Análisis de MotorStorm: Apocalypse

El listón está muy alto en los arcades de conducción caóticos y apocalípticos: Split/Second es uno de los mejores juegos del año pasado y cualquiera que intente seguir sus pasos, o intente seguir un camino parecido, tiene que tener en cuenta que está compitiendo con un peso pesado. Se nota que MotorStorm: Apocalypse tiene al juego de Black Rock muy en cuenta en algunos dejes y recursos, pero decide desmarcarse lo suficiente como para tener personalidad propia. Si nos gusta o no esta personalidad es otra cosa bien diferente. Hay un hábito que compartimos el 99 % de los jugadores: empezar a jugar por el single player. Esto es algo que los desarrolladores deberían tener muy en cuenta a la hora de plantear sus juegos: si quieres darle mucho peso al multijugador, dirígenos de algún modo hacia allí, sobre todo si el modo historia es una castaña. Ese es el principal error de MotorStorm: Apocalypse y una de las cosas que pueden alejar a los jugadores de él. El modo campaña de Apocalypse nos presenta una historia cutre contada de una forma cutre: los vídeos que nos van introduciendo en la competición en el mundo apocalíptico del juego son feos, perturbadores y la mayoría de ellos, además, insulsos y para colmo confusos. Es difícil saber qué está pasando, e incluso saber si está pasando algo o es todo una gran broma. Básicamente asistimos a una serie de escenas dibujadas en un amerimanga pobremente animado y que nos zarandea de un circuito a otro, sin siquiera poder elegir el vehículo que queremos utilizar, hasta completar los diferentes campeonatos; el horror visual que suponen las cutscenes se medio remedia con el aspecto del juego en sí, aunque tampoco demasiado: gráficamente no es impresionante y la dirección de arte no destaca demasiado. La espectacularidad de algunos momentos hace que visualmente Apocalypse salga del paso sin demasiado problema, pero por los pelos: en el fondo es porque siempre mola ver rascacielos partirse por la mitad más que porque los del juego se partan bien. Hay veces en que no todo es destrucción por nomacs, y la trazada del circuito se verá modificada sensiblemente por derrumbamientos y brechas que se forman en el suelo, y es ese puntito de variedad quizá uno de los mejores que podemos ver en unos circuitos por lo demás no demasiado inspirados y a menudo letales hasta niveles frustrantes. Algunas cosas cutronas como las colisiones afean también un poco el conjunto, aunque por suerte la cosa no va a más y todo parece apuntar más a reducción de tontaditas para que el juego vaya a una tasa de imágenes por segundo decente y estable (misión cumplida en ese aspecto) que a dejadez. Un poco más de enjundia en el apartado técnico no habría ido mal, pero la estabilidad y fluidez salvan la situación. El problema del modo historia es que ni su historia es atractiva ni las carreras son emocionantes: compitiendo contra la IA no se siente auténtica competición, en demasiados momentos las carreras parecen guionizadas (estar corriendo horriblemente mal, chocándose cada dos por tres y, de pronto, llegar a la séptima posición mágicamente, sin sentir que realmente lo hemos merecido, en la segunda vuelta es muy frecuente) y demasiados circuitos son confusos y frustrantes. Hay momentos en los que, pulsando triángulo, la cámara se centra en eventos espectaculares que ocurren en el escenario: esto, que debería ser un punto a favor del juego, acaba siendo un horror y más pronto que tarde ignoraremos el botón triángulo e intentaremos concentrarnos en no morir penosamente en la siguiente esquina, probablemente por culpa de cualquier cosa nimia mal colocada. La gestión del espectáculo que tan ejemplarmente llevaba a cabo Split/Second aquí no está tan bien, y aunque se nota que MotorStorm: Apocalypse mira mucho a su competidor en este aspecto el resultado no es tan satisfactorio. (Además, los derrumbamientos y avatares apocalípticos suelen enfangar el asunto hasta límites impracticables: cuántas veces una nube de humo provocada por una fisura en la tierra no nos deja ver que al otro lado hay un puto camión de dieciocho ruedas con el que nos chocaremos en medio segundo, ¡cuántas!) Las tarjetas coleccionables que hay diseminadas por los circuitos y el reto posterior de completar los contrarrelojes y los eventos de experto no son excusa suficiente como para volver a jugar solo en cuanto terminamos, y ni la pequeña sorpresa final ayuda a mejorar la pobre impresión que causa la campaña. Pero, ¡atención! Si hábilmente ignoramos el fallido modo historia y vamos al apartado Diversión