Ecos del Solsticio

De forma paralela al debate constante que rodea a los JRPGs, Sea of Stars entra en acción. La conversación sobre la naturaleza y la forma del género parece interminable, porque discute —entre otras cosas— cómo nos relacionamos con los juegos en lo que se refiere al propio combate. Podría parecer pueril (y, probablemente, pensar que cualquier forma de encararlo es automáticamente mala por no coincidir con nuestros gustos sí tenga mucho de infantil), pero son conversaciones que también han lastrado al enfoque de los combates por turnos, que rompió una línea ascendente para ir poco a poco cayendo de nuevo y poniéndonos cada vez más difícil encontrar nuevas propuestas en ese hilo, menos comercial que una apuesta centrada en la acción pura. Lo nuevo de Sabotage Studio, que se estrena en el rol tras el pelotazo de The Messenger, bebe de forma explícita de los clásicos del RPG por turnos de los 90 para reinterpretar y adaptar al presente lo mejor del género sin olvidarse de aportar un toque personal que marca la diferencia. Su universo vivo, rico y en constante cambio, ese combate por turnos con un giro tan especial y el enorme gusto por lo estético del estudio canadiense hacen que Sea of Stars se alce como un nuevo estandarte de los JRPGs, en el que el excelso resultado final es mucho más que la suma de sus partes.

El mundo de Sea of Stars nos pone en la piel de Zale y Valere (a elegir, de hecho, aunque podemos cambiar entre ellos en cualquier momento sin que haya ningún impacto en el gameplay), dos jóvenes que, al nacer en los solsticios de verano e invierno, respectivamente, están destinados a involucrarse en una guerra eterna y a luchar contra enormes amenazas que ponen el peligro al mundo generación tras generación. La responsabilidad de los Guerreros del Solsticio es evidente y palpable, sobre todo cuando comprobamos que, dentro del avance y la evolución de la historia del juego, son justamente los dos protagonistas quienes menos parecen reflexionar sobre los sucesos tan impactantes —para bien y para mal— que se les plantarán delante de forma constante. Mientras Garl, su compañero cocinitas, y el resto de acompañantes parecen crecer y mutar a la vez que lo hace el universo de Sea of Stars, son justamente sus dos protagonistas quienes permanecen inmóviles a nivel de evolución. Este hecho es mucho más consecuente de lo que parece a simple vista: su durísimo entrenamiento durante gran parte de su infancia, las expectativas exageradas por tener que lidiar con un mal mayor y los millones de ojos sobre ellos los han vuelto inalterables en lo que a sus objetivos se refiere y, con ello, subvierten una premisa que a simple vista no resulta muy innovadora con un entendimiento mucho más realista de la misma. Sin entrar en detalles, el juego de Sabotage nos presenta este punto de partida en sus primeras horas de forma genial; no coincido con quienes hablan de su comienzo como algo «lento», porque esta introducción sienta unas bases imprescindibles y bien medidas para conectar lo mejor posible con sus protagonistas.

Todo ayuda en Sea of Stars, porque todo su contexto es extremadamente vivo y creíble, gracias a un nivel de escritura a la altura de muy —muy, muy— pocos y que capta de forma natural la importancia y el tono que requiere cada momento. Es genial en su humor, probablemente lo más presente en sus diálogos, pero también lo es en los momentos más tristes, tensos o frustrantes. Parece que todos entienden el peso de las cosas y la enorme labor que tienen que llevar a cabo los Guerreros del Solsticio, una tarea ardua que, al mismo tiempo y sin perder de vista su objetivo, consiguen rebajar lo justo para que no nos sintamos muy culpables al desviarnos un poco del camino. La estructura de su mundo es ideal y esta medida con una precisión apabullante, tanto a la hora de movernos por cada zona en particular (una exploración con este tipo de «plataformeo scripteado» que aporta mucho a la sensación de aventura) como en el momento de marcarnos los ritmos sobre dónde podemos ir o explorar a nuestras anchas un mapamundi contenido pero absurdamente denso.

