Mi afición a Picross me ha obligado a replantearme mi relación con los videojuegos. Cada vez que sale un nuevo Picross, lo compro. Es así de simple: me gusta tenerlos cerca. Mientras que con otros, por lo general las grandes superproducciones, siento la necesidad de jugar hasta llegar al final cuanto antes, como si estuvieran a punto de caducar o mi experiencia fuera a ser peor cuanto más tarde en sentirla completa, a Picross juego varios días y luego lo dejo y luego vuelvo la semana siguiente y luego juego a otra cosa y luego vuelvo a Picross, lo mantengo en una buena posición para que cuando desbloqueo mi Switch el icono esté ahí, para recordarme que si lo necesito puedo contar con él. Ni los termino ni siento que ellos quieran ser terminados; mejor dicho, creo que les da lo mismo. Como las tormentas, como si no respondieran a los designios de la oferta y la demanda sino a alguna necesidad imperiosa de descargar, los Picross simplemente suceden, te venga bien o no. Hay más de los que necesitamos pero menos de los que nos gustaría que existieran.
Picross S Mega Drive & Master System Edition, la última entrega de la imparable serie de Jupiter, es algo así como los libritos de crucigramas y sopas de letras de Sálvame solo que en vez de Jorge Javier Vázquez, Paz Padilla o Chelo García-Cortés en la decoración salen Sonic, Alex Kidd o Blaze Fielding. No es tan así, en realidad, pero que se entienda el sentido de la exageración: la ambientación seguera de este nuevo Picross no solo no camufla o mitiga su naturaleza de pasatiempo puro y duro sino que de alguna forma la resalta o incluso la potencia. Lejos de ser menos prescindible que los demás, en los que los dibujos que formamos puzzle mediante son objetos cotidianos (ositos de peluche, latas de refresco, trompetas, pececitos; cualquier cosa es susceptible de ser picrossizada), lo es quizá más, por lo que tiene de específico o de nicho el hecho de que cada puzzle sea un sprite de un juego clásico de SEGA.
La cosa va de lo de siempre. Hay que rellenar una cuadrícula atendiendo a las pistas numéricas que hay en las partes izquierda y superior; si en un tablero de, pongamos, 10×10, en la fila inferior aparecen los números 5 y 4, quiere decir que en esa fila hay dos grupos de casillas de cinco y cuatro «píxeles»: como entre estos grupos de casillas tiene que haber al menos una casilla de separación, en total hacen, de izquierda a derecha, las diez que tiene de ancho el tablero entero, cinco más uno más cuatro. Aplicando esta misma lógica a todas las filas y columnas del tablero vas dando forma a diferentes imágenes, sprites de tamaño muy reducido que se te muestran a color una vez los resuelves (excepto en el modo Color Picross) en blanco y negro.
En este caso, los sprites pertenecen a juegos de SEGA, como decía, y aunque esta circunstancia no sea en realidad crucial sí tiene efectos interesantes. A nivel puramente funcional, este Picross es exactamente igual que los otros seis que han salido ya en Switch; al contrario que otros juegos que integran este tipo de puzzles dentro de propuestas más complejas y extensas, como el recomendable Murder by Numbers, los Picross de Jupiter son tan asépticos y claros como les es posible, con nada que distraiga o se interponga entre tú y el tablero. Los ornamentos y cucamonas que hace esta entrega son tan sutiles que casi podrían pasar desapercibidos: apenas unos cuantos personajes flotando por el fondo de la pantalla y cuatro canciones, una por modo, además de una de las selecciones de «sonidos relajantes» menos relajantes y más estridentes de todos los tiempos. Empatizo mucho con la aproximación minimalista a todo lo que no sea el puzzle en sí que tienen todos los Picross, y aunque Passing Breeze o el tema principal de Space Harrier están sin duda entre las canciones más icónicas de la historia de los videojuegos sí echo en falta esta vez un poco más de música.