violenta del menú principal, las cosas cambian bastante. Algo cambia mucho en este modo: ya desde la personalización de vehículos, la sensación que nos da Apocalypse va mejorando y acaba por redimirse del todo cuando entramos en una sala del modo multijugador, cumplimos con el ritual previo a cada carrera y comenzamos a competir con otra gente: casi todos los problemas del modo para un jugador se evaporan o disimulan y algunos puntos fuertes se potencian, haciendo que sea en la experiencia con otros jugadores donde reside todo el potencial del juego. Antes de cada carrera tendremos que seguir una serie de pasos, algunos de ellos clásicos (votar por un circuito, elegir coche) y otros más extraños en un juego de este tipo y que le sientan como un guante, como por ejemplo elegir sets de ventajas (los perks ya clásicos de los Call of Duty modernos) o apostar. El sistema de apuestas es bastante genial y anima mucho a pegarse buenas sesiones al multijugador: justo antes de comenzar la carrera, tenemos que apostar a qué jugador vamos a superar. Cuanto menos valor tengas como corredor (en cuantas carreras hayas quedado en mala posición, etc.) más fácil será, estadísticamente, que otros jugadores queden por delante de nosotros y más gente apostará en nuestra contra; cuanto más alto en el ranking de la sala estés, más ganarán los que apuesten contra nosotros si nos superan. El sistema de niveles también funciona muy bien: por un lado porque hace que nuestra calidad de juego sea, en principio, fácilmente identificable por cualquiera en cuanto entramos a la sala, y por otro porque va desbloqueando pilotos, ventajas y demás que dan bastante juego a la hora de probar combinaciones y, en definitiva, seguir jugando. La cara oscura de esto es que, lógicamente, niveles se pueden subir por pura insistencia, aunque seamos brutalmente malos (ganaremos menos puntos por carrera, pero unos pocos siempre caen), con lo que conseguir las ventajas acaba siendo inevitable y jugar bien sólo hará que las consigamos antes. Esto tiene su contrapeso en el sistema que se han sacado de la manga para conseguir nuevos vehículos, que sí que nos obliga a jugar mejor para conseguir cumplir una serie de objetivos (derrapes, derrotas, destrozos; muchas cosas que empiezan por de-) que desbloquean vehículos mejores. Se pueden conseguir también por insistencia, pero ser paquete es incompatible con las derrotas, por ejemplo: si quedas último siempre, jamás tendrás los mejores vehículos. Y hablando de los vehículos, es en el multijugador, compitiendo con seres humanos, donde se nota el trabajo que se ha realizado haciendo que cada uno sea diferente y nos obligue a adoptar un estilo de juego u otro. Lo que corriendo en el modo historia era sólo gestión básica del turbo, intentar no chocarse mucho y aun así acabar chocándose mucho, inevitablemente, hasta acabar primero o segundo, aquí se complica. Los choques nos pican más: no es raro que, en el modo historia, el respawn nos deje varias posiciones por delante de la que estábamos antes de chocarnos, pero en el multijugador hay que ir bastante fino porque a la que la líamos un poco bajaremos posiciones a un ritmo catastrófico. Los circuitos también se disfrutan más: los jugadores tienden a elegir los mejores en la fase de votaciones, y sus a menudo caóticos y algo confusos recorridos son bastante menos desafortunados cuando están desnudos de tanto efecto y tanta distracción. Al final, el estilo de conducción muy arcade y que huye del realismo por todos lados acaba congeniando bien con el desquiciado diseño de los niveles, correcto aunque algo desacertado en algunos momentos. La mala primera impresión, el potencial que MotorStorm: Apocalypse deja ver pero parece no aprovechar cuando catamos el juego en el modo historia se borra y no deja ningún rastro si sabemos perdonar la relativamente mala decisión de, de nuevo, apostar demasiado por el multijugador y simplemente nos dedicamos a disfrutarlo. Sí, el jugador solitario tiene bastantes opciones y no pocas cosas que hacer hasta considerar su partida completada, pero en ningún caso tienen interés o peso suficiente como para empujarnos a seguir. El modo multijugador es bien diferente: vibrante, variado, emocionante y muy, muy divertido. Sobre todo muy divertido. Ahí está la personalidad que logra crearse Apocalypse: el mundo está en ruinas, vamos a hacer el loco y divertirnos. Esta premisa, que es de la que parece partir el juego, sólo se cumple bien jugando con otra gente: en este caso, más vale (y mucho más) acompañado, aunque sea mal, que solo. [7]