Análisis de Resident Evil 3

Hay un momento al principio del nuevo remake de Resident Evil 3 que resume en buena medida la filosofía de diseño de la serie; una frase brevísima que es brillante y en la que se destila la clave que hizo que Capcom calara tan hondo. Carlos Oliveira, mercenario de Umbrella, se encuentra con Jill Valentine, la protagonista del juego, y le explica que hay un grupo de supervivientes en un refugio cercano; para llegar hay que bajar a una estación de metro cercana. Jill decide seguir a Carlos. Cuando llegan a la entrada del metro, la verja metálica está cerrada. «¿Quién es el listo que ha cerrado esto?», se pregunta Carlos, contrariado. Al lado hay una puerta que lleva a los pasillos de mantenimiento, normalmente cerrados al público. «Habrá que dar un rodeo», dice el mercenario mientras enfila el camino alternativo.

Es gracioso porque «el listo» en este caso es Capcom, o mejor dicho los diseñadores de niveles que transforman el metro, un espacio cotidiano y diseñado para poder ser recorrido de manera eficaz e intuitiva (legible incluso para gente que no conozca el idioma en el que están escritos los carteles; transitable casi con los ojos cerrados, o con la nariz metida en un libro o en un periódico, por quienes pasan por ahí a diario y lo conocen como la palma de su mano), en un laberinto que debe ser descifrado. Resident Evil es más Resident Evil cuanto más se ajusta a esta descripción. La mansión de la primera entrega y la comisaría de la segunda son ejemplos perfectos de espacios violentados; un armario bloqueando el paso en un pasillo o una puerta cerrada con llave son maneras muy naturales de proponer rodeos.

Resident Evil 3 arranca en el corazón de Raccoon City. Casi todos los habitantes de la ciudad han sido infectados por el brote de virus T y se han convertido en zombies; el caos reina en las calles la noche en que Jill, atrapada en un apartamento bajo estricta vigilancia del cuerpo de seguridad de Umbrella (la farmacéutica responsable del virus y de su fatal expansión descontrolada), recibe la desagradable visita de una criatura monstruosa que intenta matarla. Aunque consigue escapar, acaba herida y perdida en las calles de una Raccoon City dominada por el fuego y la muerte; es entonces cuando se encuentra con Carlos, que le habla del refugio en el metro y se pregunta quién ha sido el listo que lo ha cerrado, etcétera.

Los (documentados) problemas a los que se enfrentó la versión original de esta tercera parte, desarrollada para la primera PlayStation y publicada en 1999, le dieron un tono difícil de definir, fiel aún a la propuesta del primer juego pero coqueteando con una acción más ágil e intensa. En buena medida, este remake es al de Resident Evil 2 lo que el original fue a su anterior entrega: una continuación cumplidora, enredada con su predecesor tanto argumental como tecnológicamente, como si lo uno fuera de la mano de lo otro, y en la que se compensa lo que falta de tiempo y recursos con talento e inventiva, aunque en 2020 estas dos cualidades tengan una forma muy distinta a la que tenían a finales de los 90.

Hasta los menús y la interfaz recuerdan al excelente remake de Resident Evil 2. Las diferencias más evidentes son las mismas que en el de 1999. Un botón se encarga de la esquiva, un movimiento ágil que permite a Jill zafarse de los zombies cuando intentan comerse sus sesos; otro, del giro de ciento ochenta grados, un nuevo movimiento que parece toda una declaración de intenciones: solo necesitas un botón así si hay algo de lo que huir con tanta urgencia. Imagino que la experiencia en PlatinumGames de Kiyohiko Sakata, director de este remake, aumenta la confianza en que estas nuevas herramientas estén bien encaminadas, por su prestigio como boutique de los juegos de acción; después de haber jugado de cabo a rabo el juego creo que la presencia de Sakata es más tranquilizadora por su historial en la misma Capcom y su conocimiento de la serie: trabajó como programador en los cuatro primeros Resident Evil, y quiero creer que esa cercanía se nota en, sobre todo, cómo se respeta el tono del original incluso en las secciones que más se han modificado. Es la misma jugada, y perdonad que insista en esta idea, que la del Resident Evil 2 de 2019, que no reemplazaba a su original sino que existía en paralelo; parte recreación y parte reinterpretación, está más cerca del remake entendido a la manera del cine que de los videojuegos, aunque no termine de atreverse a ir tan lejos como, por mantenernos en territorio zombie, Zack Snyder cuando regresó a El amanecer de los muertos vivientes de Romero.

