Pikuniku es uno de esos artefactos geniales que viven en la frontera entre el videojuego y el juguete está un poco más difusa de lo habitual. Llamar a Pikuniku «artefacto» es una sobrada; si le preguntásemos a Piku, su protagonista, seguramente preferiría que dijéramos que es un juguete. Le podríamos decir juguete y no pasaría nada.
En Pikuniku asumimos el control de La Bestia, una criatura legendaria que despierta después de mucho tiempo dormido en su cueva. Cuando llega al pueblo más cercano, La Bestia se encuentra con el rechazo de sus habitantes, que conocen los relatos sobre sus peligros; cosas de la vida, La Bestia acaba ayudando al pueblo y ganándose la confianza de sus vecinos, y ahí arranca la historia de Piku, La Bestia, una criatura infinitamente menos fiera que la de las historias que se contaban para asustar a los niños. En estos primeros minutos de toma de contacto, Pikuniku ya ha puesto sobre la mesa algunas de sus cartas principales: es un juego de plataformas con un sistema de físicas suficientemente impreciso para dar lugar a momentos cómicos, pero no tanto como para hacer insoportable el platafomeo; es un juego de puzzles que parece inspirarse en los inventarios de algunas aventuras gráficas o quizá de algún metroidvania para estructurar el progreso, pero que nunca pone sus propios intereses por encima de los de quien juega. No es un juego en el que quedarse a vivir, pero sí te deja algo dentro cuando lo terminas que sabes que estará ahí durante mucho tiempo, puede que para siempre.
Es, también, cuando Pikunuki deja a un lado la ambición de ser un juego de plataformas, o uno de puzzles (o uno de aventuras, si preferís ese cóctel), cuando más acierta en la diana del humor. Repartidos por el mundo del juego hay una serie de pequeños retos, minijuegos o simplemente espacios en los que experimentar con la manera en que Piku camina o salta (jugar, en el sentido más puro de la palabra) que, mezclados con unas interacciones con el entorno que a menudo desembocan en diálogos escritos con gran ingenio, acaban convirtiéndose en los mejores momentos del juego; sin duda de ahí sale buena parte del poso que deja Pikuniku, que sabe arrancarte sonrisas no solo por lo que ocurre sino por cómo ocurre, y por el papel que uno tiene, como jugador, en la acción.
No es un juego particularmente largo (unas tres o cuatro horas, en función de cuánto te distraigas), algo que encaja bien con el tipo de historia que se quiere contar. Está Piku y las maneras en que ayuda a la gente, pero también está Sunshine Inc. y su sospechoso plan: a cambio de los recursos naturales de cada pueblo, el jefazo de Sunshine Inc. ofrece «dinero gratis», un trueque que se presenta como muy beneficioso para la gente pero que poco a poco va dejando a la vista un reverso tenebroso que pone en marcha a un grupo de resistencia en el que Piku se ve involucrado. No es difícil hacer paralelismos con nuestra realidad, claro, a pesar del aspecto colorista y alegre y de la música pegadiza y machacona de Pikuniku. El ingenio del guion se nota hasta los últimos compases de la historia; si no brillante, sí creo que es una historieta inteligente que sabe sacar adelante unas cuantas ideas valiosas de manera eficaz.
(Hay spoilers en el siguiente párrafo.)
Al final de Pikuniku descubres que el jefe de Sunshine Inc. planea una «gran erupción». Poco antes, en una mina en la que ayudas a unos gusanos, habías descubierto las ruinas de una civilización antigua, rodeadas de sus antiguos habitantes, fosilizados tras una «gran erupción», como en Pompeya. Lo que estás protegiendo no es el mundo antiguo frente a los atropellos del progreso capitalista, sino un mundo nuevo, ya reconstruido sobre el resultado de un plan similar. Aunque en un principio Pikuniku puede leerse como una historia sobre un grupo de luditas que se oponen al progreso (aunque aquí el progreso tenga tintes supremacistas y megalómanos… ¿como en la vida real?), quizá en realidad tenga más relación con el ludismo que se suele defender hoy desde la academia: como un movimiento de oposición radical no a la tecnología y sus avances sino a la apropiación de esa tecnología que maximizaba la producción y reducía la necesidad de mano de obra, o sea, que beneficiaba a los propietarios de la tecnología y reducía la calidad de vida de los obreros, que cobraban menos y perdían sus puestos de trabajo. Después de pasar todo el juego destruyendo a los robots que explotan los recursos naturales del mundo de Pikuniku (recogen maíz, talan árboles, extraen agua de lagos…), el mundo no vuelve a un estado «natural» o «puro» en el que no existe la tecnología, sino que se puede ver a los habitantes de cada pueblo utilizando las máquinas para su propio beneficio.