Todo forma parte de la enorme cohesión del mundo de Sea of Stars, tan rico y dinámico que hasta puede permitirse tener su propio juego de mesa —el Girarrodillos, simple pero profundo y pensado al milímetro— y, sobre todo, que ninguna de las cosas que nos cuentan o que vivimos esté ahí por casualidad. En los muchos momentos en los que escuchemos historias bajo el calor de la hoguera durante nuestros pequeños momentos de descanso, no solo encontraremos anécdotas interesantes y curiosas sobre el universo del juego, sino que también pueden ser una buena excusa para ahondar más en ese cuento de fantasmas si nos presentamos nosotros mismos donde se narran los sucesos. Es estimulante de forma constante y precisa, sin sobrecargar ni ponernos en tesituras demasiado complicadas, y lo acompaña una banda sonora absolutamente perfecta que sabe adaptarse al tono y a las exigencias de cada momento. Ya sabéis que el responsable aquí es el gran Yasunori Mitsuda, compositor de Chrono Trigger, un juego del que Sea of Stars bebe de forma explícita, aunque no en todas sus facetas.

Es el propio combate, tan celebrado desde su versión de prueba, donde las inspiraciones en otros juegos dentro del sistema de turnos tienen un giro especial. Lo evidente aquí es hablar de Mario RPG o Mario & Luigi, que incorporan a ese sistema la posibilidad de optimizar nuestras acciones a base de buen timing. Como en cualquier JRPG, podremos utilizar ataques normales, habilidades especiales que gastan nuestros PM o combos con varios personajes, pero aquí, sí pulsamos el botón de acción (X, en mi caso, jugando en PS5) en el momento exacto de dar un golpe, se potenciará su daño. Teniendo en cuenta la precisión que hay que tener si queremos acertar en cada ataque que damos (o recibimos, porque también podemos mitigar el daño que nos causan), es importante hablar aquí sobre el momento en el que nos lo explican por primera vez: Brugaves y Erlina, nuestros mentores, nos insisten en que ese timing es un extra, una posibilidad añadida de potenciarnos y facilitarnos un poquito las cosas. Pero no deja de ser eso mismo: un extra. No hay presión a la hora de hacerlo bien cada vez que tenemos la ocasión, porque lo que realmente definirá nuestro rendimiento en las peleas serán las decisiones que tomemos a la hora de escoger qué hacemos con nuestro turno.

No bastará con que la estrategia a nivel de ataques, curaciones y potenciadores sea buena, porque añade un giro en el que los enemigos nos darán una oportunidad de cancelar sus movimientos: al lado de cada uno de ellos, habrá un número que nos indique los turnos que quedan para su siguiente acción (por aclarar, aquí los turnos remiten concretamente al movimiento de uno de nuestros personajes en particular, mientras que una ronda alude a una vuelta completa en las acciones de nuestros tres personajes, en el orden que elijamos) junto a unos iconos con diferentes tipos de daño. Si, por ejemplo, a nuestro enemigo le quedan dos turnos para moverse y esos iconos llamados «candados» muestran una espada y un mazo, quiere decir que con un ataque básico de Zale en el primer turno (su ataque es de corte) y otro de Valere en el segundo (el suyo es de golpe, contundente) impediremos que ese enemigo se mueva hasta la siguiente ronda. Aunque no todos los ataques tendrán candados que romper, es un añadido fantástico y fresco que aporta un toque único y una forma de plantear los combates de manera diferente y sin terminar de bajar la guardia en ningún momento.

Lo cierto es que Sea of Stars hace muchas cosas, pero hay muy pocas que no haga bien. Es un ejemplo más del pulido extremo en todas sus facetas, un juego en el que cuesta elegir qué llevarse porque la reflexión posterior no invita a pensar solo en su historia, solo en sus encantadores personajes o solo en su sistema de combate. La finura de Sabotage a la hora de explorar nuevos géneros, algo que ya avisan que seguirán haciendo por encima de secuelas, confirma que los de Quebec aúnan unos de los mayores talentos de toda la industria de los videojuegos, tan versátiles, capaces y experimentados que parece que podrían sacar adelante cualquier tipo de proyecto sin perder un ápice de calidad. Es genial, de hecho, que hagan todo esto a partir de un género con tanto bagaje y con las estructuras tan marcadas como en un JRPG, al utilizar esa misma columna vertebral para aportar frescura en una fórmula que ya parecía perfeccionada hace treinta años. Sea of Stars es más que un tributo, porque sus propios méritos consiguen hacer de él un clásico instantáneo con unos moldes que, algún día, alguien tratará de romper.

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