¿Recordáis Waterworld? Yo, por desgracia, también. Si pudiéramos sacar una enseñanza de las aventuras acuáticas de Kevin Costner, quizá la más importante sería que los mundos postapocalípticos donde el agua ha inundado todo molan bastante. Oil Rush coge esa premisa y nos la entrega empaquetada en forma de mezcla entre «desafío estratégico de los juegos de estrategia clásicos y la diversión pura de los Tower Defense». El punto de partida, vemos, es prometedor. La campaña de Oil Rush nos pone en una situación peliaguda: la humanidad se ha visto obligada a vivir en el agua después de que el nivel del mar aumente catastróficamente, y los pozos petrolíferos son objetivo constante de disputas por hacerse con el control del oro negro, más valioso que nunca. Creo que no importa demasiado que, a partir de este momento, la historia sea un campeonato de drama barato, personajes irrelevantes y eventos argumentales más sosos que una sopa de aire, porque lo que importa realmente es cómo se desenvuelve el juego cuando nos ponemos el disfraz de general y empezamos a cortar el bacalao del petróleo. La intención de Oil Rush es simplificar y automatizar todas las acciones posibles para centrar las partidas en la gestión y defensa correcta de nuestras bases. Así, movemos a nuestras unidades en grupos, que podemos llevar de base a base en distintos porcentajes: movemos el 100, 50 o 25% de las tropas, y ni siquiera tenemos que producirlas, porque las bases que tenemos conquistadas van creando nuevas a medida que las que tenemos van cayendo. Este sistema funciona muy bien dentro de la propuesta del juego, que nos anima no sólo a tener en mente las unidades que tenemos en cada base sino otras cuestiones como qué bases producen qué unidades o el tiempo que tardan en desplazarse. Con los recursos pasa lo mismo. Las torres de petróleo son la fuente principal, y es conveniente que las capturemos y protejamos todo lo que podamos para no perder el flujo de ingresos que nos permite construir defensas para las torres, actualizar nuestro árbol tecnológico y demás. Estas torres, como las demás bases, son protegidas automáticamente por las unidades que enviemos a ellas, que se quedan dando vueltas alrededor hasta que los enemigos se acerquen con intenciones nunca sanas. La campaña sirve, eso sí, para ir aprendiendo todo lo que necesitamos antes de enfrentarnos al reto real, esto es: el multijugador o las partidas fuera de la historia. Es ahí, gracias a las peculiaridades de cada mapa, donde más se pueden explotar las unidades aéreas o submarinas, menos constreñidas a los avatares de una campaña corta y más concebida como muestra de posibilidades que como historia con pulso dramático o desarrollo interesante. Todo lo que hace lo hace, eso sí, bien, a pesar de que sus intenciones de ofrecer la accesibilidad de los Tower Defense puede hacer que acabe quedándose algo limitado. Es un juego potente y muy bien pensado, ante todo, pero que acaba en tierra de nadie: los fans de la estrategia más dura lo verán algo simple para su gusto, y los que prefieren la sencillez de los Tower Defense quizá encuentren alguna piedra en el camino que no tengan ganas de sortear. Para ser casi una demo técnica del Unigine, el motor sobre el que se construye, es sobresaliente; demuestra con creces lo que se puede hacer, porque Oil Rush tiene unos gráficos brillantes, que además se preocupa en mostrar bien: pulsando F la cámara cambia y se acerca más a la acción, especialmente apropiado para hacer espectaculares las batallas más rutinarias. Dejando de lado esto, es un buen juego que los estrategas con 15 euros en el bolsillo podrán disfrutar durante un rato. [7]
Redactor
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Otro que tiene una pinta genial… apuntado a la lista de deseados