(A partir de aquí ya no hay más spoilers.)
En un videojuguete como Pikuniku parecería una omisión criminal no poder compartir la diversión con otra persona: para ello está el modo cooperativo, en el que una segunda persona asume el control de Niku, un personaje idéntico a Piku en todo excepto en el color, naranja en vez de rojo. Aquí, la cosa va de superar una serie de niveles específicamente diseñados para la cooperación en los que, de nuevo, el alocado sistema de físicas da pie a los equívocos y los tropiezos humorísticos. Es un modo relativamente limitado (breve y sin demasiadas oportunidades para probar soluciones distintas) y separado por completo de la historia principal; es una lástima que no dé más de sí, porque aquí es donde Pikuniku podría convertirse en un juego al que volver de vez en cuando para echarse unas risas en compañía. No es el caso. Hablando de eso, tampoco termina de dar en el clavo con el contenido opcional para un jugador: hay bastantes cosas que hacer más allá de lo necesario para terminar la historia, pero lo cierto es que tener un objetivo último ayuda bastante a motivar el avance; sin él, buena parte de lo que se puede hacer más allá de derrocar a Sunshine Inc. no me resultó particularmente interesante. Muchos de estos secretos, me di cuenta más tarde, habrían funcionado mejor como digresiones dentro de la historia principal que como conquistas independientes.
Tan desacomplejado y alegre como parece, Pikuniku es uno de esos juegos que se esfuerzan mucho por no dejar mal recuerdo. Creo que lo consigue: cuando pienso en él, me acuerdo no de sus flaquezas (que ni son muchas ni son muy graves) sino de Piku rodando ladera abajo, pegando patadas a un fulano en una discoteca, retando a un robot a un duelo de bailes, jugando al baskick (una mezcla de baloncesto y fútbol en el que hay que encestar una sandía a patadas; también se puede jugar a dobles), charlando con los no pocos personajes que te dicen cosas graciosas, tropezándose con un escalón y haciendo una voltereta antes de caer de pie en el suelo. Son estos momentos surgidos del juego más limpio y feliz que podéis imaginar los que hacen que Pikuniku sea una experiencia especial. ¡Viva el videojuguete! [7]
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Parecía que iba a ser más de lo ha sido, siendo tan gozoso como parece ser. La estética, las físicas y que esté Devolver detrás quizá aumentó un poquito el hype, pero eso no quita que le tenga ganazas. Es de esos juegos que me cuesta imaginarme cómo es realmente, cómo se siente, aunque lea y escuche mucho sobre él. Y esa sensación me flipa.
Hace dos findes jugué por fin el Donut County y me encantó. Y este caerá tambien. Más de esto, cortos, experimentales y bien de precio!
Se sabe para cuando en PS4?
A mí el juego me está gustando en líneas generales, aunque le falta algo para ser genial. Como indica Víctor en el Podcast, lo mejor es cuando el reto es nulo y el juego te lanza pequeñas bromas jugables, las (pocas) partes de puzzle y acción son más sosas.
Curiosamente a mi hijo de 3 años le gusta bastante ver como lo juego: su estilo visual y sus mecánicas de «juguete» son muy llamativas para un crío. Aunque aún no sabe manejar un mando, me parece que tiene un estilo ideal para que se introduzcan los más peques, aunque lo mismo haya que ayudarlo en algún puzzle.
Jugar al escondite con una roca ha sido una experiencia DEMOLEDORA.
Pues en el botín de Twitch Primer sale esto: «Pikuniku Disponible por tiempo limitado: del 24 de enero al 28 de febrero».
Imagino que se refieren a que durante ese tiempo se podrá jugar gratis. ¿O quizá que durante ese tiempo lo podrás adquirir gratis? Igual @chiconuclear sabe decirnos algo más
@el_jugador_medio
Ni idea.