Análisis de Los Sims Medieval: Piratas y caballeros

No sorprendo a nadie si os digo que la franquicia Los Sims es puro dinero contante y sonante. Cantidades obscenas de dinero entrando por las puertas, ventanas y chimeneas. Algo asfixiante, brutal, cósmico. Como si a la gallina de los huevos de oro la subieras a un escenario con una mesa, un botellín de agua y un Steve Jobs al lado diciendo “one more thing” y sus huevos (los de la gallina) saliesen con una manchita gris pálido en forma de manzanita mordida. Una puta barbaridad. Por eso en EA tenían algo muy claro: si querían sacar aún más tajada que con las expansiones, la mejor opción era crear otro juego paralelo, plantar otro árbol del dinero que no solo vendiese por sí mismo sino que sirviera como base para seguir produciendo expansiones de contenido y multiplicar ingresos. Y así fue como en marzo nació Los Sims Medieval: una severa desviación de la mecánica clásica de la saga que miraba con atención al mundo del RPG de espaditas y magos barbudos. A juzgar por las ventas del juego no parece que estemos ante otro hito comercial, pero las escasas 300.000 copias vendidas, que son una nimiedad en comparación al grueso de la franquicia —e incluso algunos packs de objetos—, fueron suficientes para superar en ventas para PC a juegos como Crysis 2, Left 4 Dead 2 o Mass Effect 2. Poca broma. Así que era lógico que las prolongaciones medievales de esta nueva bestia no se hicieran esperar. El primer tentáctulo nos alcanzó a principios de mes y lleva por título Piratas y caballeros. En principio uno podría pensar que se trata de una expansión al uso, pero después de instalarlo y jugarlo unos minutos vemos que algo no termina de encajar. No hay nuevas acciones y la mecánica del juego parece exactamente igual que la del Sims Medieval original. Hay nuevas ambiciones, nuevos deberes diarios, nuevos rasgos de personalidad y nuevos defectos, pero el gameplay se ve afectado mucho menos de lo habitual: concretamente nada. Cogemos otra vez la caja, nos leemos la cubierta de arriba a abajo y ahí esta el asterisco, el maldito asterisco al lado de la expresión “disco de aventuras”. Ahora todo encaja. Esto es nuevo en la franquicia y refleja aún más la astucia de sus creadores: acaban de vendernos DLC en formato físico. No es una expansión por que no expande, valga la redundancia, la posibilidades del juego ni nos deja rejugar misiones anteriores con nuevas acciones ni amplía los conceptos que se manejan, pero tampoco es un vulgar paquete de muebles y estampados para completistas solteros y peligrosos con armarios llenos de Barbies de colección y el cadáver reseco de su madre meciéndose en el desván. Está mucho más cerca de lo segundo que de lo primero, y aunque la idea de The Sims Studio debió de ser añadir más horas de juego y algo más de variedad, hay que subrayar esto: es más de lo mismo, simple y llanamente. Analizándolo como lo que realmente es y no como la idea que algunos teníamos de Piratas y caballeros, es justo decir que las nuevas misiones están escritas con mucha gracia. Parece que el tiempo que no han gastado en programar nuevas posibilidades y acciones lo han invertido en trabajar los textos, que ahora gozan de un sentido del humor tan surrealista como elegante que por momentos tiene pequeños destellos que recuerdan al mejor Ron Gilbert. Quizá a nivel jugable uno se sienta insatisfecho cuando compruebe que la extrema linealidad de la que nos quejábamos en las misiones de Los Sims Medieval sigue ahí, que los escenarios tampoco han variado y que los bugs como no poder cruzar una puerta abierta o caminar por los aires en algunas zonas tampoco se han corregido. Y quizá la puntilla venga cuando uno comprueba que uno de los grandes alicientes del juego como es enrolarse en un navío pirata para vivir aventuras allende los océanos es como ir a trabajar en el primer Los Sims: subir a nuestro sim al barco e irnos a leer la prensa o el Twitter, o acelerar el tiempo de juego hasta que vuelva de sus andanzas. Es un bajón importante para el jugador, el equivalente a las películas que solventan las escenas de sexo con un fundido a negro justo cuando empieza el asunto. Por otro lado está la nueva ambición Un reino eterno, que es algo así como el modo libre que tanto se echaba de menos en el Sims Medieval original: la posibilidad de explorar el juego sin tener que cumplir misiones ni obligaciones diarias, sin los agobios del RPG exigente y algo áspero que es normalmente. Desde luego, Piratas y caballeros no servirá para convencer a aquellos que huyeron de Los Sims Medieval porque no comulgaron con su mestizaje de géneros, porque no les pareció ni chicha ni limoná; pero sí será plato de buen gusto para quienes apartaron los prejuicios y terminaron por engancharse. Quizá se echa de menos un poco más de honestidad a la hora de aclarar, subrayar y remarcar que esto no es una expansión como las que EA lleva once años comercializando, que es una nueva fórmula, una amplificación de los packs de contenido extra que solo añaden más horas de juego. Pero al fin y al cabo para explicar estas cosas como procede ya estamos nosotros, que tampoco lo hacemos tan mal, ¿no? [7]