Análisis Ni No Kuni II: El Renacer de un Reino

Como creador, enfrentarse a una segunda parte es especialmente difícil. Dentro de una saga, es la segunda entrega la que será juzgada con mayor dureza no solo por el público general sino por los fans ya convencidos. El dicho «las segundas partes nunca fueron buenas» esconde, como todos, un razonamiento mucho más complejo de lo que podría parecer pues, durante el análisis de una segunda parte, no solo se juzga la obra en sí sino que se la compara con su predecesora a pesar de que esta nueva entrega no cuenta ni con el factor sorpresa ni con el de la originalidad. Si el autor ha optado por usar el molde del primer título lo acogemos con desidia. Pondremos los ojos en blanco mientras mencionamos la falta de valentía y la poca capacidad para innovar. Por otro lado, si el creador toma un camino totalmente nuevo, es posible que no se satisfaga el ansia de la audiencia por más de lo mismo. Por volverse a encontrar con aquello que tanto disfrutó. Es muy difícil ganar en este juego a menos que uses la tercera parte como redención. Pero aquí me estoy adelantando.

Ni No Kuni II: El renacer de un reino es un juego que llevaba años esperando. La historia de Oliver, Estela, Jairo y Drippy es uno de mis juegos favoritos de PS3 y la posibilidad de volver a ese «otro mundo», paralelo al nuestro pero con muchas más posibilidades, era una opción que no iba a dejar pasar. Y tales eran mis ganas que cuando empecé el título me decepcionó. No lograba sentir el amor que la primera parte me había transmitido de forma instantánea durante el comienzo. Desde Level-5 daban acción cuando yo buscaba algo más sensible. Es por eso que, para hacer justicia a este gran JRPG, la reseña debe hacerse en dos partes. El renacer de un reino como continuación de Ni No Kuni y Ni No Kuni II como juego individual. Esto es lo más cerca que puedo llegar a la objetividad.

Ni No Kuni II: La pérdida de la magia

Cuando hablamos del «espíritu» de una obra hacemos referencia a cosas muy variadas que, en realidad, tienen más que ver con nosotros que con el juego en sí. Podríamos afirmar que El renacer de un reino mantiene el espíritu de su predecesor si miramos el diseño artístico —inspirado en las creaciones de Ghibli—, la épica de la música o la incuestionable calidad de sus animaciones, pero yo discrepo. Lo primero que sentí al enfrentarme a El renacer de un reino fue una apabullante falta de magia. De calidez.

Los primero minutos de Ni No Kuni: La ira de la bruja blanca nos presentaban a un niño huérfano que podía evadirse de su pérdida —más aún, intentar incluso revertirla— mediantes sus acciones en un mundo paralelo. Una historia con varias lecturas y posibles interpretaciones que, desde el punto de vista de la inocencia, narraba en el fondo una historia universal de pérdida, duelo y crecimiento personal. La ira de la bruja blanca no tenía prisa y los personajes eran introducidos con el cuidado necesario para que nos encariñáramos con todos y cada uno de los carismáticos miembros del equipo. De este mimo se olvida El renacer de un reino, que se inicia con la destrucción de Nueva York en nuestro mundo y un golpe de estado en Cascabel en «el otro», dos situaciones catastróficas y dramáticas que, no obstante, quizás por su magnitud, no generan tanta empatía como el dolor de un niño que acaba de perder a su madre.

La inocencia de Oliver es cambiada aquí por un POTUS (sí, El POTUS. El Presidente de los Estados Unidos) que, en una caracterización muy realista, no duda en disparar ante la mínima amenaza. En menos de 5 horas se nos presentan a todos los personajes principales que, no sabemos muy bien por qué, han decidido abandonar sus hogares y tradiciones para ayudar a Evan a convertirse en un buen monarca. Porque de eso trata El renacer de un reino. Lejos de la historia introspectiva disfrazada de épica de La ira de la bruja blanca, aquí tenemos una épica real en la que un niño deberá crecer hasta convertirse, más que en hombre, en monarca.

El renacer de un reino intenta empaparse de los buenos sentimientos y la candidez de su predecesor pero lo da todo en favor del gameplay. El cambio a un modo de batalla más activo elimina a los Únimos de la narrativa y los cambia por los Fofis(anos), seres con un diseño mucho menos atractivo, que luchan de manera cuasi autónoma y que no están relacionados con el alma del portador. Por mucho que Evan repita que su mayor deseo es un mundo feliz y en paz, es imposible creerlo cuando una de sus primeras acciones como rey es dirigir a dos escuadrones en una batalla campal para echar de sus tierras a los habitantes de una llanura. También se eliminan (al menos durante las 30 primeras horas) los paralelismos entre los dos mundos. Evan no lucha por cambiar corazones sino por añadir territorios a su nuevo reino, adquirir nuevos súbditos y protegerlos de una amenaza mundial.

Como continuación, El renacer de un reino se encuentra en una lucha constante entre lo que quiere ser —La ira de la bruja blanca— y lo que es —un sobresaliente RPG perfectamente actualizado a su tiempo—. Son los complejos, que veo yo y que, no dudo, veían sus creadores, lo que evitan que estemos hablando del mejor juego del 2018.

El renacer de un reino: un extraordinario RPG con el envoltorio equivocado

Que el modo historia de El renacer de un reino sea bastante lineal no quiere decir que no tengamos mil cosas que hacer. A los combates —divertidísimos y perfectamente diseñados—, la exploración y las demás características de los JRPGs, que ya encontrábamos en La ira de la bruja blanca, El renacer de un reino suma estrategia y gestión de recursos mientras que cambia las recompensa de las quest por misiones para conseguir nuevos habitantes en tu recién fundado reino. El acto en sí de gobernar, invertir el dinero generado por nuestros habitantes y decidir qué edificios mejorar y qué investigaciones llevar a cabo para lograr aumentar nuestra influencia es, sin duda, lo más entretenido y satisfactorio del título y este lo explota perfectamente a su favor. Ver cómo nuestro reino crece desde un par de tiendas de campaña hasta el centro neurálgico del continente es uno de los mejores alicientes para dedicar hora tras hora a un título muy bien planificado pero que no profundiza demasiado en los objetivos de cada personaje ni en su trasfondo.

El renacer de un reino distribuye su historia en pequeños capítulos con un objetivo concreto por lo que constantemente estamos recibiendo recompensas y manteniendo las ganas de jugar. Por otro lado, los controles y las opciones en las batallas, que en un primer momento son tan numerosas que abruman, terminan siendo intuitivos y sencillos gracias a una curva de dificultad perfectamente calibrada.

El renacer de un reino no es un juego de 10 por comparación, pero sigue siendo sobresaliente. Un JRPG imprescindible que subraya el hecho de que el género aún tiene capacidad para crecer y evolucionar. Y si su buena acogida tanto crítica como comercial inspira una tercera parte, aquí la esperaremos con los brazos abiertos. No por nada, las terceras entregas siempre son las de la experiencia y la conciliación. [9]