(Ha querido la Historia que se dé una circunstancia curiosa que tocaré brevemente en este aparte. La historia del juego sigue siendo de película de serie B, cuando no de serie Z. No lo digo como algo negativo. Hay una farmacéutica malévola, Umbrella, que desarrolla por motivos económicos y políticos a la vez un virus y su vacuna, una jugada que, como es sabido, sale mal; cuando en las noticias anuncian que el 1 de octubre la ciudad entera será destruida para evitar la expansión del virus, llevándose por delante a todos los muertos vivientes pero también a los cada vez menos supervivientes sanos que quedan en Raccoon City, Carlos se sorprende por una respuesta tan expeditiva y que provocará tantas muertes de gente inocente. «¿Te crees que le importa al tío Sam?», le responde su compañero Tyrell. Es el tipo de guion que mezcla una irreverencia casi punk con el tipo de conspiranoia que alimenta los motores de la ultraderecha más desquiciada; la cercanía con otra pandemia, la que estamos viviendo en estos momentos, permite establecer paralelismos en los que se ve que el desprecio por la vida humana y la perversa relación entre la salud pública, los negocios y el poder no son tan de película de infrapresupuesto como seguramente nos gustaría. A veces es Troma, a veces es Iker Jiménez.)

Son menos explícitos, aunque se notan, los cambios que ya hacían en 1999 que Resident Evil 3 fuera inferior a las dos primeras entregas. Los escenarios que recorre Jill son más pequeños y limitados, y no siempre presentan barreras o atajos igual de interesantes. Hay una diferencia notable entre la mansión o la comisaría y Raccoon City; en los tres casos son solo una parte de sus respectivos juegos, que luego van por caminos muy distintos —no falta, obviamente, el tradicional laboratorio subterráneo, pieza fundamental de la iconografía residentevilesca—, pero solo la ciudad acaba resultando un escenario de usar y tirar, anticipando quizá el camino que seguiría la serie en posteriores entregas. De ahí que encajen francamente bien algunos momentos, principalmente en las transiciones entre niveles, en los que Capcom parece tener un ojo puesto en The Last of Us, o los combates contra Némesis, más espectaculares y variados; también más previsibles y estándar, encuentros bien guionizados y colocados en sitios y momentos específicos. Los desconcertantes comentarios en algunos medios sobre Némesis y su capacidad para irrumpir en las «habitaciones seguras» (esas en las que hay una máquina de escribir y un baúl, a las que los enemigos no pueden acceder) pueden dar a entender que es una especie de Mr. X turbopotenciado, pero en realidad no tienen nada que ver; tampoco hay ningún momento, por cierto, en el que Némesis te atosigue en una habitación segura.

Pero lo cierto es que me ha funcionado muy bien la combinación de este jefe final recurrente, que cambia de muchas formas desde el primer encuentro hasta el último, y el mayor énfasis en la acción o la habilidad. Esquivar en el momento correcto activa una cámara lenta especial y te permite apuntar automáticamente al punto débil de los enemigos, un recurso muy útil cuando hay más zombies de los que puedes asumir pero también cuando hay que optimizar la munición, más generosa que en anteriores entregas pero que aun así no conviene malgastar; se me ocurren varios momentos en los que una de estas esquivas bien ejecutadas le dieron a la partida justo el tipo de tensión y emoción que claramente busca Resident Evil 3, y por eso me sorprende que no se motive más su buen uso. Es importante, sobre todo, cuando juegas por segunda vez; los logros, asociados a unos desafíos in-game que dan puntos para conseguir diferentes desbloqueables y mejoras en la tienda, son de los que apetece sacarse, en parte por un motivo que no será del gusto de todo el mundo: uno de los desafíos consiste en terminar el juego en menos de dos horas, algo que podría parecer imposible de no ser porque una partida normal dura entre cinco y seis.

