Hay un pescado en Garden Warfare 2. Hay sobre todo flores, hortalizas y cadáveres en descomposición, pero también hay un pescado. Está en las cloacas, ahí tirado fuera del agua, y te cambia estrellas por experiencia. Mejor que eso, desbloquea un logro con un guiño a Karate Kid. Una chorrada sin importancia aparente. Un detalle. Justo lo que necesitaba el shooter de PopCap.
El juego con el que Plants vs. Zombies se pasó a los disparos tenía algunas ideas buenas y carisma de sobra, pero sin duda lo metería en ese infame saco de los juegos publicados a medio hacer. Esta secuela es bastante más agradecida por su mayor cantidad de contenido, algo hasta cierto punto necesario para que el juego eche a rodar; tiene cierto mérito su forma de convertir el «más» en «mejor».
En ese sentido, la novedad más evidente son las nuevas clases disponibles en cada bando, tres aquí y tres allá, que se suman a las ya conocidas. Pasar de ocho a catorce personajes disponibles suele ser algo positivo por defecto, pero aquí los beneficios van más allá del incremento en variedad. Los dos equipos se sienten más compensados, porque hay más habilidades, armas y estrategias con su correspondiente equivalente en el otro lado –el loro del pirata muerto es idéntico al dron ajo del cactus, los puñetazos y patadas de Supercerebroz podrían ser la respuesta a los mordiscos de la planta carnívora. Se sigue notando la diferencia entre plantas y zombis, pero habiendo tanto donde elegir resulta mucho más fácil sentirse cómodo con unos y con otros. Además, con las funciones básicas del género ya cubiertas por las clases repescadas, el diseño de las nuevas se vuelve más imaginativo y juguetón: vuelvo al ejemplo del Capitán Mortacho, mi favorito, que parece llevar una escopeta cuando dispara desde la cadera y lanza monedas con precisión si se mantiene el botón de apuntar.
La cosa sigue con la posibilidad de aplicar distintas mejoras a los personajes cuando se llega a cierto nivel, con las habilidades intercambiables y con las variantes de cada personaje. No es lo mismo el Científico básico que el Físico, cuya arma básica es un pulso electromagnético que si acierta a un enemigo puede pasar el calambrazo a sus compañeros cercanos, o el Zoólogo con un suricato en la cabeza (!), que dispara púas de su erizo con una dispersión brutal y un alcance lamentable. Sí comparten habilidades, aunque pueden escoger si curar de lejos con su rayo sanador o plantar una estación fija que les permite recuperar salud también a ellos.
Otra vez, el sistema de progresión de Plants vs. Zombies Garden Warfare 2 gana en sentido y en peso por haber multiplicado las opciones de personalización. Todo se sigue obteniendo de forma aleatoria al comprar sobres de cartas –por ahora solo con la moneda del propio juego; veremos si repiten la jugada de añadir micropagos a las pocas semanas–, pero ahora los incentivos son más evidentes y el coleccionismo se vuelve más apetecible.
Se agradece el esfuerzo, pues, pero todo lo importante sigue estando en el multijugador. En el cooperativo a cuatro, defendiendo una zona ante oleadas de enemigos, o en las distintas modalidades que enfrentan a los dos equipos. Lo primero sigue funcionando, como funciona siempre, a pesar de que no hay grandes cambios en la dinámica de las partidas; ni los enemigos finales ni las rondas con premio en la ruleta hacen gran cosa por elevar la parte más elemental de los tiroteos y el juego en equipo.
La cosa está más animada en la parte competitiva, desde luego, con los sospechosos habituales: duelo por equipos, el modo de controlar tres puntos del mapa, baja confirmada o esa Bomba Gnomo que sería lo más parecido a capturar la bandera. Puestos a elegir, sin embargo, mejor ir de cabeza al Asalto herbal o Jardines y Cementerios –lo mismo, en realidad, dependiendo de quién ataque o defienda; aquello tan de DICE, con mapas enormes que se expanden a medida que se logra tomar un objetivo y se activa el siguiente. Es durante esas batallas de 12 contra 12, plantando torretas o invocando aliados de entre las tumbas –los consumibles, más cromos, funcionan como en la primera parte–, cuando queda más claro qué tipo de juego quiere ser Garden Warfare. Son contiendas divertidas y emocionantes, variadas y moderadamente largas, sin la complejidad táctica, las capas de diseño ni los los vehículos de otros, pero con sus propias armas. Nunca mejor dicho.
