Análisis de Monster Hunter 3 Ultimate

Soy nuevo en Monster Hunter. Hasta ahora no había jugado a ninguna otra entrega de la serie; sabía de qué iban (el título es extraordinariamente autodescriptivo), pero no me había parado a jugarlos. Digo esto porque quizá parta con ventaja de cara a Monster Hunter 3 Ultimate: todo en él es nuevo para mí, y no sólo aquello que tiene de nuevo respecto a su versión original, ese Tri que salió en Wii y al que no le fue nada mal en Japón. La apuesta de Capcom con Ultimate es más o menos conservadora, pero parece clara la ambición por despuntar por fin fuera del mercado japonés; entiendo por qué no llega a ser un superventas aquí, pero también sé por qué debería serlo.

A pesar de que las primeras horas de Monster Hunter 3 Ultimate son básicamente un tutorial larguísimo (y cuando digo primeras me refiero a seis, siete, ocho horas: tiene uno de los comienzos más ariscos que recuerdo), el juego se desentiende de nosotros sin demasiadas concesiones. Tenemos bastantes apoyos a mano: todos los personajes ponen de su parte para explicarnos de la mejor manera los rudimentos de todo lo que podemos hacer en el mundo de Monster Hunter; siempre tenemos a mano un menú de ayuda extenso y generalmente útil; desde el principio podemos usar versiones básicas de todos los tipos de arma, doce, para que decidamos por nosotros mismos si nos va mejor una espada poderosa y lenta o una combinación de escudo y espada más rápido pero también menos fuerte. Sin demasiadas concesiones, insisto; aunque la enclenque historia principal nos va proponiendo misiones que recorren varias de las mecánicas básicas, la información que recibimos de primeras es impresionante. No es un inicio del todo dulce: mucho que hacer, poca idea de cómo hacerlo y un juego al que no parece interesarle si lo haces o no.

Es lo que en inglés llaman tough love: en mi caso, a las siete horas, más o menos, ya había matado un buen montón de bichos, cazado a un par, mejorado mi equipo, comprado armaduras nuevas, pillado la dinámica de la pesca y la agricultura, empezado a optimizar la recogida y uso de los innumerables objetos que encontramos en las misiones… Son muchas cosas, algunas de ellas poco intuitivas, algo empantanadas a propósito; gran parte de la gracia de Monster Hunter 3 está en cómo nos torea, cómo nos putea una y otra vez para hacer que la victoria, cuando llega, sea mucho más dulce.

Es un juego peculiar por orgánico; hay dos detalles que me gustan especialmente. Aunque hay unos atributos asociados a nuestro personaje que podemos mejorar de varias maneras, no hay un sistema de niveles como tal, no ganamos experiencia: el progreso está asociado a las armas que consigamos, cómo personalicemos las armaduras, qué monstruos vayamos cazando y capturando. Es mucho menos explícito que una serie de cifras, que un número que te diga en un instante exactamente en qué punto estás. Implica una pertenencia a un grupo, el de los aficionados a Monster Hunter, también; los útiles que creamos a partir de monstruos tienen un aspecto único, con lo que llevar una determinada armadura, por ejemplo, no significa sólo que tienes tanto más de defensa: significa que has conseguido los materiales necesarios para fabricarla, con el esfuerzo y dificultad que ello implica.

Otro: los monstruos no tienen barra de vida. Cuando nuestra misión (o lo que queremos hacer en ese momento, si estamos de caza por nuestra cuenta; no es necesario aceptar una misión per se para salir a recoger recursos o materiales) es eliminar a un monstruo, basta con atacar hasta que muera; cuando hay que capturarlo la cosa cambia. Tenemos que fijarnos en su comportamiento para saber cómo de debilitado está antes de intentar atraparlo; si renquea, si tropieza, si ataca más o menos. Las mecánicas de combate y captura de monstruos son bastante únicas; recuerda más, aunque no me gusta mucho la comparación, a Dark Souls que a un hack and slash en el que el ataque ágil y el esquive milimétrico son ley.

