Análisis de Resident Evil Revelations 2 – Episodio 1

Un golpe seco retumbó por todo el pasillo y llegó hasta el salón. «¿Cariño?». Mi novia, dormida en el sofá como cada tarde después de comer, se levantó de un salto al ver que no le respondía y corrió hacia el despacho sin pensar siquiera en calzarse o colocarse las gafas. «¿Qué ha pasado?», preguntó al abrir la puerta, mientras trataba de coger aire tras aquel esprint sin planear. Me encontró quieto, casi paralizado, mirando fijamente a la pantalla del ordenador. «Los Resident Evil», dije muy bajito. Mi novia vio que el estruendo lo había producido una taza de café al caer de mi mano, que seguía inmóvil en la misma postura, como si aún sostuviera algo. «¿Qué les pasa?», preguntó ya algo enfadada. «Los he contado», respondí. «¿Y cuántos hay? ¿Seis? ¿Siete?». Volví la cabeza hacia ella, pálido, con la expresión gélida: «Veinticinco». Dejó escapar un sollozo, y cuando pudo reponerse se acercó a abrazarme con fuerza. Lloramos juntos toda la tarde.

Veinticinco.

El nuevo Resident Evil: Revelations 2 es un estertor moribundo de una gallina de los huevos de oro cada vez más irreconocible. Se trata de la secuela para consolas de sobremesa de un spin-off para Nintendo 3DS que salió en 2012 y luego se reeditó en otras plataformas. Llamarlo producto derivativo sería quedarse corto: localizarlo en el árbol genealógico de la serie es una jodida pesadilla metafísica, uno de esos procesos de deconstrucción forzada de los que hablaba Louis C.K. en uno de sus monólogos, cuando su hija le pregunta «¿y por qué?» a cada respuesta, y la conversación retrocede tanto que al final ya nada tiene sentido y solo quieres que la cría se coma su jodido Happy Meal y cierre la boca de una puta vez. Revelations 2 está tan incrustado en esa maraña de subsagas y números que ya ha alcanzado ese estatus reconfortante para el jugador, capaz de discernir qué esperar del juego solamente con leer el título. Un estatus que aquí solemos llamar Sabías A Lo Que Venías.

En la campaña en solitario podemos pasar a controlar a uno u otro personaje con solo pulsar un botón, y la inteligencia artificial que los guía es bastante menos molesta e idiota de lo que cabría esperar en un principio, además de aceptar órdenes sencillas como “espera” o “sígueme”. Pero está claro que Revelations 2 ha sido concebido para jugarse en cooperativo y que confía a esa fórmula gran parte de su encanto. Y a decir verdad, funciona. En cuestiones de pura mecánica de juego la experiencia es fluida y divertida, y la forma en que el diseño favorece la coordinación más allá del combate (resolución de puzles, acceso a zonas…) es un magnífico ejemplo de cómo el cooperativo por sí solo siempre es divertido, pero si se potencia la cooperación todavía se vuelve más satisfactorio. En solitario, el cóctel recibe una dosis no-letal de gaseosa y el resultado se resiente sin perder del todo el equilibrio.

Sorprende un poco que, con el trabajo que ha puesto Capcom en diseñar una experiencia placentera, toda la faceta técnica arrastre los pies de una forma casi molesta. El entorno no posee el menor atisbo de inspiración en lo estético, y gráficamente está plagado de texturas a baja resolución y modelados algo peor que modestos. Ni siquiera las cinemática prerenderizadas están a la altura, y a veces da la sensación de que se trata de otra reedición de un juego para consola portátil. Es como si Revelations 2 nunca llegara a sentirse cómodo en una máquina potente, como mendigo en chaqué cenando en el Palace.

Y ahora toca mirar directamente a los ojos del elefante en la habitación: Resident Evil Revelations 2 es episódico. Esto no es algo nuevo; en los últimos años multitud de desarrolladoras han optado por esta fórmula pero la mayoría tenían algo en común: una fuerte carga narrativa. Revelations 2 carece de algo siquiera remotamente parecido a una historia elaborada, y lo más sonrojante es que los episodios se irán publicando con una semana de diferencia entre ellos. O dicho de otro modo: Capcom ha dividido el juego en pedazos porque le ha dado la gana, porque le apetece. Y no tiene ningún sentido. Solo puede explicarse desde el punto de vista comercial, y aun así la imagen de la compañia recibe un revés que no estoy seguro de que se compense con los ingresos de los episodios, las toneladas de DLC y los extras tras el capítulo final.

Es una pena que Resident Evil Revelations 2 haya recibido mucho menos cariño por parte de sus distribuidores que de sus creadores, porque sin ser un juego perfecto, el primer episodio al menos es solvente sin entrar en alardes, y el modo Asalto (despejar niveles cronómetro en mano, desbloqueando armas, habilidades, trajes y equipo) y los distintos modificadores de partida desbloqueables (modo Contrarreloj y modo Invisible) alargan las horas de juego virtualmente hasta lo infinito. Pero la fórmula elegida por Capcom, mutilando una experiencia que no parece ni mucho menos pensada originalmente para el formato episódico, es un disparo en el pie muy preocupante. Quizá el departamento comercial y el creativo de Capcom deberían predicar con el ejemplo de su juego y convertir sus métodos de desarrollo y venta en algo más… cooperativo. [7]