Con esto en mente, se entiende mejor la inclusión de Resistance, ese multijugador ambientado en el universo Resident Evil que se anunció hace medio año, como parte del paquete; es, de hecho, una aplicación aparte, separada de Resident Evil 3. Se trata de un uno contra cuatro en el que un «Cerebro» (mastermind, en inglés: genios del mal relacionados de una forma u otra con la historia de Resident Evil) hace todo lo posible para frustrar el avance de los supervivientes, que deben superar una serie de retos para escapar de su captor. Aunque los escenarios sean diferentes, desde un laboratorio hasta un casino, los objetivos son parecidos: la cosa siempre va de encontrar equis cosas repartidas por el mapa y llevarlas a un sitio concreto (por ejemplo, las piezas de un maniquí o de un coche, o una tarjeta con la que activar distintos terminales) o destruirlas, y la gracia está en que no sabes dónde van a estar en cada partida. Cooperar para explorar el mapa y solucionar el reto tan rápido como sea posible es esencial para los supervivientes; el cerebro, por su parte, debe gestionar correctamente su energía para, espiando a los supervivientes a través de cámaras de seguridad, colocar aquí y allá trampas con las que ponerles las cosas difíciles, con la ocasional incursión en el campo de batalla en forma de criaturas icónicas de la serie.

No puedo decir que sea un desastre, pero definitivamente no es un multijugador excelente y dudo que sea el tipo de añadido que consiga atraer a una comunidad estable. Todas las sutilezas y aciertos de Resident Evil 3 aquí se difuminan y se presentan en su versión más ramplona y simple; la esquiva y su timing preciso aquí se reemplaza por un par de habilidades definidas por la clase de personaje (arquetipos de cine slasher adolescente que cumplen funciones típicas de esta clase de juegos, desde la healer hasta el tanque o la especialista en armas de fuego) que llegan hasta donde llegan, y aunque reconozco que no he podido jugar en el mejor contexto, con un equipo bien coordinado y de un nivel similar, la diferencia entre Resistance y su compañero de pack salta a la vista en todo momento. Imagino que haber disfrutado tanto la historia de Jill Valentine me hace ver Resistance como un añadido bienintencionado e inofensivo a pesar de que no le faltan sus desafíos diarios y semanales, sus cajas de loot y sus boosters para aumentar los beneficios que se sacan de cada partida; los desbloqueos van a buen ritmo y en general no solo no ahoga sino que ni siquiera aprieta, al menos en su actual versión, aunque me temo que su poco interés no tiene tanto que ver con problemas de equilibrio (que los hay; a mi parecer hay un problema con los límites de tiempo, demasiado estrictos: si tu equipo acaba la segunda ronda muy justito, el minuto y cuarto o minuto y medio que recibes para la tercera es tan insuficiente que no merece la pena ni intentarlo, una situación trágicamente habitual en Resistance) como con una flojera general en el juego, que ni sabe contextualizar su propuesta ni ofrece motivos, por mecánicas o por variedad de situaciones, para sentir que no sabes qué podría pasar en la siguiente partida, la clave del éxito de Left 4 Dead, su principal referente.

Con todo, el extraordinario remozado del original y la manera más consecuente y eficaz que tiene este Resident Evil 3 de tender a la acción lo convierten en un buen remate, multijugadores aparte, para esta bilogía de remakes que deja pista libre a Capcom para seguir adelante con una serie que demostró, con su excelente séptima entrega, que quizá no es mala idea echar la vista atrás de vez en cuando siempre que sea para aprender de cara a lo que está por venir. Algo breve y menos impepinable que la segunda parte, este cierre de la trilogía original es aun así hijo de la mejor Capcom, la más disfrutona y talentosa, la que aún siente devoción por un tipo de desbloqueable arrebatadoramente japonés y cada vez menos común. Con esto en mente, qué os voy a decir yo: le habría hecho menos ascos a un buen Mercenarios que a Resistance, pero no todo pueden ser buenas noticias. [7]