Sigo pensando, no obstante, que le hace falta una modalidad de juego más propia, que aproveche mejor todas esas particularidades. Que en sus mejores momentos recuerde a Battlefield no es el mayor problema que puede tener un juego de tiros, lo sé, pero a ratos se hace incómodo ese miedo a ser demasiado distinto. Y ahora estamos pensando todos en Splatoon.
No falta ni un poquito de ese carácter en los mapas, por otra parte. Ahí Garden Warfare 2 le gana a cualquiera, no tanto por su composición –son muy correctos, evidentes pero efectivos– como por su estética. Es en los entornos, en la brutal iluminación y en el acertadísimo tratamiento de los materiales, donde los gráficos sorprenden más. Todo es deliciosamente redondito o se retuerce al estilo Tim Burton, en función de si toca recorrer las calles de Suburbia, visitar los templos orientales con gatitos de la Cumbre Zen o, madre mía, alucinar con la nieve y la orca del Gran Norte Blanco. Solo cuatro de esos mapas tienen las varias áreas que requieren los modos de juego principales, habrá que ver si van llegando más, pero todos, los doce, son una pequeña maravilla.
Plants vs. Zombies Garden Warfare 2 es un paso considerable hacia en la buena dirección, aunque partíamos de demasiado atrás. Está ahora más claro que nunca que toca apostar decididamente por el Lanzaguisantes, la Margarita, el Zombidito y el Soldado –o el guardabosques, su mejor variante. Toca hacer un juego grande de verdad, con una historia y unos niveles que abusen del potencial de un carisma que aquí sigue a medio exprimir. Toca un multijugador inconfundible, una auténtica alternativa para todos los públicos. Le volvemos a pedir más a un Garden Warfare, pero la diferencia es importante: con el primero lo hicimos porque debíamos y con éste lo hacemos porque queremos. . [8]
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«veremos si repiten la jugada pasadas unas semanas…» no se, en One fueron casi 3 meses, para mí eso no son unas semanas, algo que igualmente no afectó en nada el juego (como en Forza 6 y también se criticó).
Días como hoy me hacen agradecer que estoy en Anait. Que el juego se lleve mejor nota que Splatoon y aún así se entiendan los por qué.
El anterior no me terminó de convencer para probarlo, pero éste sí o sí lo haré en algún momento.
Pregunta tonta, se puede jugar en Lan?
Me gustó el primero lo suficiente como para no perder de vista el segundo. Lo compraré sí o sí.
No me atraen excesivamente los competitivos, pero creo que lo probaré sólo para comprobar si los guisantes me resultan tan frustrantes como a Pep, que escuchando los podcast daban ganas de darle una palmadita en la espalda y todo.
No me acaba de convencer, es un si, pero no. Creo que como muy bien pone el análisis, el próximo juego debe ser más atrevido y ambicioso, para poder consagrarse de una vez por todas.
Lo poco que he jugado de ésta franquicia, me han encantado y me he echao unas risas con ambos.
Le di mucho a la beta y me gustó bastante. Me encanta el diseño de niveles y lo divertido que resulta manejar a los personajes y sus habilidades, tan dispares y variados. Eso sí, el zombidito era demasiado cabrón, y, añadido a lo que comentas de la rosa, espero que equilibren eso.
Que dos noticias de juegos intrascendentes tengan más comentarios que este gran análisis demuestra el poco interés que despierta el juego en esta santa casa. Una pena por el juego, porque ese toque desenfadado es refrescante entre tanto shooter seriote (no tengo una Wii U ni he jugado a Splatoon)
El primero me pareció el mejor Shooter de su año y me sigue pareciendo uno de los mejores shooters del mercado.
@philip_s_owen
Ya me dirás cuantos juegos has jugado como Garden Warfare porque mira que he jugado shooters y GW sigue siendo uno de los más frescos del mercado.
El primero lo ignoré por completo, exactamente igual que los juegos originales para móviles, pero gracias a la crítica me han entrado ganas de poder jugar a esta segunda parte.
Por cierto, @pep_sanchez, se te ha escapado un catalanismo en el segundo párrafo: «[…] tenía algunas ideas buenas y carisma de sobras, […]». En castellano es «de sobra», en singular 🙂