Análisis de Planet Crashers

Ha querido el destino que en poquísimo tiempo pasemos de casi no saber quiénes son estos Renegade Kid a que caigan en nuestras manos dos juegos suyos muy seguidos, este Planet Crashers y ese Mutant Mudds del que ya os hablamos hace un tiempecillo. Muy diferente a las plataformas en dos dimensiones y corte muy clásico de este último, Planet Crashers es una aventura rolera muy en 3D que llegó hace unos días a la eShop de Nintendo 3DS después de haber estado planeado para iOS, para Facebook y como lanzamiento en formato físico. En Planet Crashers somos un héroe recién salido de la academia al que le llegan noticias de que un malvado está intentando apagar el sol. Nadie quiere que eso ocurra, así que tenemos que explorar diferentes planetas hasta solucionar el entuerto. Bien. La historia es más o menos esa, y mejor no hacerse a la idea de que vamos a encontrar ninguna profundidad mayor en ella: aquí el planteamiento sólo sirve de excusa para que le veamos un sentido a ir de mazmorra en mazmorra cumpliendo las misiones que se nos encargan, ya sea por medio del tablón de misiones o por los encargos de los personajes que vamos encontrando. A partir de ahí la cosa se desarrolla sin grandes sorpresas: aceptamos misiones, vamos a las mazmorras que toquen y buscamos la X del mapa que nos indica que el objeto o personaje que buscamos está allí. Por el camino hay enemigos contra los que combatimos por turnos; elegimos el ataque que queremos hacer y tenemos unos simplísimos quick time events, en muchos casos optativos, que hacen que nuestros golpes quiten un poco más de vida. También encontramos objetos, desde pociones hasta modificadores de fuerza o defensa que podemos usar para tener cierta ventaja en los combates más complicados. Cuando llegamos a nuestro objetivo volvemos al lugar donde nos asignaron la misión, ya sea por nuestro propio pie o de forma automática: a veces el juego mismo nos teletransporta directamente a donde tenemos que ir al completar la misión. Hay que repetir esto durante unas cuantas horas, subiendo de nivel, consiguiendo armas y ataques nuevos y derrotando a muchos enemigos diferentes, aunque todos cortados siguiendo el mismo patrón. Hay planetas principales y planetas extra, con enemigos más difíciles. Renegade Kid han comprendido qué elementos tiene que tener un juego de este tipo: sus combates por turnos, sus atributos de ataque, defensa y velocidad que podemos mejorar cuando subimos de nivel, sus mazmorras; el problema es que el juego está muerto. Está muerto porque jugarlo no implica ninguna clase de diversión o reto. Es increíblemente previsible y plano, los poquísimos diálogos son repetitivos y están mal traducidos, la curva de dificultad está tan mal diseñada que resulta increíble estar jugando a algo así; los combates y la exploración tienen una relación curiosa: los primeros son tan aburridos que lo normal es esquivarlos de puro tedio, algo no muy complicado porque los enemigos, por increíble que parezca, sólo avanzan hacia nosotros si caminamos (sí: si nos mantenemos quietos ellos hacen lo mismo), y la segunda es tan monótona (las mazmorras son todas estancias cuadrangulares en las que a menudo no ocurre nada unidas por pasillos en los que nunca ocurre nada) que sólo especiarla un poco con combates podría salvarla. Combinados, el resultado es catastrófico. A medida que acabamos misiones y eliminamos a villanos conseguimos puntos de experiencia, que acumulados nos hacen subir de nivel. Tampoco aquí han estado muy finos: subir los primeros niveles para tener acceso al segundo planeta es espantoso, porque para ello necesitamos 300 puntos de experiencia (esta cifra se mantiene intacta hasta el nivel 11, y a partir de ahí necesitamos 450; la cosa cambia un par de veces más) y al principio nos dan muy pocos, pero a medida que avanzamos, esto es, a medida que alcanzamos pisos inferiores de las mazmorras, divididas en verde, azul y rojo en función de su dificultad, de menor a mayor, los enemigos son más duros y nos dan más experiencia; esto hace que, incluso cuando la cantidad de experiencia necesaria es mayor, pasemos de no subir de nivel casi nunca a hacerlo cada poquísimo tiempo, y queda muy raro. Por qué es esto incorrecto es algo que no hace falta ni siquiera explicar. Todo está brutal y antinaturalmente calculado en Planet Crashers. La experiencia que nos dan los enemigos sube de 5 en 5 a medida que su dificultad aumenta; el oro que nos dan al eliminarnos es siempre 100; si no subimos de nivel o bajamos de piso en una mazmorra, el daño que hacemos es siempre el mismo, y no hay ningún motivo por el que no usar siempre la mejor arma que tengamos en el momento o el ataque más poderoso, porque no hay barra de resistencia ni efecto negativo que nos haga pensarnos ni por un instante utilizar otra combinación que no sea la mejor. Todos los combates, mientras no cambiemos de piso o subamos de nivel, se desarrollan casi igual, porque todos los enemigos son casi iguales; esto va haciéndose más grave cuanto más avanzamos en el juego, porque las mazmorras van siendo más largas y complejas y por tanto su exploración, en ningún caso divertida, es más y más penosa cuanto más jugamos, porque nos topamos con más enemigos que van haciendo la partida más aburrida. Un antijuego, vamos. Cuando llegamos al nivel 20, después de un buen puñado de horas de juego (si es que hemos aguantado, claro, hasta tan lejos), llegamos al cuarto planeta, de ambientación oriental. Allí conseguimos un ataque, Tifón de Puñetazos, único simulacro de diversión que se da en todo el juego; tiene que ver con el quick time event asociado, que es ligeramente complicado y, cuando sale bien, hace muchísimo daño. Hablo de simulacro porque bastan dos o tres veces para comprender cómo va y saber hacerlo, en adelante, a la perfección en el 100% de los casos; a partir de ese momento tenemos un ataque brutalmente sobrepotenciado que hace que pasarse el juego sea tan sencillo como apresurarse en llegar a nivel 30 (algo no muy difícil teniendo en cuenta la cantidad bárbara de experiencia que dan en el último planeta) y matar al enemigo final, quizá el momento menos épico y emocionante al que me he enfrentado en un videojuego. No ayuda mucho a crear ambiente la espantosa y repetitiva música, y los gráficos, que aprovechan el curioso efecto de moverse en un planeta esférico sólo a medias (crea más confusión que otra cosa) y no lucen nada en unas mazmorras sosas, repetitivas y a las que se les ven las costuras (literalmente: en muchos sitios las texturas están mal unidas y no es raro ver una línea en los puntos donde se juntan, por ejemplo en los accesos a pasillos), no aportan nada; su única carta, el editor de personajes, es limitado y simplón, como el modo multijugador, despoblado, pobre y no mucho más divertido que los combates contra la inteligencia artificial. Planet Crashers es desastroso. No recuerdo ningún juego que consiga ser tan poco jugable; recuerdo juegos malos, recuerdo juegos muy malos, pero ninguno tan erróneo en cosas tan básicas como Planet Crashers. Todo en él está mal o no aporta nada; no hay mecánicas de juego por ninguna parte, porque es simplemente repetir y repetir, sin apenas estrategia posible, sin gracia, sin nada que se acerque a la diversión. Es evidente por qué no se podía distribuir algo así en formato físico; hacerlo en digital no tiene menos delito, y no es difícil imaginar la cara que se le queda a alguien después de pagar los diez eurazos, ni más ni menos, que piden por él en la eShop. Siendo tan absolutamente infame, Planet Crashers no merece otra cosa que el suspenso absoluto. Huid de él. [0]