Análisis de Mario Tennis Aces

Lo primero es lo primero: el regreso del modo Aventura en Mario Tennis Aces, con algo parecido a una historia, es un agradecido pero planísimo paso adelante en relación con Ultra Smash, la última entrega para Wii U, un juego esquelético con regusto a oportunidad perdida. Justo antes del enfrentamiento final del modo Aventura (se me perdone el spoiler), Peach le dice a Mario que las aventuras que ha vivido hasta llegar ahí serán recordadas para siempre; una afirmación aventurada, porque poco o nada hay que recordar de un viaje que en el mejor de los casos es una buena manera de aprender a jugar, y en el peor una forma poco inspirada de presentar diferentes pistas y minijuegos no muy distintos a los que había en Mario Tennis Open, el de 3DS.

Merece la pena empezar por ahí porque claramente es uno de los modos más esperados de este Aces, y también el que más fácil lo tiene para decepcionar. En buena medida es por su superficialidad: el sistema de niveles, por ejemplo, parece más importante de lo que en realidad es, así como el inventario de raquetas, que acaban siendo poco más que vidas extra con las que alargar la cantidad de golpes dirigidos que se pueden devolver sin bloquear. No es raro que los juegos de Nintendo apuesten por la funcionalidad por encima de todo; aquí la aventura es aprender a jugar, supongo, y merece la pena no esperar mucho más que una forma ordenada de descubrir cómo funcionan las nuevas habilidades especiales que le dan el giro arcade y fantasioso a Mario Tennis Aces.

Hay unas cuantas cosas que aprender, de hecho. Aunque la base es la que uno espera en un juego de tenis de Mario, las novedades de Aces, mucho más flexibles e inteligentes que las de Ultra Smash, sí reman en una misma dirección para dar forma a partidos más vibrantes e impredecibles, espectaculares y fantasiosos pero dejando siempre o casi siempre la puerta abierta al contraataque por barroco o imponente que sea el ataque. Los golpes estrella ya no están codificados por color, con lo que la mayor rigidez de las anteriores entregas se deja a un lado en favor de un tipo de juego más libre; se mantiene el golpe más fuerte cuando se hace desde la marca que aparece en el suelo, pero ahora es más fácil devolverlos usando los golpes maestros, con los que se salvan distancias mucho más largas pero que requieren un timing más preciso a riesgo de perder energía o no acertar el disparo. Además se añade el golpe dirigido, que consume un poco de energía y que debe ser contraatacado en el momento justo, o de lo contrario deteriora tu raqueta: demasiados contraataques con mal timing y se te rompe. Si pierdes todas las raquetas, pierdes el partido.

Importante para contraatacar es la velocidad etérea, que se activa manteniendo el botón R y que también consume poco a poco la energía. Este tiempo bala permite no solo llegar a pelotas enviadas al otro extremo de la cancha, sino que hace que sea más fácil contrarrestar un golpe dirigido. La última pieza del engranaje son los golpes especiales, que comparten con los dirigidos la posibilidad de apuntar desde el aire hacia dónde quieres que vaya la pelota y que son los más difíciles de recibir; a cambio, solo se pueden hacer cuando la barra de especial está llena del todo, por lo que no siempre es fácil tener acceso a ellos.

Es un sistema fácil de comprender pero que tiene suficiente miga para que las pocas horas del modo Aventura resulten provechosas. Los distintos niveles están diseñados, en muchos casos, para ejercitar golpes concretos, y cada mundo culmina con un jefe final que exige utilizar todas las técnicas en mayor o menor medida para derrotarlo dentro del estricto límite de tiempo. No es demasiado difícil (se termina en un par de tardes, de hecho), pero este modo Aventura sí intenta compensar sus limitaciones con un plus de exigencia; es importante usar todas las técnicas, en definitiva, y se penaliza jugar con el cerebro en automático. Queda patente, por ejemplo, en el nivel de la mansión fantasma, donde hay varios objetivos móviles y hay que descubrir cuál es el correcto antes de lanzarle un golpe dirigido. Más niveles con un concepto de este tipo harían que este modo fuera mucho más interesante; desgraciadamente, las varias pruebas que se repiten una y otra vez, cada vez con requisitos más elevados, son las más comunes en el mapa.

Jugando en solitario, el otro gran modo es Torneo, dividido en tres copas y en el que hay que jugar una serie de partidos hasta ganar la final. No tiene mucho interés, más allá de hacer las tres copas (ninguna de ellas particularmente difícil) con todos los personajes.

Es jugando con otras personas donde más brilla Mario Tennis Aces. Casi infalible, el multijugador local simplemente pone a disposición de quien se acerque (dos o cuatro jugadores, si se juega a dobles) el tenis arcade y versátil de los modos individuales con la parte impredecible e inimitable de enfrentarse a un ser humano. Aquí se nota claramente cómo los nuevos golpes especiales han beneficiado al juego: tienen más matices y son menos definitivos que la seta de Ultra Smash, por ejemplo, que desequilibraba la balanza demasiado. Es buena señal que se lleguen a echar en falta cuando se juega sin ellos, en el modo Sencillo, que permite jugar a una versión también arcade pero más parecida a la real del tenis.

La gran duda es, pues, si el juego online estará a la altura. En la versión a la que he tenido acceso, cedida por Nintendo, las opciones online son aún un poco parcas (no hay torneos ni partidas con matchmaking por puntos, por ejemplo), y aunque no hay aún mucha gente jugando sí he podido jugar un par de horas contra, supongo, otros críticos. Ha sido una experiencia sorprendentemente fluida y sin problemas de lag o desconexiones; creo que no todo el mundo pudo decir lo mismo de la sesión de prueba que estuvo disponible hace poco, pero en mi caso no he tenido ningún problema.

A pesar de todo, creo que es evidente que el mayor interés de Nintendo está precisamente en estos modos online, donde Mario Tennis Aces tiene potencial para ser uno de esos juegos atractivos, directos pero con suficiente profundidad y flexibilidad como para permitir que se den partidos emocionantes y divertidos. Supongo que Nintendo va a su ritmo, pero la pantalla de selección de personajes, con dos huecos que recuerdan que una actualización en agosto añadirá a Koopa y a Blooper (alias el calamar), da a entender que es un juego pensado a futuro; como Mario Kart 8, este Aces es un juego que no tiene problema para ser tan modular como se considere oportuno, y donde caben dos caben tres, como se suele decir, y los que sea. Con todo, ya digo, es un juego robusto y que supone un movimiento de Camelot hacia un tipo de juego más interesante en los cara a cara contra otra gente. Aunque los modos para un jugador dan atractivo al conjunto, sus limitaciones terminan llevando obligatoriamente a jugar contra otras personas; dudo que a Mario Tennis Aces le falte una comunidad online que apoye esta propuesta, pero los que esperábamos un puntito de complejidad errepegera al jugar solitario lo tenemos un poco más difícil para quitarnos el mal sabor de boca. [7]