Pero más allá de ese pequeño deseo personal, me fascina cómo se cruza el «efecto Picross» con algunos de los píxeles menos vistos (y menos memorables) del catálogo clásico de Sega. Hay, por supuesto, puzzles que te sacan una sonrisa al reconocer al licántropo de Altered Beast o a Rolf, de Phantasy Star II; sin embargo, entre los más sorprendentes y divertidos están los que usan los sprites más secundarios de un juego (una señal de giro a la derecha de OutRun, por ejemplo), fragmentos específicos de ilustraciones más grandes (el cabezón de uno de los personajes de Bonanza Bros.) o versiones alteradas, casi demakes, de sprites que en su versión original tenían mucha más definición (el Johathan Blade de Eternal Champions o el hilarante poste de final de nivel de Sonic que hay en el modo Color Picross). Así, mientras vas completando el tablero te abstraes tanto, te sometes de tal forma a la lógica interna del puzzle, que los píxeles en blanco y negro no te dicen nada, no transmiten ninguna información; ver a Metal Sonic o el culo de un camión de OutRun cuando el juego colorea la cuadrícula para que veas el resultado es fantástico, con el añadido, en este caso, de encontrar guiños no solo a juegos muy populares sino también a otros menos conocidos de la ludoteca seguera.
Pero la naturaleza de Picross S Mega Drive & Master System Edition sigue siendo la de un pasatiempo en el sentido más estricto de la palabra, digital, sí, y distribuido a través de una tienda de videojuegos (la eShop de Switch, en este caso), pero pasatiempo al fin y al cabo; si digo que no es un videojuego no es por ser faltoso, sino por apartar a una cosa tan pura como Picross de las deprimentes dinámicas que hacen que a veces sea más común establecer relaciones tóxicas con los juegos que lo contrario. Este de Sega me hace (me está haciendo: no lo he terminado todavía, y no tengo claro que lo haga) especial gracia por lo que tiene de merchandising nostálgico, pero en realidad es como todos los demás: tan puro y tan agradable, tan agradecido; un pasatiempo, no un cometiempo. ¡Viva Picross!
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Pepinísimo.
Mis dos cosas favoritas del mundo hecha juego; SEGA y comerme la cabeza.
Me he visto en la obligación de hacerlo y compartirlo, por si alguien no se pispa o no quiere dedicar ese rato. Espero que no moleste!
Enigma puntuación
No sé cómo logras escribir un análisis de cada picross que sale, que es fundamentalmente el mismo juego que el anterior. Vaya por delante que me los compro todos xD
@jonmartinez
El truco está en que solo parece que los escriba, porque en realidad solo he escrito dos!
8!
@ladrim
~(˘▾˘~)
Sólo por la música ya vale la pena 🙂
Es mi primer Picross y llevo un enganche importante. Tanto que voy a tener que dosificar porque sufro ya tetris effect y veo casillitas por las noches.
Me ha parecido raro que no se pueda usar la pantalla táctil.
Y también he echado de menos más música y que te apareciese el título y el juego mientras suena. Hubiese sido un punto.
@gordobellavista
Lo de la táctil lleva así desde el primer S, es muy raro. Lo mismo con la música, que siempre hay solo seis temas (uno por modo y dos más para los menús); aquí lo suyo habría sido poner de más juegos, que será por temazos!
Un 8 muy bien puesto, en valoración y en forma.
@jk_eye
Ostia. Me había currado el descifrado en un excel pero no había entendido qué significaba. Pa matarme.
Buenísimo, Víctor Martínez!
Tengo el libro de arte Mega Drive Collected Works y me gusta de vez en cuando hojear y perderme en sus sprites. De Picross he sido más en el móvil pero este cae seguro.
Fantástico lo de la nota, eres u máquina, Víctor.
Respecto al juego, lo de que no se use la táctil me parece de juzgado. Con lo a gusto que se juega en la 3DS así (la de horas que le metí al Pokemon Picross. Y al Twilight Princess muchas menos pero estaba bastante guay. Y gratis)
Cada vez que sale un Picross clásico echo en falta una entrega 3D, que gustico da romper bloques e ir esculpiendo…
Caeré en este, a falta de un 3D, sobretodo por la nostalgia.