de la historia, empapa también el apartado visual. El cel shading de los personajes está poco trabajado y las animaciones (unidas al hecho de que no podamos controlar la cámara), hacen que el juego parezca más un port de un título de Nintendo DS antes que un juego desarrollado de forma explícita para consolas de sobremesa. Una técnica de la que el juego abusa es la de introducir fundidos a blanco o a negro durante los momentos de avance de la trama para pasar a narrarlos con voces superpuestas o con elipsis y ahorrarse, por medio del truco, unos segundos de vídeo que hubieran conseguido una percepción general de aumento de la calidad. La mayoría de fondos no tiene texturas trabajadas, por lo que la experiencia de recorrer Luna Nova, escuela que el título pone a nuestra entera disposición, no es tan satisfactorio como podríamos esperar.

Además del modo historia, Little Witch Academia cuenta con un modo batalla al que se accede atravesando una puerta «telepática» que nos traslada a una mazmorra en donde, mediante el lanzamiento de hechizos, tendremos que avanzar hasta enfrentarnos con el jefe final. La separación entre el modo historia y batalla es brusca y se siente ajena al título original en muchas ocasiones. La faceta beat’em up, lejos de ser divertida, resulta repetitiva y desconectada, un añadido que intenta gamificar tradicionalmente el título, pese a no encontrarse dentro del tono establecido en el anime.

Little Witch Academia no solo es aburrido a causa del ritmo y el planteamiento de la historia, también lo es porque limita el uso de sus mecánicas más divertidas y con posibilidades. Un ejemplo de ello lo tenemos en la magia. Para poder realizar conjuros correctamente debemos consumir pociones que despierten las habilidades de Akko, por lo que su uso queda restringido hasta niveles que, en ocasiones, especialmente en el inicio, nos impide incluso guardar el progreso (ya que necesitamos un conjuro telépata para poder activar las bolas de cristal repartidas por todo el mapa).

Entre las virtudes del juego está todo lo relacionado con el apartado sonoro, desde la música hasta las voces, las originales de la serie, que llenan de calidez un juego que olvida que tener «Little Witch Academia» en su cabecera no es solo un reclamo publicitario, también es una promesa, una responsabilidad. [4]