Análisis de Mortal Kombat

Usted sabía que los niños estos de Arkansas que mataron a la maestra —usted ve la televisión, ¿no es cierto?— y mató a los dos amiguitos en la escuela. Cuando el sheriff le pregunto a ellos por qué es que había matado a su maestra y a sus dos amiguitos, ¿saben lo que ellos dijeron? De tanto jugar con el Nintendo Mortal Kombat y de ver la sangre derramarse en la pantalla, ellos quisieron hacer lo mismooooo.

— Reverendo Josue Yrion

La polémica alrededor de la saga creada por Ed Boon y John Tobias empezó a ser cosa del pasado a finales de los noventa. Wikipedia nos recuerda que el capullo de Jack Thompson seguía dando la nota en 2006, pero lo cierto es que, en general, los moralistas se cansaron de Mortal Kombat al mismo tiempo que los jugadores. Un traumático salto a las tres dimensiones, palos de ciego con las armas y los estilos, visitas sin personalidad a otros géneros… Hacía falta repasar lo que había creado una legión de fans y, no fastidies, las peleas contra Super-Man y los Fatalities de pacotilla no estaban en esa lista. Por muy decente que fuera el juego, ojo. Lo que quiero decir es que hacía falta este punto y aparte sin número, subtítulo, ni versus. Era necesario que un grupo con pasión por la franquicia se apartara de los follones en Midway para dedicarse a hacer las cosas con calma y bien. Eso hizo NetherRealm Studios y por eso la cosa ha salido más que bien con el que en cierto momento se llamó Mortal Kombat 9. El reboot aquí está medio encubierto, y no es una mala idea: Raiden y compañía empiezan donde les dejó Armageddon, pero ya en la secuencia introductoria del Modo Historia el Dios del Trueno se pega un señor viaje en el tiempo para volver al primer torneo que conocemos. El de la mítica película. El de personajes con nombres que todavía recordábamos. Estructurado en capítulos, cada uno protagonizado por un luchador distinto, el que perfectamente podría ser el modo estrella del juego es también una de las sorpresas más agradables que esconde. Lo que ofrece no es mucho más que un buen montón —dan para más de seis horas— de kombates ((¡Oh, no, lo he hecho!)) separados por cinemáticas bien realizadas y diálogos tópicos, cierto. Sin embargo, el resultado es descaradamente satisfactorio: las historias de los distintos personajes se dejan ver y se entrecruzan de forma muy efectiva para ir destapando a piñón fijo una historia amena incluso para quien la conozca y variada por englobar las tres primeras entregas de la saga. El reparto coral es incompatible con una implicación como la vista en el majestuoso Fight Night Champion, pero está claro que son opciones diferentes para géneros distintos; cada uno en lo suyo, ambos han subido el nivel de exigencia para los que vendrán después. La ausencia de Fatalities por exigencias del guión y la falta de situaciones imaginativas, más allá del enfrentamiento contra uno o dos rivales, las dos grandes pegas de la Historia, se compensan en el resto de modos; en el Torneo o Arcade de toda la vida, individual o a dobles, se arrancan y cortan todas las extremidades imaginables y en las 300 misiones que levantan la Torre de los Retos hay sitio para luchas con toda clase de handicaps, para competiciones de romper tablas o calaveras e incluso para hacer de trilero escondiendo ojos en cabezas huecas. Una barbaridad de contenido que se traduce en horas de juego, muchas y siempre entretenidas, con un único mando. Mortal Kombat me parece, a ese extremo llega, más disfrutable solo que en compañía. Podemos darnos de hostias con el de al lado y con el de la otra punta del mundo, claro que sí, pero sin los alicientes que ofrecen las modalidades ya descritas nos quedamos con un sistema intuitivo y unas mecánicas correctas que establecen una base sólida pero con limitaciones. No hay quejas sobre el control, ágil y con buena respuesta; los golpes especiales y los combos, en su mayoría de tres hits, salen cuando deben. La barra de la parte inferior, dividida en tres partes que se llenan sobre todo cuando uno recibe, se emplea también de un modo acertado: las versiones más potentes de los ataques especiales —los EX, para entendernos— consumen un tercio, los breaker para cortar un combo del enemigo ((Es evidente que también están ahí como salvavidas ante posibles infinitos.)) requieren dos y el medidor entero permite ejecutar, siempre pulsando los dos gatillos, el movimiento X-Ray. Una conveniente dosis intermedia de violencia —entre la galleta normal y el Fatality— y huesos rotos bastante espectacular y que en ocasiones, como con Kabal, llega a doler. En cualquier caso, la técnica del jugador no es un pilar aquí y el camino hacia el dominio de un estilo no es ni de lejos tan interesante como en la competencia. Los que busquen un Street Fighter se darán cuenta de su error antes de acostumbrarse a bloquear con RT. Los que vengan de Virtua Fighter se sentirán fuera de lugar entre personajes poco diferenciados, una IA mejorable —que no fácil de vencer— y unos uppercuts demasiado efectivos que en ocasiones hacen aparecer a un tal Dan Forden gritando «Toasty!». La competición de alto nivel no es una prioridad, nunca lo ha sido y probablemente, con la de alternativas que existen, no necesita serlo. El apartado visual también es más cuestionable que criticable; puedes decir que algunos de los personajes ((27 seleccionables más Goro, Kintaro y Shao Kahn en sus papeles habituales. En la versión para PS3, que se beneficia también de un mejor D-Pad, hay que sumar a Kratos.)) te parecen feos o incluso ligeramente cutres, pero es complicado negar que encajan de forma inmejorable en el universo de la franquicia y que tienen la misma personalidad, como poco, que en sus mejores momentos; las animaciones son más que decentes, todos sus movimientos son perfectamente reconocibles y el nivel de detalle es notable. El Unreal Engine 3 hace también un trabajo intechable con los escenarios, dinámicos y recargados con mesura. La música no destaca, ni para bien ni para mal, y eso es más de lo que se puede decir de un doblaje doblemente flojo, por calidad y por volumen. No estamos ante un juego de lucha excelente —lo impiden la falta de profundidad inherente al estilo único y un Shao Kahn dopado de mala manera, que sería invencible sin su absurda propensión a la burla—, pero sí ante un Mortal Kombat fantástico, divertido y con las prioridades más que claras. La violencia después del Finish him/her! es deliciosamente exagerada, también cuando se usa el escenario, y es habitual esbozar una sonrisa tras un Babality. Sabe hacer un homenaje sin acabar dependiendo de ello; por eso se le permite que los cubitos humanos obra de Sub-Zero desafíen la gravedad y se le puede llegar a perdonar el maldito suplicio que supone desbloquear coleccionables en la Kripta. Como seguero estoy marcado por esto de la reanimación de franquicias más o menos olvidadas. Y del mismo modo que me cabreo una barbaridad cuando se hace mal, me alegro muchísimo cuando el respeto y el cariño por el material original se hace tan evidente como en este caso. En mi opinión el mejor de la saga, es un auténtico un auténtico regalo a los fans, un «Come here!» para los que dejamos de serlo y una propuesta completísima para cualquiera. [8]