Análisis de Shovel Knight

Es obvio que Shovel Knight quiere estimular la nostalgia, que quiere hacernos cosquillas en la parte del cerebro que nos hace sentir algo especial cuando se nos recuerda el pasado. Sin embargo, no es eso lo que hace que sea un juego brillante: si Shovel Knight persiste y se mantiene con nosotros aun después de haberlo jugado es por cómo, trabajando sobre convenciones conocidas y más o menos olvidadas, consigue crear un plataformas rotundo y que se siente nuevo, actualizando la forma de diseñar videojuegos de la era en la que se inspira para darle un giro actual. Shovel Knight no es un juego de los 80 en 2014: es un juego de 2014 muy consciente de las raíces del medio, un juego muy intelectual que busca resultados del siglo XXI recreando (más de una vez me he acordado del cine de Guy Maddin mientras jugaba) el estilo de los videojuegos de NES.

No es demasiado difícil encontrar la fuente de muchas de las ideas de Shovel Knight. El mapa es el de Super Mario Bros. 3; la estructura de los niveles viene de Mega Man; cuando atacamos con la pala en vertical estamos viendo DuckTales; los paseos por los pueblos son los de Zelda II. Es la forma en que están dispuestos todos estos elementos los que hacen que Shovel Knight sea el extremo opuesto a, precisamente, otro juego que nos trae a la cabeza la época de NES: DuckTales Remastered. Donde el muy recomendable remake de WayForward quiere acortar la distancia entre lo que nuestro cerebro cree que se hacía hace 20 años y la realidad, Shovel Knight trabaja para que la distancia sea mayor. Funciona casi como what if: ¿y si los gráficos (parecen preguntarse en Yacht Club Games, los desarrolladores) hubieran tocado cima en 1990 y todo el mundo se hubiera centrado en hacer lo mejor que les era posible dentro de unos límites muy concretos, despreocupados por la carrera tecnológica?

Es ahí donde la rotundidad de las ideas triunfa sobre la, por otro lado, también notable ejecución. Puede que los gráficos estén lejos de los de Dark Souls, pero en sus tramos más complicados Shovel Knight nos obliga a pensar cada movimiento y cada ataque cuidadosamente, bajo riesgo de muerte prematura. El arsenal no es el más avanzado que se ha visto en un videojuego, pero las zonas en que podemos aprovechar cada herramienta, por necesidad o por puro gusto, están dispuestas con un buen gusto ejemplar. No tiene las escenas espectaculares de una aventura moderna, pero la épica de terminar un nivel habiendo destrozado por el camino todos los checkpoints y llevarte todo el botín al acabar con el jefe no tiene nada que envidiar a la de God of War.

Hablemos de dificultad dinámica; creo que puedo identificar sin demasiada dificultad el momento preciso en el que Shovel Knight me acabó de enamorar. Por circunstancias varias, estaba pasándolas canutas para conseguir el oro necesario para comprar un objeto concreto que aparece en uno de los primeros niveles. Fue entonces cuando me di cuenta de que podía romper los puntos de control para conseguir dinero extra, aunque en adelante quede inutilizado; conseguí el dinero que necesitaba más un extra para contrarrestar la penalización por morir, fui eliminando checkpoints hasta que al morir reapareciera al lado del vendedor del objeto que quería y ahí estaba: con el objeto que quería y dos tramos que tendría que superar sin fallo hasta llegar al siguiente punto de control, porque me había cargado el resto.

Esta flexibilidad es una de las ideas geniales de un juego al que no le faltan arrebatos de brillantez. La opción de conseguir más dinero, y con ello la posibilidad de mejorar más a nuestro personaje, a cambio de modificar sobre la marcha el por lo demás generoso sistema de checkpoints está ahí; si queremos terminar el juego sin pasar por una tienda podemos, y si queremos dedicarle ratos largos a cada nivel para descubrir cada rincón secreto y cada habitación escondida, Shovel Knight también tiene algo que decirnos. Al mismo tiempo que se mantiene fiel a los principios de su sistema de combate (uno que, ya digo, no nos permite jugar sin cuidado: el retroceso de nuestros ataques y de los de los enemigos tiende a recordarnos a esas caídas letales por acantilados tan reconocibles en tantos clásicos de NES, también presente), sabe ajustarse bien al reto y los objetivos que el jugador quiera marcarse en cada momento; puede que resulte más fácil diseñar algo así en un plataformas en 2D que en un mundo abierto en 3D, pero lo bien que maneja todas sus variables Shovel Knight, dejando poco o nada al azar, es formidable.

Está claro que la propuesta estética y mecánica de Yacht Club no va a ser plato de gusto para todo el mundo, pero por mi parte no puedo ponerle muchas pegas: se juega de maravilla, me ha dado un buen puñado de horas de primera calidad antes incluso de meterme a por la segunda partida, los gráficos son encantadores, la música es espectacular; mención especial a la traducción: es de esas que no le hacen a uno preguntarse en ningún momento cómo sería el texto original, de las que tienen suficiente entidad como para destacar sin necesidad de compararla con su origen. Igual que el propio Shovel Knight, de hecho: le sobran las referencias y homenajes, porque por mérito propio es el mejor plataformas del año. [9]