El combate aquí es pausado, tiene un peso y un ritmo muy diferentes; hasta que nos acostumbramos a los tempos de cada arma y a las rutinas de cada monstruo, las sesiones de caza son básicamente ensayos. Las armas más pesadas pueden resultar un suplicio por su extrema lentitud hasta que aprendemos a sacarles partido; las ágiles parecen ridículamente débiles hasta que encontramos la manera de aprovechar la mayor facilidad para los combos. Los enfrentamientos contra los monstruos más grandes tienen bastante de pensamiento estratégico, de anticipación, de buen uso del esquive y de ataques esporádicos y bien calculados. Durante las misiones del gremio, las que nos dan recompensas económicas y hacen avanzar la historia, sólo tenemos acceso a un número limitado de objetos (los que entren en nuestra bolsa, moderadamente pequeña en comparación con el número abrumador de ítems que entran en la caja donde guardamos todas nuestras pertenencias, en la aldea principal) y si morimos tres veces fracasamos; no hace falta avanzar mucho ni hacerlo demasiado mal para que un pequeño error o una reacción inesperada de un monstruo nos deje bajo mínimos, y tampoco es raro liarla con las trampas y quedarnos sin forma de capturar a nuestro objetivo, por ejemplo.

No es un juego especialmente difícil, en todo caso; es complicado, requiere cierta concentración y dedicación (los combates contra monstruos grandes son largos y complejos, y generalmente las sesiones de juego han de ser más bien largas para resultar provechosas), pero la curva de dificultad está bien diseñada para que durante las horas de entrenamiento y aprendizaje nuestros objetivos estén siempre sólo lo justo fuera de nuestro alcance para resultar estimulantes, enseñarnos justo lo que necesitamos saber para superarlos y dejarnos listos para la siguiente misión. Al final, en todo caso, lo que mueve a Monster Hunter es la pura superación personal, la aventura compartida, la demostración ante el grupo de que somos buenos cazadores, de que hemos superado ciertos retos.

Las misiones de Moga, la primera ciudad que visitamos y en la que aprendemos los rudimentos del juego, son muchas pero tienen un límite; para ir más allá debemos visitar Tanzia, donde hay un buen montón de misiones más que podemos realizar en solitario o con un grupo de jugadores, o incluso en solitario pero acompañado de los shakalaka que encontramos, unos personajillos estrafalarios que luchan a nuestro lado como parte del ritual por el que su tribu da el paso de niño a adulto. Hay de todo y para todos los gustos; las hay más fáciles y las hay extremadamente difíciles; hay retos en la Arena y eventos que se van actualizando cada cierto tiempo a través de internet, y nada hace pensar que los contenidos adicionales (gratuitos y descargables) no vayan a ser amplísimos, como ocurrió en Japón.

Es un juego inmenso, en cualquier caso, y que sabe sorprender e interesar constantemente. Si sus novedades son suficientes o no como para estimular a los que ya jugaran a la versión original es algo que tiene que decidir cada uno; por lo que sé, hay cambios bastante profundos en la accesibilidad de las opciones online, tipos de arma nuevas, monstruos nuevos y variaciones de algunos ya conocidos, entre otras cosas: invertir de nuevo o no los muy previsibles cientos de horas que Monster Hunter 3 Ultimate guarda en sus entrañas depende de cada uno, claro. Los que busquen un Monster Hunter de última generación también merecen ser avisados: visualmente es muy estimulante por los imaginativos diseños de los monstruos y por el colorido y variedad de los escenarios que recorremos y los personajes que encontramos, pero el trabajo de transformación del original de Wii para adaptarse a la alta definición no es demasiado profundo; la gran mayoría de las texturas están estiradas sin mucho cuidado, y los modelos de los monstruos son sólo buenos, cuando seguramente podrían haber sido extraordinarios con un poco de mimo extra en el paso a la HD: talento no le falta al equipo de se encarga de diseñarlos, vaya.

Decía al principio que entiendo por qué Monster Hunter 3 Ultimate no las tiene todas consigo para ser un superventas aquí: sus recompensas son menos directas aunque a menudo mucho más satisfactorias, sus formas de gestionar el prestigio del jugador son muy diferentes a las que estamos acostumbrados, la dedicación que requiere es increíblemente mayor que la que el jugador normal puede asumir. Por méritos no será, en todo caso: pocos juegos más destacables que este se me ocurren de los catálogos de las dos consolas para las que sale, Wii U y Nintendo 3DS. Es esquivo porque te quiere. Te tira del pelo porque te quiere. Te cierra la puerta en los morros porque te quiere. Se hace el duro. Cuando le descubres las intenciones, el amor de Monster Hunter 3 Ultimate es los que duran, de los que quieres que duren; de los que pones todo de tu parte para que duren. Y es correspondido. [9]